Search
Close this search box.

Habibi, cuando el amor es la mordaza

image_pdfimage_print

“Soy una sombra de lo que un día fui”, enuncia el personaje que interpreta la actriz Liliana Lam, mientras interpela al proscenio con una mirada entre la desesperación y la impotencia. Desde ese momento, nosotros, el público congregado en Teatro Sauto la tarde de este domingo 24 de marzo, supimos que no tendríamos más remedio que acompañarla en esa suerte viaje del amor al dolor, que propone la puesta en escena de Habibi.

La compañía Apsara Teatro (radicada en Suiza pero que trabaja con elencos internacionales) llegó a Matanzas, en la que fue su segunda presentación en nuestra ciudad, esta vez con una propuesta que aborda la violencia de género desde sus múltiples aristas: personales, intrafamiliares, sociales. En opinión de su directora, Silvia Barreiro, quien también es autora del texto, se trata de una obra muy dura, casi como un puñetazo.

Ella escogió reflejar la realidad de una pareja rica, “porque pareciera que siempre los violentos son los pobres”. Una mujer inteligente, culta, que se deja enredar en las redes de este tipo de hombres. Primero él resulta encantador y la seduce, luego: “No me gusta ese vestido, no hables, no publiques nada”. La va encerrando para poseerla completamente, la aísla de la familia, de los amigos. Con los hijos llega el chantaje afectivo y, finalmente, los golpes.

Sobre la escena, al protagónico de una muy verosímil Liliana Lam, se une la sensacional interpretación de Alberto Corona como el marido maltratador, Anabel Arencibia (la cuñada), Oscar Ibarra (el cuñado) y Peter Rojas (el hijo).

“En diciembre del año pasado vine a La Habana a hacer un casting —cuenta Barreiro—, y seleccioné a estos actores, que son maravillosos. El proceso de montaje normal de un espectáculo se hace en seis semanas, pero este se realizó en solo cuatro. Ensayamos de tres a cuatro horas en la Casa de la Amistad, donde a veces había fiestas, bodas, reguetón. Sudamos la gota gorda, pero valió la pena”.

La presentación en el Sauto, concebida como teatro arena, con histriones y público juntos sobre las tablas, potenció en el espectador esa sensación de estar atrapados junto a Habibi (sustantivo árabe que significa amada y con el que todo el tiempo se identifica a la esposa) en esta relación claustrofóbica, que es como un callejón sin salida.

No hay espacio en la obra para absurdos maniqueísmos, en todo momento se hace evidente la intención de mostrarnos lo complejo de la situación: ella quiere escapar pero lo ama; sabe que algo en él está muy torcido, sin embargo, lo perdona siempre; desea hablar y, a la vez, teme al juicio público y a las represalias. El amor es su mordaza.

Foto Ernesto Cruz

Tomado del periódico Girón de Matanzas