Por Omar Valiño
Este 28 de febrero, la sala Llauradó cumple 20 años. Cuando llegó a 18, en plena pandemia, le dediqué una entrega de esta columna. Poco tendría que agregar a las virtudes de trabajo de ese espacio entonces expuestas, excepto la elocuencia de los datos que ahora tengo, redondos, en la mano.
No solemos justipreciar las cifras en el ámbito de la cultura, cuando no es que las menospreciamos claramente. Nunca he estado de acuerdo: los datos también sintetizan el conjunto de una experiencia laboral jalonada por fértiles procesos de gestión cultural.
Allí en la sala Adolfo Llauradó, como señalé hace dos años, siempre hay función. Ese es su pacto estable con un público fiel. Nombre en honor permanente del gran actor cubano y surgida bajo la égida de Raquel Revuelta, sobre el terreno donde su hermano Vicente nos regaló hace tres décadas Medida por medida, aquel «manto freático» surte a un colectivo encabezado, desde hace mucho, por Juan Carlos Núñez.
Pequeña y céntrica, ha sido el caballo de batalla de un complejo cultural bien diseñado, pero imposibilitado de completarse por limitaciones objetivas. Mucho menos costoso resultaría el mejoramiento de la iluminación de las calles aledañas para facilitar un mejor acceso a sus demandantes.
Acotada gran plaza de eventos de distintas características, se repiten con su frecuencia habitual el Festival de Teatro de La Habana y el Mayo Teatral, las Semanas de Teatro de diferentes países, Elsinor y las Artes, del Instituto Superior de Arte. Clásicos como la Feria del Libro (subsede del programa de la Casa Editorial Tablas-Alarcos) y la Bienal de La Habana, o citas en provincias que tienen allí su parada habanera, así como eventos de convocatorias especiales.
Durante estos 20 años han subido al escenario 617 espectáculos con 131 estrenos en 6 048 funciones, 346 como promedio anual, prácticamente una función diaria. A dichas puestas, 35 diferentes por año, han asistido 416 996 espectadores, con una recaudación de 1 631 547 CUP, a pesar de los bajísimos precios del teatro en Cuba.
Siempre activa, abierta y dispuesta, los números, nunca fríos en verdad, son otra forma de significar el valor de dos décadas de la Llauradó, medida por medida.
Foto de portada tomada del perfil de Facebook de la Sala Adolfo Llauradó.