Por Roberto Pérez León
Hace apenas unos meses la Editorial Tablas-Alarcos entregó Tentaciones y dolor. Cuatro obras de los Países Bajos breve antología de teatro de los Países Bajos. Integran el libro las piezas En la cama con mi padre (por circunstancias), de Magne Van Den Berg; El beso, de Ger Thijs; Tóxico, de Lot Vekemans, y Señalar al cielo, de Jibbe Willems. La selección y traducción estuvieron a cargo de Ronald Brouwer.
En la jornada de acercamiento al teatro de esa zona del mundo europeo que puede resultarnos un poco distante y ajena a nuestra idiosincrasia el colectivo Ludi Teatro tuvo una muy sobresaliente presencia.
Alrededor del lanzamiento de Tentaciones y dolor. Cuatro obras teatrales de los Países Bajos tuvimos la lectura dramatizada de El beso de Ger Thijs. La obra que más me llamó la atención de las cuatro que componen la antología. Creo que El beso es esmeradamente teatral, con solo dos personajes que registran sus realidades cruzadas y en las encrucijadas del azar se sorprenden en sus singularidades cada uno.
Ahora Ludi Teatro ha montado En la cama con mi padre (por circunstancias) de Magne Van Den Berg. Esta obra, entre las que componen el tomo Tentaciones y dolor… siento que es de menor calibre teatral, aunque pertenece a una de las voces relevantes de la producción dramática neerlandesa.
En la cama con mi padre (por circunstancias) es un título que sugiere una incestuosa situación pese al paréntesis o precisamente por el mismo paréntesis que funge como nota aclaratoria.
Es que después de Freud se nos han colado en la cabeza muchas incertidumbres y certezas. Precisamente dice Harold Bloom, el ineludible configurador del canon literario, que Freud se refugió en Shakespeare para trazar el mapa de nuestra mente. En verdad el teatro puede ser muy influyente en la cartografía de las vibraciones entre las subjetividades, sus enigmas y vaporaciones.
Y bueno, En la cama con mi padre (por circunstancias) cautelosamente podría referir a lo incestuoso de manera lateral, pero en realidad no asume la escabrosa temática.
En la pieza, la trama se desarrolla mediante un ping-pong dialogal a través de reiteradas llamadas telefónicas que como recurso dramático enfatizan distancias y soledades entre un padre y una hija.
En la cama con mi padre (por circunstancias) es una obra que aborda, bucea en un tópico terriblemente cotidiano: la muerte de un ser querido.
La hija ha perdido a su madre y el padre a su esposa. No se consuelan, tampoco evaden la perdida, pero cada cual la asume de acuerdo a los recursos anímicos con que cuenta para enfrentar la orfandad.
El padre sumido en el desamparo en ocasiones pidió a la hija que lo acompañara en las noches y se acostaban juntos.
La pérdida de la madre es para la hija una encrucijada, un corte, una intersección con el padre. Ella quiere conservar intacta la memoria de su madre. El resuelve rehacer su vida. A escasos meses de enviudar se casa de nuevo. Empieza a deshacerse de objetos de la casa. La hija no comparte esa decisión, quiere que en la casa paterna no cambie nada. Pero el padre se desentiende del pasado y quiere vivir de nuevo.
En la cama con mi padre (por circunstancias) se desarrolla a través de conversaciones telefónicas. Y acá es donde creo encontrar la ingeniosidad del montaje de Ludi Teatro. De haber puesto a hablar por teléfono a los personajes podría haberse producido un estancamiento en la dinámica dramatúrgica. Ponerlos a conversar de manera normal en un diálogo cara a cara hubiera sido una evasión del recurso dramático que transversaliza el original. La comunicación telefónica entre padre e hija enfatiza la lejanía que se constituye cuando las distancias no pueden vencerse.
Los diálogos van agregando bemoles al transcurrir dramático. La puesta alcanza unos 45 minutos de indetenibles conversaciones nerviosas que giran, se repiten y machaquean sobre asuntos que denotan la forma tan diferente que la hija y el padre enfrentan el duelo.
En la cama con mi padre (por circunstancias) es una obra donde late un imaginario dramático que Miguel Abreu, director de Ludi Teatro, ha sabido auscultar. Al pulsar el texto, que no es del todo teatral ni del todo literario, hace que la puesta en escena adquiera un ordenamiento que acentúa la gravedad de la trama.
El joven y experimentado director ha asumido además el rol de un atento dramaturgista. En esta alternancia de roles confirma que sabe llegar a la médula de lo teatral y descubrir el espesor de signos capaces de dar significación certera, sin vagancias ni merodeos, a sus propuestas escénicas. Ante el escaso rendimiento del texto da un giro de soberano calibre performativo a los personajes que deslumbra y saca a flote la puesta.
En la adaptación del original que vemos el texto se energiza desde la focalización subjetiva y la tangible corporalidad de los personajes que se debaten entre la autonomía y la dependencia, y la muda entre esos dos estados anímicos.
Evelio Ferrer Rojas es el padre y Sindy Rosario es la hija. Estos personajes desarrollan un discursividad de direcciones inesperadas. No hablan por teléfono como tal. Las enunciaciones tienen el ánima de la cercanía y de la decidida lejanía.
Destaco la actuación de Sindy Rosario que desde su aparición en escena mantiene una corporalidad viviente librada del signo lingüístico, más allá del texto. Ella hace del montaje una indetenible enunciación que sobrepasa lo verbal. Su actuación es un incesante acto que desborda en acciones y disfrutamos un hacer escénico donde el finamente construido accionar corporal genera un efecto que maniobra la percepción de la obra.
Esta vez Ludi Teatro nos da una nueva oportunidad de disfrutar de la dimensión de la teatralidad de un texto que llega desde la puesta en escena.
Foto: Sonia Almaguer