Por Frank Padrón
Hay fechas que, pese a las circunstancias, no debemos pasar por alto, entre ellas el dieciocho aniversario de la Sala Llauradó, referente ineludible dentro del desarrollo escénico del patio.
Y cuando decimos patio, la connotación es también literal, como quiera que el recinto se enmarca en esa espaciosa área de la Casona, sita en Línea y D.
Como siempre en estos casos hay que acudir inevitablemente a las estadísticas, debe recordarse que en este lapsus, la instalación ha propiciado cinco mil 936 funciones desde su exigua capacidad de 126 lunetas para una asistencia de 474 880 espectadores, a lo largo de 113 estrenos.
Ha sido sede de importantes eventos como el Festival de Teatro, el Mayo Teatral, el Festival Aquelarre, la Bacanal de La Habana, la Bienal de Danza del Caribe, la Feria del Libro, el Festival de las Artes, los Traspasos Escénicos, así como las Semanas de Teatro alemán, polaco y francés.
Además, ha sido espacio idóneo para los talleres ofrecidos por artistas del prestigio de Les Luthier para humoristas, o el de Dramaturgia para jóvenes creadores, impartido por los especialistas del Royal Court. En aquella pequeña sala, más de un trovador y agrupación musical han ofrecido recitales.
Allí encontró también un hogar el teatro para niños, pues cada fin de semana matutino ha visto desbordar su lunetario de pequeños espectadores y acompañantes adultos.
Me gustaría ceder la palabra a uno de sus más entusiastas colaboradores, el teatrista Raúl Martín, quien con su Teatro de La Luna ha sido huésped sistemático de la sala. Él celebra en su muro de Facebook así:
«Este 28 de febrero el teatro cubano está de fiesta. Y aunque nos tocó, por primera y espero que única vez, celebrarlo a distancia; el regocijo es inmenso. Es hermosa la historia de esta sala de teatro. (…) Han pasado por aquí muchos de los mejores espectáculos cubanos y también de los visitantes. «El caballo de batalla del CNAE» le dicen muchos. Y es que, como pocos espacios, logró, en muchos momentos, presentar hasta tres espectáculos semanales, compartiendo temporadas.
(…) La Adolfo Llauradó me ha regalado algunas de las mayores emociones de mi vida, no dudo en decirlo.
No digo nombres, para no caer en el peligro de algún olvido, pero cada uno de los que allí trabajan, encabezados por nuestro Juan Carlos Núñez, pueden sentir como suya esta fiesta, porque es gracias a ellos que hoy estamos celebrando».
Y aunque evita por delicadeza nombrarlos a todos, es bueno que Martín sí lo haga con Juan Carlos, quien más que un director ha sido todo un promotor. Su desvelo por todos los detalles, su atención a la prensa, su interés por dar al lugar la dimensión alcanzada, han tenido mucho que ver con que aquel sueño de Raquel se haga tras cada función una hermosa y perceptible realidad.
Y así, lo han hecho también promotores, técnicos, acomodadoras, porteros, personal de limpieza, jefes de escena…
Felicitemos a la Llauradó con la certeza de que cada aplauso que nos han arrancado sus montajes, y los que vendrán cuando volvamos al teatro, lo damos a la cultura cubana y universal que promueve y a la que tanto ha contribuido.