Search
Close this search box.

Ha muerto Pablo Trujillo, danzante de Okantomi y Súlkary

image_pdfimage_print

Bailar es alcanzar una palabra que no existe.

Cantar una canción de mil generaciones.

Sentir el significado de un momento.

Beth Jones

Por Noel Bonilla-Chongo

Justo en este 2024 cuando la danza cubana cumple sesenta y cinco años de su entrada en la modernidad, pareciera que la vida quiere jugarnos una mala pasada, ha muerto Pablo Trujillo en la noche del 13 de abril. Él, caballero toda elegancia, estilo, postura de depurada técnica salvadora de la alta tradición de la danza moderna en su expresión más cubana, siendo un bailarín estrella y un mediador muy imaginativo entre la danza el dominio del movimiento.

Su viuda Lise Lotte nos dejaba saber que, tras la enfermedad que le arrebatara la vida, Pablo dejó este mundo pacíficamente; agradeciendo profundamente por una larga vida en Cuba como bailarín solista de nuestra compañía principal, Danza Contemporánea de Cuba, por el amor de su familia, amigas y amigos. Amaba a Dinamarca en cada célula desde que se instalara en el frío país para amplificar lo aquí aprendido y configurado desde su ser creativo, pero en su corazón llevaba a Cuba con el mismo amor de aquellos primeros pasos al lado de Ramiro Guerra y sus colegas de entonces.

Pablo Trujillo y su esposa Lise Lotte.

En él, en su corporeidad danzante también fue materia para esculpir ondulaciones, contorsiones, saltos y giros virtuosos en muchas piezas del repertorio de la danza moderna cubana. En él, Eduardo Rivero depositó la travesía de uno de los guerreros/hombres de Súlkary, de su hermoso dúo Okantomi, junto a la majestuosa Ernestina Quintana. Como en esta obra, Súlkary fue otro título grande que alcanzó los mejores elogios gracias también al desempeño de sus intérpretes. Se dice que cuando se cerró el telón en aquella función de estreno en 1971 en el escenario de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, públicos y bailarines asistieron al renacimiento de otros vocabularios expresivos, de otras gramáticas formales. Eduardo y con él las bailarinas y bailarines de Súlkary insuflaron nuevas vibras en las acostumbradas prácticas dancísticas de entonces.

Hoy Pablo no está para seguir relatando aquellas anécdotas, de cómo entre él y Nereida Doncel (su contraparte femenina en la dupla) debían combinar impulso, fuerza, mesura, dentro de la dinámica cambiante del baile que exigía el espectáculo. Si Súlkary es la cristalización de una escuela, de un estilo muy propio e identitario de las formas expresivas de la danza moderna cubana, hay mucha responsabilidad en lo aportado por sus primeros elencos; por lo que entregaron de medular y determinante a partir de la pauta coreográfica. Con Pablo y sus colegas, la obra de Eduardo y de nuestra escuela cubana de danza moderna logró consolidar un camino en simbiosis con la cultura popular tradicional, la impronta de la danza universal y esa excelencia técnica interpretativa que nos colocara en una dimensión infinita. Allí donde, como Eduardo, Jesús Pérez, Nancy, Ramiro, ahora Pablo estará para inscribirse en esa añorada salvación de un legado que habita un posible mañana creativo. Allí donde, “bailar es alcanzar una palabra que no existe. Cantar una canción de mil generaciones. Sentir el significado de un momento”.