Por Perla González
Inteligencia, sutilezas, finura y despelote podrían sintetizar la esencia de La vida es vieja, obra que marca con la palabra exacta y el gesto adecuado la epopeya de quienes habitamos la Cuba de 2024.
Un elenco de lujo, con la mixtura de experimentados y noveles actores mantiene a carcajadas al público que abarrota teatros y puja por volver a disfrutar la obra que dirige el ilustre Osvaldo Doimeadiós, escrita por el humorista, actor y guionista Miguel Moreno Rodríguez, más conocido por La Llave, del programa Deja que yo te cuente, de Cubavisión.
Tres cuadros conforman el espectáculo de poco más de una hora, que aborda los actuales fenómenos sociales desde el “punto de vista” de nueve mujeres en contextos distintos, pero en convivencia con el tiempo.
El primer y segundo cuadros dicen con la sola alusión a los nombres de los personajes: Mentira, Hermosura, Intriga e Hipocresía, mientras el próximo usa Fe, Esperanza y Caridad.
Desde mi neófito sentir de aficionada es lo mejor y más acabado de La vida es vieja, aunque el público se desborda con las travesuras de cuatro ancianas Marrona, Ramona, Romana y Marrana, de las cuales una pasa de ser la del verbo incólume al puro desorden.
Según los propios creadores, el espectáculo juega con el humor, la teatralidad y la filosofía. “Dialoga con la sátira tradicional como camino para sortear las asperezas de la realidad. Sin rozar la desesperanza, se acerca también a temáticas como el envejecimiento y el entramado social”.
La Muerte ronda constantemente a los personajes para perecer al final, demostrando la factibilidad ficticia de que la Vida vence a la Muerte. ¡Que viva la Vida! Es la exclamación final,… la Muerte cae.
Tomado del periódico Trabajadores