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Llega Manteca al Museo de Esculturas de la Dramaturgia Cubana

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Por Giselle Bello

Para conmemorar los treinta años del estreno de Manteca, se inauguró la mañana de este miércoles 18 de octubre la pieza número 24 del Museo de Esculturas en Madera de la Dramaturgia Cubana de la Casa de la Memoria Escénica dedicada a la emblemática obra de Alberto Pedro.

La nueva adquisición de la institución yumurina, al igual que las anteriores es fruto del imaginario creativo del artista Adán Rodríguez Falcón y el la describe como “trasgresora y atrevida”, juega con la idea del cerdo alcancía y con el concepto de “reproducir un patrimonio y buscar alternativas a la situación”.

La develación de cada escultura trae siempre aparejada alguna sorpresa y en está oportunidad pudimos disfrutar de la presencia del actor Michaelis Cue, quien interpretó a Pucho en la puesta de Teatro Mío en 1993, y de la especialista Vivian Martínez Tabares, así como de un fragmento del texto interpretado por la actriz Mirian Muñoz.

En una Sala Abelardo Estornino repleta de público, Cue compartió recuerdos de la que para él resulta uno de los roles más entrañables que ha desempeñado y reveló las claves que nos acercan a una comprensión más plena de ese fenómeno teatral que fue Manteca.

“Esta es una obra-taller de arriba abajo, que fue creciendo en un proceso vivo. Hay escenas que son tal y como Alberto Pedro las concibió pero otras surgen de las improvisaciones, los encuentros y desencuentros, las broncas”.

Narró cómo, en el contexto de la Cuba de inicios de los noventa, el drama de los personajes era el mismo que sufrían los actores en su día a día. “Todos estábamos descomidos, vivíamos en una ciudad muerta, donde no había cafeterías, no había qué comer”.

“Alberto se enfocaba mucho en la relación y la posible rivalidad entre los actores, entonces el venía donde yo estaba y me hablaba mal de Jorge Cao y luego hacía lo mismo con él, era su manera de alimentar el conflicto entre Pucho y Celestino”.

Por su parte, Vivian Martínez Tabares, abordó las rupturas y osadías que convierten a esta puesta en un “hito en el teatro cubano de los noventa” que  abre “un espacio de debate social, activo y plural” en el que el dramaturgo no fue un lector costumbrista de la realidad sino que supo darle una dimensión filosófica y conceptual, procesar la inmediatez de lo vivido con un alcance mayor”.

“Se estrenó en lo que es hoy la sala Tito Junco del Bertolt Bretch en el momento más duro del Periodo Especial, cuando había apagones de muchas horas, y el grupo decidió hacerla sin contar con luz artificial, un elemento técnico que en el teatro es tan importante para dar atmosferas, para cambios de ambiente. Se hacía con la escena de perfil al ventanal de la calle Línea, con luz natural.

“En Manteca se cruzan los elementos realistas con los del absurdo y del teatro de la crueldad. Las expresiones lógicas de la vida cotidiana se convierten en un discurso disparatado e ilógico. Tiene también una trascendencia universal pues, aunque está enfocada en una situación concreta de Cuba, habla de inquietudes, tensiones y aspiraciones del individuo”.

Aunque no pudo estar presente, el actor Jorge Cao, quien hizo de Celestino en 1993, envió un mensaje grabado en el que felicitó a la institución por “salvar del olvido” la historia del devenir escénico de la Isla.

La mañana del 18 resultó igualmente propicia para inaugurar, en la Galería La Vitrina de la Casa de la Memoria, una exposición de seis carteles del diseñador Juan Antonio Carbonell, realizados durante la década de los ochenta para Papalote, testimonio de una época dorada del teatro de figuras en Matanzas.

En portada: La escultura de la obra Manteca. Foto Adversy Alonso.