Por Ulises Rodríguez Febles
El panel dedicado a la relación de Miriam Muñoz en la formación de jóvenes actores y la segunda edición de la Unidad Docente Carucha Camejo, este último como espacio pedagógico validado por la educación artística, nos hace reflexionar en un aspecto que influye en la existencia de nuestros grupos y en algunos casos, en la supervivencia de otros, que carecen de actores para mantener su repertorio y el nivel artístico imprescindible.
Los jóvenes son el sostén, el presente y el futuro, tanto en la actuación, como en otras especialidades teatrales que son vitales para una continuidad coherente, orgánica y renovadora de nuestro teatro, como es la importancia de la dirección artística, teniendo en cuenta la pérdida de algunos líderes fundadores, que se ejemplifica en el caso del fallecimiento de Pedro Vera de Teatro D’ Sur o la ausencia de Pedro Franco en El Portazo, líder de una agrupación con una sólida trayectoria y una poética consolidada, precisamente con actores jóvenes.
En el caso de los actores, más allá de los talleres y de la Unidad Docente, la carencia es visible, especialmente en algunas agrupaciones, en lo que influyen los factores económicos y sociales, pero también la inexistencia desde los grupos de una estrategia común, en los que incide la imposibilidad (o la demora burocrática) de nuevas entradas al sector de jóvenes formados en nuestras agrupaciones, que al menos en algunos casos, especialmente en núcleos artísticos donde hay maestros como René Fernández Santana o Miriam Muñoz, pueden ayudar a mejorar una situación compleja y alarmante.
Por ejemplo, la combinación de espectáculos de actores profesionales y los jóvenes del Taller Alas Teatro, de Icarón, han ayudado a mantener la programación y la existencia del grupo. En Teatro de Las Estaciones, una nueva generación de actores formados en la Carucha Camejo, ha defendido varias propuestas, simultaneado con los actores más reconocidos, y hasta obtenido premios en festivales internacionales.
En nuestro teatro, como en otras esferas de la sociedad, hay éxodo de actores, fuga hacia zonas de trabajo de mayor remuneración económica, y muchas otras cuestiones, incluidas las artísticas. Lo cierto es que solo Teatro de Las Estaciones, tiene el lujo de tener varios elencos, algo que su director Rubén Darío Salazar ha sabido trabajar y estimular, lo que le permite explotar su repertorio activo, movilizar el histórico, propiciando que como público, lo mismo podamos ver obras tan diversas como La campiña encantada, El patico feo o Carnaval, que es el último estreno, sin recurrir a la defensa de su existencia como grupo con actividades sistemáticas como soporte que lo potencian, lo dinamizan, pero deben ser propuestas alternativas a la coherencia de su de repertorio y explotación.
Jovenes directores han surgido en el nuevo siglo en Matanzas, Pedro Franco ( El Portazo), el más premiado; Rocío Rodríguez Fernández (Teatro El Mirón Cubano), Lucre Estévez (Icaron Teatro), Pedro Rubí, con algunas incursiones y líder de Figurarte o Luis Manuel Valdés, director de Noria, que también es diseñador, un colectivo que refresca, potencia la estética callejera, en una ciudad en la que se ha convertido un referente desde la década del 90 por la trayectoria y defensa de El Mirón Cubano.
Quiero terminar con tres novedades del 2023, primero el más contundente artísticamente, el nacimiento o mejor la evolución de una joven directora, como María Laura Germán Aguiar , actriz, dramaturga y su proyecto I Want, que muestra el inicio de un camino, un acto esperanzador para nuestra escena, por lo inteligente, imaginativo y diferente de su propuesta o apuntar el nacimiento de un núcleo como Trébol Gitano, que lidera Anthony Bernal , que muestra otra zona de interés creativo o al menos, el trabajo y unidad de jóvenes, que buscan un camino, y se superan por diferentes vías.
Las experiencias de Teatro Vida, que dirige Ángel Roman y su trabajo con niños, con varias propuestas teatrales es otra zona, que vive en el mapa, entre lo estabilizado y lo alternativo.
Creo que a los más maduros teatristas les corresponde abrir posibles caminos, y que cada cual busque, defienda, demuestre de lo que es capaz. A los jovenes, sedimentar su formación, proponer, luchar por mostrar su fuerza, el liderazgo de una nueva generación, que le es imprescindible beber y respetar a los maestros, pero también desafiar lo existente; una generación que es vital que exista, que demuestre su talento y de alguna manera, nos salve de los espacios vacíos, y los cubra con su ímpetu.
En portada: I want, de María Laura Germán Aguiar