Por Isabel Cristina Hamze / Foto Elio Miranda
Todo el mes de julio en la Sala El Sótano se presenta la puesta en escena La Gran Tirana, un monólogo de Carlos Padrón dirigido por el joven Pablo Rodríguez Morell quién con esta obra, se inicia como director de Atlas Teatro, un proyecto en formación bajo la cobija de Berenjena Teatro, con dirección general de Marvin Yaquis. Una vez más la fuerza arrasadora de La Lupe llega a los escenarios de la mano de una actriz seducida por los cantos y las historias.
Anna Lucía González Valdés asume el reto de interpretar al personaje que ha tomados tantas voces y cuerpos de actrices de diversas generaciones y estilos. Sin embargo, la joven intérprete asume a La Lupe como fuente inspiradora, como modelo para la construcción de un arquetipo que nos habla sobre la gran cantante cubana, pero también sobre una historia compartida, sobre la pugna entre la vida y la muerte, sobre la dualidad de un artista y un ser humano.
La puesta refuerza este último aspecto desde su estructura y su composición visual. El escenario se divide en dos zonas, una que alude al camerino y otra al escenario. El director logra construir estos dos universos a partir del diseño de luces y la escenografía compuesta por los elementos esenciales para sugerir espacios sin necesidad de ilustrarlos. Un micrófono basta para evocar el escenario de La Red y cualquier otro conquistado por La Yiyiyi. El camerino está recreado por una cómoda antigua, un neceser con cosméticos y joyas, varios atributos religiosos, un tambor, zapatos y los vestuarios diseñados por Inés Delgado Suárez.
Un espacio íntimo, confesional, poblado de recuerdos y dolores, de fantasmas del pasado, y un espacio público, lleno de artificio, luces y aplausos. La relación de estos dos espacios paralelos sitúa al espectador ante una dinámica singular que le permite descubrir a las dos Lupes de las que hablaba Olga Guillot, la del escenario y la de la vida. Anna Lucía logra interpretar a la mujer santiaguera, luchadora, fuerte y débil a la vez, pero también es La Lupe tirana, vampiresa y tremenda que vive aún en sus canciones.
La actriz se vale de diferentes recursos para construir al personaje en sus dos planos. En el camerino tiene la palabra, las historias de sus venturas y desventuras. Frente al micrófono tiene la música, la piedra y la bomba. Anna Lucía canta los temas de La Lupe siguiendo su pauta gestual pero conserva un timbre propio que salva su interpretación musical de la imitación y la convierte en ofrenda sincera. Los momentos musicales del espectáculo matizan el dramatismo del texto y cautivan al público quien, tras cada canción, aplaude a la actriz.
La narratividad del texto obliga al director a componer, junto a la actriz, una serie de rituales cotidianos que llenan la escena de acción. Una acción ascendente que acompaña al texto y le otorga nuevos sentidos a la interpretación cautivando por su fuerza y emotividad. El personaje bebe constantemente, sin embargo cada vez que se lleva la copa a los labios el ron parece tener un distinto sabor, cada vez más amargo, más ardiente. Lo mismo ocurre con las ofrendas religiosas que realiza, cada vez se vuelve su fe más reacia. Así sobreviene poco a poco el delirio de esta mujer que tocó la cima con la punta de sus dedos y, como en una premonición de Ifá, cayó por las escaleras.
La Gran Tirana es una puesta en escena auténtica y coherente con la pasión de estos jóvenes por el personaje de La Lupe. El texto de Carlos Padrón sirve otra vez como puente entre La Yiyiyi y los que, desde el teatro, desean recordarla. Pablo Rodríguez Morelly Anna Lucía González Valdés con Atlas Teatro, a 80 años del nacimiento de Lupe Victoria Yolí, se aprestan a convocar su espíritu inquieto como el gesto amoroso de quienes se empeñan en sostener, sobre sus hombros, el peso del universo.