Por Yaneisi Chibás Caboverde
Diferentes coreógrafos se dieron cita en el Guaso para regalarle a la compañía un abanico cultural variado, resáltese el aporte de maestros como José Ángel Carret, cubano-canadiense autor de la obra The Meeting; John Midolo, de España; J.Calvin Harrell, de Estados Unidos, Wuilberto Félix, de Guantánamo, e Ismael Cabal, primer bailarín de la compañía.
Todos demostraron ser artistas de la escena, alquimistas del alma y el movimiento, así lo evidenció el maravilloso trabajo realizado tanto con los bailarines profesionales como con estudiantes de prácticas, estos últimos próximos a graduarse, que estuvieron casi a la misma altura que sus colegas con más trayectoria dentro de la danza.
Interesante resultó ver otra vez al bailarín y coreógrafo Felipe Adriano Catalá, con piezas suyas (como Ataxia) y otras memorables en el repertorio activo de Fragmentada, en este caso Invernal, clásico del maestro Carret.
Indudablemente el desempeño de esta nueva y tercera generación de danzantes evidenció un meritorio dominio técnico, derroche de energía y capacidad interpretativa con el que, como era de esperar, cautivaron a los públicos asistentes. Cada cual hizo su parte, la orquesta, los estudiantes de la Escuela Profesional de Danza, las compañías invitadas, los técnicos del teatro… permitiendo hacer más creíbles las escenas y personajes.
Arriesgado, pero plausible fue el atrevimiento de la compañía al desdoblarse hacía una línea ajena a lo tradicional, con la creación de Monte verde, del coreógrafo Wuilberto Félix. Ese salto de lo contemporáneo a lo folklórico es siempre un acto de valentía, sobre todo si se trata de relatar, recrear y hacer creíble esa hermosa historia africana que nos antecede. Mas no fue esa la única sorpresa; de la mano del coreógrafo Carret jugando con elementos novedosos como el audiovisual convidaron a reflexionar sobre la sociedad, el medio ambiente, la contaminación y la condición humana…
Rhapsody, de Midolo, insufló al teatro los aires del vanguardismo existencial, entre el nacer y morir, lo natural y lo inesperado. TID, por su parte, de la mano de Ismael Cabal, apostó más por el diálogo entre el espectador y los bailarines, al representar el trastorno de identidad disociativo que generan ciertos hechos traumáticos en la vida; la interpretación de los bailarines y la música fue determinante para lograr conexiones que el coreógrafo realmente soñó.
¡Qué gratificante es contemplar cómo la obra del maestro Ladislao sigue resurgiendo en nuestro universo danzario y contagiando con su movimiento a todos los cuerpos que aquí habitan!
Ojalá y ese ímpetu que nos demostró en esta XXX Temporada acompañe siempre a Fragmentada para que siga cruzando las fronteras físicas a través de los años, y que sus enseñanzas a cada generación sean la savia que alimente las ganas de danzar de nuestros bailarines como continuidad del movimiento profesional danzario en el más oriental de los territorios cubanos.
La Temporada XXX Aniversario de la compañía Danza Fragmentada concluyó, y para quienes siguieron de cerca cada propuesta durante estos días, sin duda este período en Guantánamo resultó un tiempo provechoso para las artes escénicas y de verdadero disfrute.
Con seis estrenos, cada uno con estéticas diferentes, sin demeritar aquella línea principal que define y defiende por años la compañía, bastaron los aplausos dentro del teatro Guaso para comprender la vitalidad de la agrupación y la valía de cada espectáculo.
Fuente: Semanario Venceremos
En portada: TID estreno de Ismel Cabal para Danza Fragmentada. Foto Olaph Johe Quiala