Por Frank Padrón
Los 505 años de la capital fueron celebrados por todo lo alto en una gala artística hace unas noches donde se cantó a esa añeja pero siempre joven ciudad que, aun con los “achaques” propios de las condiciones actuales muestra el esplendor de la que se ha considerado una de las más hermosas urbes del mundo.
Detrás del muro se nombró el espectáculo que bajo la dirección artística de Ulises Aquino y Efraín Sabas (dirección general) convocó a un numeroso público en una de los sitios más representativos de esta provincia: la Plaza de Armas. Aunque hubo un amplio lunetario para invitados, muchos vecinos rodearon el parque y los contornos del emblemático lugar y permanecieron hasta el final convocados por la indudable calidad de la propuesta artística.
Como el espectáculo se enmarcó dentro de la Bienal de la Habana, la instalación El árbol de las mil voces, del francés Daniel Hourdé presidió la Gala. Se trata de un conjunto de 15 metros de alto donde en vez de hojas, hay páginas de libros que reproducen textos de grandes nombres de la literatura (desde Goethe y Lorca a Paz y Kundera), los cuales a su vez van cambiando a otros autores incluso más contemporáneos.
Bajo ese imponente follaje literario sonó música cubana y universal, cubanamente universal y universalmente nuestra, en voces e instrumentos que más allá del lucimiento puntual, se unieron en el afán de rendir tributo a la festejada: la antigua Villa de San Cristóbal de la Habana.
No pudieron faltar las palabras de quien fuera el eterno andariego, el gran estudioso y cronista de la Habana: su historiador Eusebio Leal, quien desde el audiovisual volvió a impartirnos brevemente una de sus inolvidables clases magistrales. De hecho, la máxima “Leales a la Habana” preside las múltiples actividades que se desarrollan en el marco de la celebración por la significativa fecha.
El Coro del Teatro Lírico Nacional y la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro respaldaron notablemente a los solistas, a veces protagonizando dúos o tríos, bajo la sólida batuta de quien también rigió musicalmente el programa: el maestro Yosvani Duarte.
El programa resultó equilibrado y variopinto. Gretel Cazón desplegó todo su donaire y sensualidad, revistiendo una voz de variados matices, que se pasea entre los diversos registros lo mismo para «atacar» una zarzuela española como La Verbena de la Paloma, que para introducirse con gracia en el musical norteamericano, o bordar un clásico de nuestra cancionística como Quiéreme mucho, acompañada del maestro Aquino y el tenor Humberto Bernal.
Este último , dicho sea y no de paso, es uno de nuestros más centrados cantantes líricos, con un timbre precioso y una envidiable afinación, lo cual (de)mostró en difíciles y célebres piezas como No puede ser, de la zarzuela La tabernera del puerto.
La Ópera de la Calle y el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba brillaron tanto en una coreografía inicial con eco en nuestros ancestros folclóricos, como en un hermoso y bien empastado góspel, líneas ambas que han estado en las matrices de actuación de ese maravilloso proyecto, rompedor de los límites entre lo culto y lo popular que dirige Aquino.
Las dos parejas de conductores se mostraron sobrios y comunicativos, vistiendo elegantes trajes blancos diseñados por Ismael de la Caridad. Solo hay que evitar algunos vicios como esas innecesarias reafirmaciones («Así es, Fulano» ,»Claro que sí, Mengana») que empañan siempre un tanto la comunicación.
El final, por todos los participantes, con Venga la esperanza, de Silvio (por cierto, otra recomendación a quienes escriben el guion de los conductores: no basta decir que se trata de una significativa canción nuestra, debe mencionarse el autor) coronó sin dudas más de una hora de la mejor música de aquí y allá, ideal para reverenciar a esa dama señorial, tan antigua como renovada que sin dudas recibió orgullosa y a la vez modesta, los vítores por los más de cinco siglos de fundada.
Foto de portada: Tomada de la página oficial en Facebook del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba