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La danza como objeto, sujeto y metáfora en el videodanza

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Por Roberto Pérez León

A propósito del XVII Festival Internacional de Videodanza que tendrá lugar del 21 al 23 de abril en diferentes sitios del centro histórico de la ciudad reflexionemos sobre el cuerpo y la imagen en movimiento.

Contamos con una cita definitoria del realizador Douglas Rosenberg:

La pantalla como espacio coreográfico es un lugar de exploración de la danza como sujeto, objeto y metáfora. Un lugar de encuentro para ideas de tiempo, espacio y movimiento. Ni la danza ni los medios para manifestar (la coreografía) están al servicio uno de otro, sino que son compañeros o colaboradores en la creación de una forma híbrida.

Como investigador y productor de videodanza Rosenberg concreta:

La videodanza es la construcción de una coreografía que sólo vive cuando está encarnada en un video, film o tecnologías digitales.

En los setenta del siglo pasado Merce Cunningham ya vislumbraba las posibilidades del videodanza:

Tengo la sensación de que el video evolucionará y se desarrollará mucho más que el cine: pronto las pantallas serán mucho más grandes y mejores y entonces la energía será muy diferente.

Es indiscutible el lugar de Merce Cunningham en la concepción inicial del videodanza. Las nuevas tecnologías centraron su atención. Como coreógrafo es uno de los iniciadores del audiovisual como medio que potencia la danza. En 1979 Cunningham concibe Locale creada para video donde todo el ejercicio coreográfico se planteaba para la cámara. Desde entonces el mundo de la danza indaga y se compromete de manera transdisciplinaria para ensanchar las posibilidades estéticas.

Merce Cunnigham en Antic meet. Foto Archivo Cubaescena

En cuanto a nosotros, tenemos cierta experiencia en el audiovisual como registro de la danza ya sea ballet, danza moderna y contemporánea. Sin embargo, a partir del indetenible y más reciente escenario de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, no podemos decir que la videodanza sea una práctica consuetudinaria.

Cierto que contamos con un grupo de jóvenes bailarines, coreógrafos y realizadores que se interesan por la videodanza; además, cuenta el país con eventos periódicos para fomentar la creación audiovisual: DVDanza Habana: Movimiento y Ciudad, concurso que se realiza en el marco del Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos: Habana Vieja ciudad en movimiento, conjuntamente a este proyecto surge el evento de Tecnologías que danzan.

No obstante, considero que como práctica artística la videodanza no tiene un desarrollo significativo ni en obras ni tampoco en producción teórica entre nosotros. En este mismo espacio y en tiempos de pandemia, cuando hubo un boom de la videodanza, me hacía una serie de preguntas que ahora regreso a ellas. Y es que el ensamblaje entre danza y tecnología cada vez es más categórico.

¿Estamos ante una nueva exploración de la expresión de un cine experimental que da más al arte cinematográfico que a la danza misma? ¿Danza audiovisual, videodanza, coreociber, coreofilme, película-danza? ¿Esto significa que afrontamos una nueva identidad del movimiento? ¿Los artefactos tecnológicos con afanes estéticos corroboran el involucramiento de la danza en la imagen movimiento o a la inversa? ¿Es la danza manipulada por las técnicas del audiovisual digital y se llega a la danza-digital?

Todo es posible en la cibercultura. Los algoritmos orgánicos que constituyen la vida serán sustituidos por los algoritmos matemáticos de la Inteligencia Artificial. El carbono podrá ser suplantado por el silicio.

En medio de este vertiginoso cambio de paradigmas, posicionamientos y cuestionamientos del humanismo, la danza también es sometida a la objetividad tecnológica que junto a la subjetividad artística hacen el enroque dador de un acto creador dentro de la pragmática de la pluridimensionalidad de la cámara y la pantalla.

En Coreociber o remedio casero contra la monotonía: ¿Respuesta de la danza ante la situación epidemiológica? publicado en este mismo medio ya he tratado la temática. Ahora quiero llegar al acercamiento entre danza y audiovisual a través de dos ejercicios artísticos que pueden permearse en la práctica dada las potencialidades de posproducción del video.

¿Cuál es la diferencia entre la videodanza y el videoclip? ¿Cómo es que se produce el cruce creativo entre el realizador audiovisual y el coreógrafo?

Podrá haber muchas definiciones de lo que es un videoclip, pero todas coincidirán que se trata de un registro audiovisual de una canción o pieza musical con fines promocionales, una estrategia de marketing, un particular discurso para alentar el mercado. Un videoclip es un género audiovisual de hibridación donde también cabe la danza como forma de interpretación del movimiento corporal ante la cámara. Por su parte el videodanza se libra de la función publicitaria del videoclip.

El videodanza no es un registro, no muestra la danza a través del audiovisual. El videodanza es la asociación artística entre el video y el cuerpo en movimiento. Se trata de una redefinición estética tanto del video como del movimiento y su corporalidad.

La relación simbiótica entre la cámara y la danza da la posibilidad de concebir dimensiones espacio-temporales inagotables y físicamente imposibles de producir en vivo. Así se genera “la recorporeización del cuerpo que baila” según Rosenberg. El salto sin límites, la pirueta imposible, el giro interminable se convierten en elementos significantes gracias a los programas de edición, los desplazamientos de cámara, la composición de diversos planos, la velocidad y sus posibles alteraciones, los sonidos integrados.

Una videodanza precisa de una forma coreográfica propia porque no se trata de poner la cámara delante del danzante y ya. El medio se erige como elemento definitorio de la obra con nuevos significados y significantes a los que se llega por la edición luego de la destreza de la cámara ante el accionar coreográfico.

El proceso de deconstrucción propio de la videodanza se produce bajo los presupuestos de la cibercultura donde los nuevos códigos, los artificios tecnológicos deciden la mediación corporal que es el fin de la construcción de la imagen digital.  Entre el realizador audiovisual y el coreógrafo tiene que existir una fusión de creatividades.

La videodanza es otra manifestación dramatúrgica del movimiento del cuerpo. No se trata de una reproducción. Aunque el fantasma de las reflexiones de Walter Benjamín puede acechar desde su “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” donde el filósofo cuestiona la autenticidad de una reproducción: “Incluso en la reproducción mejor acabada falta algo: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible…”.

La videodanza no es una reproducción sino la concepción de una obra donde la tecnología es constituyente de su esencialidad.

Por supuesto que está claro que nunca la videodanza será la danza. La danza en sí, su manifestación escénica, tiene un caudal de subjetividad que no le corresponde al videodanza que cuenta con la singularidad de otras subjetividades entre el productor y los receptores.

Tendremos oportunidad en este XVII Festival Internacional de Videodanza de enfrentarnos al fenómeno interdisciplinar que es un videodanza donde se entrama el cuerpo, la tecnología digital y la forma audiovisual. Eventos como estos podrán favorecer y contribuir al desarrollo de la danza desde la performance que se amplían con las prácticas disponibles. Permiten desarrollar el conocimiento artístico interdisciplinar, los modelos de pensamiento crítico que incrementarán el capital teórico y práctico alrededor de las nuevas tecnologías para asumir la danza en los ambientes multimediales.

El cuerpo performa eficazmente a partir de un lenguaje no verbal. Se desarrolla entre índices, símbolos e iconos. La compositividad entre cuerpo y tecnologías de la imagen generan enunciados que no solo remiten o dan información como son los enunciados constativos, sino que, además, y sobre todo, puede el cuerpo producir enunciados realizativos que producen acción y forjan efecto.

Entre cuerpo y tecnologías digitales se involucran infinidad de recursos expresivos. La construcción de la imagen específica podrá reconocerse ya sea desde su fuerza indicial, simbólica o icónica. Estamos ante el fenómeno de la performatividad generadora de efectos muy particulares dada la especifica materialidad del discurso resultante. Si el cuerpo performa, podrá producir efectos performáticos. Sobrepasará la representación, la descripción. Tecnológicamente conseguirá generar relaciones de curioso sentido epistemológico dado el carácter disruptivo del arte contemporáneo. La digitalización expande las fronteras de la coréutica a través de nuevos vínculos entre el movimiento corporal y las correspondientes dramaturgias.

La cibercoréutica, como fuerza actuante entre danza, corporalidad e imagen digital, tendrá un abordaje de acto performático: performance, performatividad y efecto performático tanto en los niveles icónicos, simbólicos e indiciales que son los que performan la videodanza.

Continuo espacio-tiempo. Obra de Adolfo Izquierdo. En la imagen, el bailarín Yosmell Calderon.

Los niveles sígnicos y sus efectividades dependerán de la puesta en forma digital, de la concepción estético-ideológica de la propuesta formal. Los efectos e interacciones de la performance del diseño digital serán los productores de sentido.

La concepción artística del realizador del audiovisual se reflejará en la estrategia de las operaciones de la edición performática. Las confluencias, empalmes y encrucijadas entre íconos (relación de semejanza), símbolos (convenciones que establecen una relación indirecta con aquello que refieren) e indicies (señales), en composición con la performatividad del discurso coreográfico, harán posible que los cuerpos de los performers sean una indivisa extensión artística sostenida por la poética de la mediación digital.

El movimiento y su virtualidad da una realidad de hibridez estética. La corporalidad sigue siendo el eje en el videodanza. La forma de relacionar los elementos significantes y sus instalaciones formales no cuenta con lo escénico sino con procedimientos, códigos diferenciados y característicos del acontecimiento medial.

Cierto que la danza ha perdido su aquí y su ahora. Pero ha surgido una nueva obra de arte que no es para nada una reproducción, no responde a los criterios de W. Benjamín en su “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”.

De nuevo dicta pauta Rosenberg:

La línea entre la danza para el teatro y la danza para la cámara se ha tornado cada vez más borrosa en esta era de la reproducción digital. El medio digital ha creado una cultura no lineal y descentralizada que cuestiona el valor del original. En otras palabras, una copia de información digitalmente reproducida tiene tanto valor como cualquier otra copia. Como la danza vive en el cuerpo, tanto en el del bailarín como en el del espectador, se resiste a su reproducción digital. Sin embargo, los artistas que trabajan con imágenes en movimiento, persisten, generalmente con éxito, en su búsqueda por sobrepasar los problemas asociados a la reproducción de la experiencia corpórea de la danza.

Merce Cunningham aseguraba:

Hay que aprender no solo a usar el video sino también a mirar las imágenes que produce.

Aprender a desestructurar para volver a estructurar. El proceso de deconstrucción que tiene lugar en la videodanza se produce bajo los dogmas de la cibercultura donde los nuevos códigos, los artificios tecnológicos deciden la mediación corporal donde, ya lo dice Douglas Rosenberg:

Un gesto pequeño e insignificante en el escenario puede transformarse, cuando se ve a través de la lente, en poético y grandioso, mientras la respiración o los pasos del bailarín pueden convertirse en puntos focales de la obra.

 

En portada: Gabriela Burdsall en Stress. Foto Erik Coll