Por Frank Padrón
Cuando Miguel Abreu y su grupo se toparon con la obra Furor, de los alemanes Lutz Hubner y Sarah Nemiz, seguro se sintieron como peces en el agua al comprobar que se trata de una pieza que tiene a la Internet y las redes sociales como principal motivo dramático y asunto. En casi todas las obras que han incorporado Ludi Teatro a su repertorio, las redes sociales están presente, de un modo u otro, aun cuando en los originales no aparezcan. Es una manera de contextualizar y actualizar otros supraneunciados con características más atemporales y universales.
Concebida para la Semana de Teatro Alemán que tuvo lugar en la capital, Furor vincula el boom mediático y digital con la política, cuando un candidato a primer alcalde de una ciudad alemana atropella a un joven en medio de la campaña electoral. Una visita a la madre del accidentado procurará silenciar a su familia mediante aparentes bondades y promesas, pero la llegada de un joven, pariente de las víctimas y versado en las redes sociales pone en jaque al funcionario.
El tema en sí es de una contemporaneidad y una significación inmensas, pues las campañas políticas se apoyan cada vez más en tales herramientas para lograr sus objetivos, incluyendo las aspirantes a las presidencias nacionales, pero también encuentran su reverso: los ataques y resistencias de quienes también tienen acceso a un medio democrático y pueden arruinar los empeños incluso más poderosos y bien orquestados.
Esa doble cara de Internet y sus redes, como un Jano que encierra en sí miradas (y por tanto, posibles consecuencias) opuestas, espada de doble filo que puede tanto curar como matar, se pulsa en una obra que emplaza con ello, además, la hipocresía y demagogia de los políticos, y el desamparo de familias menos desfavorecidas ante situaciones extremas –como la que apuntala el relato- que los deja en una situación de franco desamparo en medio del capitalismo salvaje y las sociedades “democráticas”.
La perspectiva dialógica del texto trasciende los encuentros verbales de los personajes, en especial del presunto futuro alcalde y su contendiente, donde ambos manejan con agudeza y conocimiento de causa sus posturas y defensas: Heiko intentando demostrar con cinismo que se apertrecha dentro de un “mal necesario” y por tanto inevitable, Jerry contraatacando con la posibilidad real (aunque se apoye en lo virtual), de un escándalo que desenmascare y arruine.
Sin embargo, la letra no alcanza a explor(t)ar ni remotamente las muchas posibilidades que el tema ofrece, y se queda en una suerte de muestreo exposicional donde no llega a profundizarse en lo que apenas se esboza, enuncia, roza pero nunca se desarrollar, al menos suficientemente. La breve extensión de la pieza, que en su montaje no llega siquiera a la hora de duración, impide que esto ocurra, y no hablo por supuesto de “soluciones”, innecesarias como quiera que no siempre las hay en la realidad. El final abierto no es el problema sino el dejar al público con el legítimo deseo de más, de un calado más hondo en las complejas problemáticas que los personajes han introducido en sus choques verbales.
En su adaptación, Abreu ha introducido también ciertos guiños y giros humorísticos propios de la poética que trabaja con su compañía –los juegos con las identidades y la orientación sexual, el travestismo en tanto metáfora de otros subterfugios ontológicos y sociales-, algo que enriquece una puesta que , como es también frecuente, saca partido de la escena, el movimiento espacial y el minimalismo escenográfico, auxiliado por el expresivo vestuario de una colaboradora habitual (Celia Ledón), el maquillaje (Pavel Marrero), el diseño de luces del propio director que ejecutan Ricardo L Hernández, y el productor Rafael Vega.
La obra fluye sobre las tablas, y logra desde los inicios una indudable empatía con el público, con el que también dialoga. En esto tienen una decisiva responsabilidad los desempeños dúctiles y sutiles de competentes actores, tales Aimeé Despaigne y Cheryl Zaldívar (alternando la madre Nele), Evelio Ferrer (Heiko) y Alina Castillo (Jerry).
Lástima que ese intercambio no alcanzara, por parte de los autores alemanes, un mayor vuelo escritural y dramático.
Fotos Sonia Almaguer
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