Por Omar Valiño
Entre varios acontecimientos de los últimos días, me quedo con la presencia sobre las tablas de dos paradigmas de nuestro teatro. Ambos premios nacionales de la manifestación, la actriz Verónica Lynn culminó temporada en la Sala El Sótano, mientras el actor Carlos Pérez Peña continúa la suya en la Sala Llauradó.
A sus respectivas altas edades, emociona verlos en escena. Verónica, con sus 92 años, asumió, también como directora, Frijoles colorados, de Cristina Rebull, junto a su eficaz partenaire Jorge Luis de Cabo, coproducción entre las compañías Trotamundo y Mefisto Teatro.
Y Carlos Pérez Peña celebró su cumpleaños 85 como protagonista de La excepción y la regla, de Bertolt Brecht, última dirección de Alexis Díaz de Villegas para su Impulso Teatro. Sintético, contenido, minimalista, sin estridencias, Carlos imparte una clase sobre cómo «mostrar» los conceptos brechtianos a través de su personaje de El Comerciante. Algo que él lleva en sangre, porque es un actor de naturaleza «extrañada», y porque ha hecho la obra o ha estado bajo la influencia del gran autor germano en el contexto de diferentes grupos a lo largo de su extensa trayectoria.
Pérez Peña lidera en medio de un sólido desempeño actoral colectivo. El conjunto dibuja con claridad «didáctica» la narración de la historia mediante una indudable condición teatral asentada en la convención artesanal del signo y la interacción con la música en vivo.
Disfrutar de Verónica Lynn es una delicia. Observar su distinción, su plena naturalidad poética, su riesgo al asumirse en el papel de una anciana que desvaría, al igual que su contrafigura, en esta comedia actualizada a golpe de humorístico diálogo, entre Matilde y Federico, con el contexto de los espectadores. Fácil sería calificarla de diva, si no fuera porque con el término se suele aludir a otras significaciones, y ella es toda la humilde verdad que genera, por eso, aún más admiración.
En ambos casos, Lynn y Pérez Peña, más allá de lecciones de técnica, que lo son y mucho, nos colocan, sencillamente, ante sendos ejemplos éticos, en pleno combate ante tanta desidia. Fe y sentido de la verdad, como exigiría Stanislavski a la ficción, proteica presencia siempre que haya vida: maestrías en escena.
Fuente: Periódico Granma