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Ética y proceder coherente: alternativas contra la colonización cultural

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Por Kenny Ortigas

Por estos días los temas relacionados con la colonización cultural y el posicionamiento de las instituciones que, sobre todo en el sector de la cultura, deben trazar estrategias y fomentar desde el hacer atractivo la promoción de los valores de nuestra cultura enfatizando en lo popular y tradicional, han centrado la atención de no pocos artistas, intelectuales y trabajadores del sector.

Dar mayor impulso al Programa Sembrar Ideas, Sembrar Conciencia, constituye labor prioritaria en la salvaguardia de la identidad y del sentido de lo cubano. Pero en este caso no estamos en un ring de boxeo donde dos contrincantes, aparte de su técnica, logran vencer por la contundencia de sus puñetazos. Se trata de una contienda multivectorial y multisectorial. Primeramente, debemos decir que la colonización, del tipo que sea, implica un ejercicio de poder para implantar determinada cosmovisión del mundo, sesgando e imposibilitando al más desprotegido y débil, de su capacidad para ejercer un pensamiento y accionar críticos sobre esa “fuerza dominante” que intenta deslegitimar todo lo que ya existe y que por ende representa una fuente de riqueza material y espiritual (escudo y espada) de los pueblos.

Cabe señalar, como dijera Fidel, que estas fuerzas operan también contundentemente dentro del ámbito nacional, y con sello muy propio. La sólida maquinaria capitalista neoliberal cuenta con los medios y recursos financieros para desplegar a lo largo y ancho del planeta sus estrategias de marketing de consumo desmedido, estableciendo modelos, formas y patrones de vida que buscan situarse como canon y cúspide de la aspiración de los seres humanos. Como dice Fancois Houtart “El mundo es un self-service y así se generaliza la lógica del consumo, una sociedad de la hiper-elección y de individuos consumidores”.

La atomización de la realidad, el continuo estado de contingencia y de inmediatez nos desvirtúa de las esencias mismas del hombre en sociedad. El resquebrajamiento de la moral y la ética conducen por el camino de la indiferencia, la frivolidad, la sobrevaloración de falsos paradigmas y el libertinaje, donde el NO permitir algo puede significar censura y estar en contra del derecho inalienable de poder elegir.

La cultura y el arte, por la sensibilidad que entrañan con ese efecto conmovedor para el espíritu, son vehículos inmejorables para que transiten en ellos los elementos más subliminales de la colonización cultural, en muchos casos por ejemplo, no se trata del artista ni de su calidad en la obra que crea, sino de la construcción simbólica que se hace de él para que se instaure en el gusto de todos, haciendo una apología a lo simple, la chabacanería, a lo carente de profundidad, al erotismo y sexismo desmedidos, donde una tendencia que se aprecia puede ser, por ejemplo, que las jóvenes pueden ir a los gimnasios, no solo para cuidar de su salud, sino porque esa es la única forma -y que quede claro que no echo a todos en el mismo saco- de pertenecer al gremio de las triunfadoras y exitosas. Esto abre las puertas a disímiles oportunidades, que incluye el participar en algún que otro video clip donde la exaltación del físico como sex siymbol es la esencia y no el complemento.

Como decía al inicio, esta situación de agentes colonizadores no puede ser preocupación y ocupación solamente de las instituciones culturales y el gobierno, es multisectorial. La familia como eslabón primario de la urdimbre de las relaciones sociales, tiene que reconocer que estamos permeados a toda hora de estas influencias, y si se logra una conciencia de esto y de su efecto nocivo, entonces sería un buen primer paso en la corrección de conductas que pueden errar los caminos de la virtud desde edades tempranas.

El uso excesivo en niñas y niños de las nuevas tecnologías sin fines educativos, la música que escuchamos en casa donde se provoca a que la niña “baje dando cintura hasta el piso” como un juego y que el niño a su vez se sienta el poseedor del sexo opuesto como si fuera un objeto, o discriminar entre con quién dejo que mi hijo se relacione teniendo en cuenta su status social, ponderando lo material y no el aporte espiritual y moral, son solamente algunos tips que ameritan una urgente revisión.

Por otra parte, las escuelas tienen que continuar perfeccionando inexorablemente su rol como centros culturales más importantes de una comunidad. De ellas se debe irradiar el buen gusto y una conducta cívica admirable. La Revolución Cubana, ostenta a la educación como una de sus conquistas más loables, por tanto, cada centro educacional tiene la responsabilidad de contribuir a la construcción de las aspiraciones de sus educandos, a la construcción -desde el cuidado y proyección de la imagen de sus educadores- de modelos que se conviertan en verdaderos paradigmas a seguir.

Se debe hacer frente a los desatinos, a lo que sea una contravención de lo ético. Considero que sería un error de concepto, hablar exclusivamente de la salvaguardia de la cultura popular y tradicional, pues el espectro de  nuestra cultura, aúna a expresiones contemporáneas de elevada calidad estética y que son parte inobjetable del crisol amplísimo de la identidad del cubano, pero lo que jamás podría asumirse como auténticamente genuino, son aquellos espacios que otorgan voz a lo vulgar, a la indisciplina, al desparpajo, y que por ende conllevan a violaciones de la política cultural.

Releyendo el artículo de Abel Prieto “La cigarra y la Hormiga: un remake al final del milenio” descubro interrogantes claves que son importantes desempolvar y cito:

¿Dónde puede crecer más fácilmente en Cuba el culto al american way of life y a las lentejuelas de la sociedad de consumo? ¿Entre los hombres y mujeres de la cultura? ¿entre los que como creadores o receptores saben apreciar en todo su valor la riqueza espiritual del arte? ¿Entre los que emplean su tiempo y energía en la aventura silenciosa de la creación, tantas veces ingrata, que exaspera, desconcierta y desgasta? Creo honestamente que la cultura de verdad, la de raíz, nuestra cultura nacional y -con ella siempre, siempre con ella- la que anticipa la Patria bolivariana, y la auténticamente universal, es un antídoto insustituible frente a toda la superchería yanki.

Efectivamente en este contexto apabullador y dislocado, los artistas e intelectuales también juegan un protagonismo excepcional, ellos junto a sus instituciones devienen en seres propositivos de mecanismos y nuevos diseños para asumir la cultura, no como un acto de exhibición temporal y efímera, no como un flashazo que calza la pincelada artística en determinada actividad, no como un acto de llega y pon, sino como un sistema genuinamente transformador que enaltece lo mejor y más valedero de los hombres y mujeres dentro del convivo social, y que solo puede alcanzarse con un pensamiento agudo, enfocado en articular todas las alianzas necesarias que permitan nuevas maneras de gestionar y promocionar la cultura sin caer en formulas anticuadas, en concentrados ideologizantes carentes de hondo calado y que no marchan con los tiempos contemporáneos.

Según Noam Chomsky: “Los intelectuales tienen la posibilidad de analizar los actos en función de sus causas, de sus motivos y de las intenciones subyacentes”. Esto ofrece la posibilidad de emitir valoraciones que a modo de radiografía encuentren la médula de las contradicciones entre gustos, preferencias y la labor institucional para atrapar con un proceder coherente y atemperado a los tiempos que corren la atención y el interés de los públicos.

Los espacios para el debate intersectorial donde cada quien pueda aportar y sugerir propuestas descolonizadoras, es vital, así como la sostenibilidad de una programación sistemática y caracterizada que muestre lo mejor del talento que se ha formado en nuestras escuelas de arte, casas de cultura, el movimiento profesional, etc.

Somos un país con una excelente estructura de instituciones culturales y con conceptos claros sobre el papel emancipador del trabajo que realizamos, pero en la práctica aún tenemos serias falencias en cuanto a la proyección novedosa y sugerente que funcione como estímulo a la participación de los diferentes grupos etarios en las actividades que se planifican.

Haciendo siempre lo mismo, no se obtendrán resultados diferentes, se precisa innovar, pensar, intercambiar, seducir y reformular. Dijo el apóstol que “los tiempos no son más que esto: el tránsito del hombre-fiera al hombre-hombre… Enfrentar a la bestia, y sentar sobre ella un ángel, es la victoria humana.” Y ese ángel al que hace referencia Martí, entroniza perfectamente con la espiritualidad enriquecedora del arte y la cultura, esas que nos libran del bestiario y la deshumanización, porque, como también escribió el maestro “Nación que no cuida de ennoblecer a sus masas, se cría para los chacales.”

La colonización cultural convive con nosotros, está presente en cada rincón, tiene recursos económicos y una infraestructura difícil de doblegar ante las evidentes carencias económicas y sociales por las que atraviesa el país, pero lo que no puede sujetar ni domar, son las amplias y ricas expresiones de una cultura viva, que tiene mucho de ancestral, que aún en estas condiciones extremas lucha por existir y no perder terreno dentro del contexto, esa es la principal batalla, recuperar lo perdido, asegurar el presente y ofrecer un futuro con todos y para el bien de todos.