Por Frank Padrón
Otra de las notables puestas que fueron incluidas en la programación de la Semana de Teatro Alemán, recientemente finalizada en la capital cubana, fue Todos mis hermosos caballos, un texto de Michael Kohlhaas en versión y puesta en escena de Atilio Caballero, para su grupo Teatro de la Fortaleza.
En puridad, los cienfuegueros han traído una aventura performática, donde la hibridación, la contaminación y la intertextualidad constituyen la esencia, no lejos de los montajes «documentales» que la compañía emprende habitualmente.
Esta vez, la experiencia «equina» del dramaturgo alemán, se funde con la del actor Abel Domínguez , quien asume el monólogo, en realidad diálogo, pues tiene mucho que ver con sus vivencias infantiles relacionadas con su amor por los briosos corceles —permiso de Onelio Jorge– y los traumas consustanciales a no poder llevar a cabo plenamente ese sueño.
La estructura dialógica del texto escénico erigido por Atilio y sus colaboradores implica la interacción con referentes que (así lo explica el adaptador cubano en las notas al programa), inmiscuye autores tan diversos como el propio Cardoso, León Tolstoi o Aquiles Nazoa, entre otros.
De cualquier manera, el relato dramático reflexiona sobre la soledad, la frustración, los anhelos y el perenne aprendizaje, los nuevos descubrimientos y toda la gama de sentimientos que tejen el humano discurrir en esto de emprender vuelo… o galope, para estar más acorde con la metáfora y su realidad (tan literal también) que anima lo mismo la novela decimonónica en tanto hipotexto, como en el hipertexto que constituye el resultante, incluidas las vivencias del actor Abel, quien se desdobla en su propio personaje/actante, dentro de una provechosa entronización de las enseñanzas brechtianas, ese «distanciamiento» que realmente acerca.
Todos mis hermosos caballos es también un melánge artístico que contempla la realización in situ por el artista de la plástica Daniel Antón (coautor del diseño escenográfico, tan sencillo como funcional), de los animales emblemáticos: una talla en madera y alambre, en conexión directa con las vivencias del discursante escénico, así como la ejecución de la violinista María Karla Rifat, quien transita otra provechosa mezcla que va de Saint-Saens y Glazunov a Rollings Stones y Hermann Schein.
Hermosa y original experiencia sin dudas, esta que nos propone Teatro de la Fortaleza, desde Cienfuegos a La Habana, desde Alemania al mundo.
Fotos Sonia Almaguer
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