Por Yeilén Delgado Calvo
Es difícil pensar en lo que vivirá Cuba mañana y no sentir la inminencia de lo histórico.
El país en pleno deberá pronunciarse a favor o en contra de un nuevo Código de las Familias. Para las cubanas y los cubanos bastará estampar una cruz frente a uno u otro monosílabo para expresar su voluntad. Parece sencillo, pero ese acto, el proceso que lo ha antecedido y lo que puede venir después han sido y serán determinantes para la vida de cientos de personas, y también para la nación en su conjunto.
La de este domingo resultará una cita de la Isla consigo misma, estará de frente a sus virtudes y defectos, al amor que la caracteriza y a los estereotipos que la lastran, al crecimiento y a la tozudez, a la solidaridad, a la empatía como signo supremo de la evolución humana.
Votar mañana no será un simple acto individual; con una u otra decisión se estará sellando el destino de las muchísimas familias que se alejan del modelo tradicional, que existen, que funcionan; se permitirá o no poner en práctica preceptos vitales de la Carta Magna y profundizar las esencias de un Estado socialista de derecho y justicia social; se respaldarán o no los derechos de todas las personas a amar sin ataduras, a contraer matrimonio, a vivir maternidades y paternidades deseadas, a no ser menospreciadas, violentadas, invisibilizadas…
Someter este texto profundamente revolucionario, necesario porque la sociedad cambió y hay que mirarla de forma diferente, es –ya se ha dicho– una determinación «valiente, audaz y democrática» del Gobierno, y quizá su mejor saldo sea esa mirada interna a la que nos ha enfrentado, porque la conciencia no se crea por decreto, se forja con sucesivas luchas, y esta es una de ellas.
El nuevo Código de las Familias es el documento de la ternura, el que nos convoca a encontrar la unidad desde nuestras diversidades, a asumir el respeto como una forma de amor, una que libera; es una ley «con voluntad de hacer amanecer».
Este domingo es especial domingo porque Cuba se pondrá a prueba una vez más, y podrá refrendar con su Sí, en medio de muy adversas condiciones, su capacidad de siempre soñar con ese mundo mejor posible al que nos conminan a renunciar los asesinos de utopías. En nuestras manos, también el destino de la Patria, esa que en definición martiana es «comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas».
Fuente: Periódico Granma
Imagen de portada tomada de Facebook