Por Alionuska Vilche Blanco
La vida de Vianki González Miranda se ha visto marcada por la danza desde que era pequeña. De sus primeros encuentros con el baile, recuerda los pasos de casino y salsa. Aunque no tuvo referentes, había demostrado que el baile le venía en la sangre, esto provocó que un amigo de su madre la llevara a realizar las pruebas de aptitud de ballet.
¿Cuándo te interesaste por la coreografía?
Fue después de entrar a Codanza. Al principio, no estaba segura porque creía que no tenía los conocimientos necesarios. Luego, me di cuenta de que era un arte que venía conmigo, un don, y tenía que desarrollarlo. Todavía hoy, siento que me queda mucho por aprender y crear.
¿Qué es para ti coreografiar?
Es tener la libertad de representar lo que habita en mi mente, una forma de expresarme. En realidad, la coreografía es efímera: la montas, la ves y adiós. No obstante, amo el proceso de convertir en movimientos lo que ocurre en mi cabeza.
¿Cuáles de tus obras te han marcado profundamente?
Además de coreógrafa y bailarina, ¿de qué otra forma te definirías?
Llevo un tiempo trabajando como profesora de repertorio en la Escuela de Arte Raúl Gómez García. No practico lo ortodoxo, siempre les doy a mis alumnos la libertad de crear por sí mismos, no solo les enseño las técnicas sino también a pensar, interpretar y desarrollarse dentro del contexto escénico. Me defino como una maestraza.
La inspiración me llega de repente, eso sí. Puedo estar viendo una película, leyendo un libro, a punto de dormirme, o haciendo cualquier otra actividad. Una vez, vi un documental sobre Gilgamesh (soberano de la ciudad sumeria de Uruk, actual Warqa, en Irak, y héroe de la mitología mesopotámica) y me impresionó tanto aquella historia que me motivó a crear una coreografía. Incluso, me sucede algo similar con las palabras. Por ejemplo picatrix, fácula…
Llevar estas ideas al baile no debe ser fácil…
Además de la contemporánea, ¿otro estilo de danza favorito?
Es una maravilla, sí, pero, de sencillo, ni un por ciento. En fin, mi vida es la danza, me gustan todos los estilos, absorbo de ellos cuanto puedo.
Diriges el proyecto Poiesis…
Es un proyecto que nace de la escuela. Me hacía ilusión porque quería crear algo desde cero. Me di a la tarea de estudiarlo, defenderlo y demostrar que sí cumple los objetivos y que tiene resultados notables. Desde septiembre del 2023 hasta la fecha ha crecido y se ha desarrollado favorablemente, eso me dice que vamos por buen camino. Agradezco infinitamente a la escuela de arte por darme esta oportunidad. Es una experiencia maravillosa, no me arrepiento ni me pesan esos fines de semana de trabajo, ni las noches en vela intentando crear una buena coreografía. Me siento realizada.
¿Tu paso por Codanza?
Comenzamos de cero, ni siquiera teníamos local. Luego, todo fue tomando su lugar, gracias al esfuerzo de los que allí estábamos, siempre echándole ganas. En Codanza, tuve la oportunidad de participar en giras a varios países. Es una compañía que tiene un sello, una identidad. En cualquier escenario en el que se pare desborda calidad.
¿Cómo describirías tu relación con la ciudad?
Finalmente, el Dávalos…
Estuve nominada al premio desde 2015. Creo que he sido la más nominada. Lo extraordinario de esto es que la nominación viene de las instituciones culturales de la provincia, lo que significa que he hecho y estoy haciendo un buen trabajo.
¿Qué sientes al ver a tu sobrina Camila seguir tus pasos en la danza?
Ella es mágica. Será muy buena, mucho mejor que yo. Mi deseo es verla crecer como bailarina, que ella misma se abra camino. A veces, me pregunta sobre danza o coreografía y me enorgullece, porque noto su interés por estas cuestiones.
La creatividad es un excelente remedio para las fisuras humanas…
Poiesis así lo demuestra. Poiesis es creación. A su disposición he puesto mi creatividad. Eso me ha salvado.