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Fiesta habanera en el Parisién

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Por Frank Padrón

Los espectáculos de cabaret pueden devenir hechos artísticos de primer nivel, algo en lo cual tenemos “de hecho”, vasta y singular tradición. Si bien no es suficiente una rica producción para lograr esto, no es menos cierto que al tratarse de complejos programas de danza, música y hasta circo, se requiere de amplios recursos materiales, distribución coherente de estos y ajustada logística y para alcanzar resultados al menos decorosos. Después está, claro, el talento y la sapiencia de los artistas (desde el director hasta el más humilde utilero), el esfuerzo, las horas y días de ensayo y montaje…para en tal conjugación erigir un show como Dios manda.

En las condiciones actuales se debe suplir muchas veces lo material con la imaginación, aportar recursos desde las gestiones (y el bolsillo) de los implicados e incluso renunciar a determinados números demasiado complejos.

Aun así, no puede uno menos que aplaudir espectáculos como Habana de fiesta, de temporada en el cabaret Parisién del mítico Hotel Nacional.

Bajo la dirección artística de Rafael Hernández Castillo y general de su casi homónimo Rafael Hernández Fauret, ambos responsables de las coreografías, Habana…presenta cuadros que recogen y recorren varios géneros y ritmos de nuestra música: bolero, canción, rumba, son, mambo…con amplio protagonismo temático de la capital , tan homenajeada y cantada, como es sabido, por compositores de todas las épocas y tendencias.

Desde la inicial Sinfonía del Nuevo Mundo ( Dvorák) hasta las congas callejeras del cierre, asistimos a un inmenso abanico de verdaderos clásicos que incluyen piezas de Lecuona, Osvaldo Farrés, Matamoros, Vergara, Tania Castellanos , el azteca Pérez Prado; cultores de la salsa y la timba ( David Calzado, Adalberto Álvarez, Formell…) o “neotrovadores” tales Noel Nicola y Gerardo Alfonso.

En torno a esas y otras muchas obras musicales con arreglos contemporáneos y acompañamiento a cargo de Osmundo Calzado y su orquesta, que defienden con verdadera convicción y gracia los cantantes del show, asistimos a no menos elegantes coreografías asumidas por un muy profesional cuerpo de baile, parejas y solistas.

Todos contribuyen a armar esos vistosos cuadros donde resulta esencial el diseño de vestuario que en varios momentos tiene a bien reproducir con fidelidad estampas sobre la paleta de Landaluce, como se sabe pintor emblemático del siglo XIX que, aunque de origen español se radicó entre nosotros y logró reproducir escenas de la vida habanera decimonónica, y a partir de las cuales pueden realizarse estudios sobre la moda y las costumbres de esa época según clases y estratos sociales.

También se aprecian bien incorporados destellos del bufo y el vernáculo tanto en las escenografías como en el variopinto vestuario, y en algunas escenas, por lo cual resulta encomiable el trabajo de los diseñadores Manolo Barriero Lage, Rafael de León y Armando Rubio.

Auténtica veteranía detenta el percusionista Santiaguito, quien no podía faltar en el programa, engalanado siempre con sus trajes típicos y que durante décadas en ese cabaret , recrea desde sus tambores títulos significativos de la música popular bailable y despide a los espectadores a la entrada del recinto con un sonido propio e inconfundible.

Con producción de José Luis Rodríguez Cabriales, Habana de fiesta es eso y más: una gran celebración donde el colorido, la buena música sobre todo insular y una muestra de la danza popular y contemporánea nos reafirma que pese a todo, hoy por hoy el cabaret puede seguir siendo un buen sitio para el arte.

Foto de Portada: César Cáceres