En la Llauradó siempre hay función

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Por Omar Valiño

El próximo domingo 28 de febrero, la Sala Adolfo Llauradó arriba a sus 18 años. Aunque no son tantos como pueden exhibir otras instalaciones, su productivo desempeño la ha convertido en un punto insoslayable de la geografía teatral cubana.

Donde se levanta, en el patio de la Casona de Línea, mi generación recuerda vivamente Medida por medida, aquel Shakespeare al aire libre donde Vicente Revuelta transformaba en lenguaje la precariedad del periodo especial. Y es que Teatro Estudio, el grupo escuela de la etapa revolucionaria, había tenido por décadas en la Casona su cuartel de ensayos y vida cotidiana. Radicado allí por completo desde comienzos de los 90, bajo la dirección general de Raquel Revuelta, la exigencia natural del trabajo demandaba una sala.

Y fue con un Moliere, su conocido Tartufo, precisamente en una puesta de Raquel, que quedaría inaugurada la sala en 2003, también bajo su dirección y con el imantador nombre de ese actor por antonomasia que fue Adolfo Llauradó. Esa cota y la cultura profesional de Teatro Estudio han marcado su derrotero hasta hoy. En el impulso a su construcción fue decisivo Julián González, entonces presidente del Consejo Nacional de las Artes Escénicas. En la primera conducción Alberto Oliva. Y después, y hasta hoy, Juan Carlos Núñez.

Desde entonces las cifras son impresionantes para una sala de poco más de cien butacas, aunque suelen estirarse ante el acostumbrado flujo masivo de espectadores, o al salir al patio contiguo hacia múltiples actividades. Casi medio millón de espectadores en alrededor de 6 000 funciones y más de un centenar de estrenos constatan el sistemático e intenso trabajo.

Seguido, de un lado, por un público creciente, fiel y renovado que sabe, con los ojos cerrados, que en la Llauradó hay función. Y, de otro, por un gremio siempre demandante de la sala, porque le gusta su escala tan cercana, a pesar de sus limitaciones físicas, su posicionamiento ante los espectadores y especialistas, y la «política del sí» de su equipo de técnicos y trabajadores, dispuestos a resolver cualquier solicitud. Dicha cultura profesional tiene que ser cultivada cotidianamente y en cada detalle.

El nacimiento de la Llauradó fue capital para proyectar el circuito teatral de la calle Línea, engranaje mucho más abarcador que la simple sumatoria de distintos espacios teatrales preexistentes o construidos después, y cuyos propósitos están lejos aún del esplendor posible.

En la medida en que, con centro en la Llauradó, otros espacios de la Casona sirvieron, y no solo en programación, a eventos de todo tipo, festivales internacionales, talleres, ferias del libro, cónclaves, encuentros y fiestas, el cnae declaró al conglomerado Centro Cultural Vicente Revuelta.

Para el asiento cotidiano de un espacio que brinde servicios de información, formación, investigación y promoción del teatro de una manera integral, mediante el cobijo de instituciones afines a estos objetivos, es necesario concluir la prolongada inversión en la Casona. Y, en mi opinión, dotarla de una nueva sala para refrendar, con el nombre del más grande director teatral cubano un espacio que, de manera real, nombraría el Centro Cultural Vicente Revuelta.

Completaría la verdadera existencia de un complejo en la Casona de Línea y brindaría un espacio de representación flexible a varios formatos de organización entre escena y público, tal como quiso y practicó Vicente en su teatro, hasta allí mismo, en una tipología de sala que no abunda en la ciudad pero sí en las propuestas escénicas de muchos grupos. Con asientos en módulos móviles para ser distribuidos por el espacio según el diseño de los directores y grupos. La construcción no tiene que afectar el carácter patrimonial porque se ubica dentro de los límites del edificio y respetando sus características.

Paradojas del teatro, hablo ahora sobre una sala cerrada, pero que, con todos esos signos presentes y desafíos de futuro, volverá en un tiempo cercano con los deseos acumulados de puertas abiertas para proseguir los muchos encuentros del teatro en medio del Vedado.

Foto de Portada: tomada de Granma digital