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Iván se dejó llevar por Ana

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Por Yoamaris Neptuno Domínguez

Iván es un joven de 25 años amante del ″teatro inteligente″. Así se define y, quizás sea la razón que justifica el que por tercera vez llegue al Centro Cultural Bertolt Brecht y, por fin, alcance asiento para ver la puesta Ana, la gente está mirando la sangre. Es domingo y está anunciada que será la última función.

Intenta disfrutar cada detalle en escena: la música, las imágenes, las luces, las sombras, los personajes en su ir y venir, el folclor a flor de piel y hasta esos micrófonos que recorren el espacio. Desde su puesto en la tercera fila al centro, logra distinguir tierra en el piso que antecede el escenario y vislumbra otros elementos naturales que le sugieren agua, fuego, sangre; que hace suponer que allí sucederán cosas interesantes. Se deja llevar.

Desde el inicio distingue la juventud de actores y actrices, a un costado del escenario se divisan instrumentos musicales y sus jóvenes ejecutantes. Se evoca al brillo propio de Tropicana, bailadera, cantadera, show, espectáculo, cubanía. ¡Azúcar!!! Todo esto acompañado por un discurso ¿poético se podrá decir? No lo sabe, solo se deja llevar.

Hansel y Grettel aparecen en escena y, desde la inocencia, temerosos y atrevidos como en su cuento de hadas, hacen derroche de mucho tacto y sensibilidad, otro punto a favor. La travesía se torna difícil e Iván cierra los ojos. A su mente vienen los recuerdos de la noche reciente en la que recibió una llamada de su hermano menor diciendo:

-Aun no le digas nada a la vieja. Estoy en la frontera. No se preocupen, cuando llegue los llamo. Te quiero mi hermano.

Un nudo en la garganta y una lágrima, la primera de muchas durante cuatro días con sus noches de incertidumbre. Vuelve el tema migratorio, como si todo ahora girara en torno a ello…

-Ah, aquí también (piensa). Pero, se deja llevar.

Textos desgarradores que van narrando una historia; perdón, la historia de Ana Mendieta, que no es cualquier historia. Esta Ana cuya historia de vida seduce y es el hilo conductor de la propuesta de Agnieska Hernández Díaz al frente del equipo interdisciplinario La franja teatral. Una historia que comparte las ideas de la guionista, dramaturga, narradora, profesora, poeta, teatróloga; que ha manifestado en entregas anteriores su acercamiento desde la escena a problemas acuciantes donde vuelve el teatro a hacerse eco de denuncias, sin tapujos… pero con una belleza escénica que no se puede obviar. Iván se deja llevar.

Quiere saber quién es Ana, cuál puede ser el motivo de ser la escogida para protagonizar esta obra y se encuentra con una mujer, artista, rebelde, feminista sin reservas, evidentemente marcada por su pasado; cuyo origen viene a ser su natal Cuba, esa isla de la que fue obligada a abandonar con 12 años; pero nunca salió de su memoria. El trauma provocado por esta separación le generó dudas acerca de su identidad y la volvió más consciente de que era una mujer con ascendencia de raza negra. Falleció en 1985 con tan solo 36 años. Su esposo, el escultor Carl Andre, fue acusado de lanzarla por la ventana de su apartamento en un edificio en Greenwich Village, pero fue exonerado del delito de homicidio.

Se dice que el arte de Ana Mendieta fue violento y muchas veces crudo, que en ocasiones sobrepasó los límites étnicos, sexuales, morales, religiosos y políticos. A esto puede atribuírsele la conexión con Agnieska que da una nueva vida a esta historia (la de Ana).

Iván conoce de otras obras que anteceden el trabajo de la dramaturga y ciertamente validan los múltiples premios recibidos. En sus tramas coloca (además) evidencias de machismo, patriarcado, lucha de poderes, violencia de género, (fundamentalmente la que se ejerce hacia las mujeres y las niñas) en algo que podría catalogarse como teatro documental que emerge y toma fuerza cada vez más intencionada.

El arte es el recurso mediador entre el desenfado de la autora que está en la búsqueda constante de códigos, símbolos, abstracciones y subjetividades propias de quien posee dones para articular de manera performática, las herramientas teatrales con la realidad y vincular un público mayoritariamente joven que, como el de hoy, vitorió de pie ante esos desgarradores parlamentos en el final… ″Bendice la elección que cada cual hizo de su vida… Yo quiero ver mi güiro sonreír, aunque el güiro se esparza en otras aguas. ″

Y ahí también, Iván se dejó llevar por Ana.

 

Foto de portada: Daina León