Por Marilyn Garbey / Fotos Yuris Nórido
Entre los grandes acontecimientos del Mayo Teatral se inscribe la vuelta de Flora Lauten a los escenarios, o para ser más precisa, su reaparición como actriz porque ella nunca abandonó el teatro. Fue en la antigua iglesia de Loma y 39 de Nuevo Vedado, la sede del Teatro Buendía, el grupo que fundó hace ya 30 años, es el mismo lugar donde la vimos por última vez en el personaje de la abuela de la Eréndira.
Un amigo me preguntó al concluir la función de Éxtasis, homenaje a la madre Teresa de Jesús: ¿Te gustó la obra? Y le respondí: no lo pude evitar, todo el tiempo miraba a Flora. Sus compañeros de elenco me comprenderán, ella ha sido y es una inspiración para mi generación, quienes éramos muy jóvenes a fines de los 80. Puente entre los grandes maestros y los más nuevos; maestra ella misma, fue en Teatro Estudio la protagonista de La noche de los asesinos y de Contigo pan y cebolla, bajo la dirección de Vicente Revuelta y de Berta Martínez, respectivamente, miembro de Teatro Escambray, fundadora del Teatro La Yaya y de la Facultad de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte de La Habana, en cuyas aulas nació Teatro Buendía. Los cinéfilos recordarán su extraordinaria presencia en el segundo cuento de Lucía, con la famosa escena de la borrachera junto a Eslinda Núñez.
A esta hora se agolpan los recuerdos de tantas imágenes develadas en montajes de Teatro Buendía: Lila la mariposa, Las perlas de tu boca, La vida en rosa, Otra tempestad, Bacantes, Charenton. Cada puesta en escena ha sido fruto del trabajo arduo de su equipo de actores y técnicos, de la dramaturga e investigadora Raquel Carrió, y de Flora como directora. Algún día se escribirá la historia de este grupo, que tantas veces ha sido asaeteado por el éxodo y las pérdidas, por la falta de recursos y por incomprensiones, y tal vez podrá hacerse un paralelo entre la trayectoria de Teatro Buendía y la del país, en el sentido de que son capaces de renacer ante la adversidad.
Después de larga ausencia, Teatro Buendía estrena y retorna Flora como protagonista, metáfora sobre la vida y el teatro, centrada en la vida y los “milagros” de la madre Teresa de Jesús y en los de Flora en el teatro.
La antigua iglesia ortodoxa rusa, sede de Teatro Buendía, se encuentra en proceso de reconstrucción, y el cemento, el ladrillo, la arena, las latas de pintura, son parte de la cotidianidad del grupo, y esos elementos se convirtieron en materiales para el teatro. Según las notas del programa, en la obra intervienen la actriz y los constructores, y estos últimos representan a los personajes salidos de las cartas de la monja.
Entre sogas y andamios de madera se desarrolla la ensoñación, con textos de Eduardo Manet, Raquel Carrió y Flora Lauten. Las composiciones musicales de Jomary Hechavarría y Marta Valdés iluminan los sucesos y contribuyen al éxtasis del público. Prevalece el color carmelita en los trajes, las imágenes son austeras, alejadas de la exuberancia habitual en Teatro Buendía, pero son hermosas y sugerentes.
La puesta en escena trae muchas preguntas, pero hay una muy inquietante: ¿Por qué una mujer negada a la sumisión? Transgresora y rebelde, atenta a los seres humanos, predispuesta para la poesía, capaz de construir sobre las ruinas, esa es la protagonista de Éxtasis, no sé si hablan de la santa Teresa o de la Flora actriz y directora, cabeza de una numerosa familia teatral.
El hecho de que Flora suba otra vez al escenario es un buen augurio: no habrá tempestad a la cual no podamos sobrevivir. Esa imagen final en la cual el cuerpo del personaje protagónico se balancea en un columpio de madera, solo e inerme, estremece porque abre la posibilidad al renacimiento.