Por Ubail Zamora Muñoz
Nos ha dejado el profesor Jorge Luis Pacheco. Doloroso, irremediable. Hace pocas semanas preparaba para él un concierto que no quisimos llamarle homenaje para ahuyentar a la muerte, esa a la que enfrentó sin miedo, con el escudo de la pasión por el trabajo y el respeto a su gran amor: el canto lírico. Fue un guerrero defensor de este arte como pocos, primero desde las tablas y luego desde las aulas.
Graduado del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú en 1969, se incorporó como solista de la Ópera Nacional de Cuba, de la que más tarde sería director artístico y luego director general. Allí interpretó primeros papeles de su cuerda y su voz fue reconocida dentro y fuera del país. Sin embargo, su amor por la pedagogía del canto era casi enfermizo. A él se debe el primero de los planes de estudio de esta especialidad para el Instituto Superior de Arte, de donde fue fundador y maestro. Allí permaneció por años, para luego dedicar su sapiencia a generaciones más jóvenes de intérpretes, en la Unidad Docente del Teatro Lírico Nacional y el Conservatorio “Amadeo Roldán”.
Fue jurado de varios certámenes de esta especialidad y luchó por crear y realizar el “Concurso Nacional de Composición e interpretación del Canto Lírico” que fue auspiciado por la UNEAC, el Teatro Lírico Nacional y el Canal Cubavisión del Instituto Cubano de Radio y Televisión. A este organismo también dedicó su asesoría y bajo su visión creadora, realizó espacios donde elevó el nivel musical y acercó el repertorio académico al público. Junto a la maestra Corina Campos creó el Coro de Cámara Vocal Leo, del que fue director artístico. En sus últimos años y ya enfermo, no dejó de trabajar en lo que sería un proyecto visionario y abarcador, llamado por él “Equipo multidisciplinario de alto rendimiento”, donde reuniría a estudiantes de diferentes provincias del país con aptitudes ideales para el canto, bajo a un plantel de profesores especializados para su preparación.
Se nos ha ido el Pache, y en medio del dolor que nos trae esta noticia, solo podemos darle las gracias por todo lo que nos legó, por su espíritu de lucha, por su amor incondicional a la música, esa que lo mantuvo en pie y de la que no podremos desligarlo jamás.