Por Diane Martínez Cobas
Danza Contemporánea de Cuba prepara su temporada de verano para el último fin de semana del mes de julio. Los días 29, 30 y 31, en los horarios habituales de la sala García Lorca, la primera formación cubana de danza, presentarán la obra Reversible, de la coreógrafa belga Annabelle López Ochoa, y dos estrenos firmados por los jóvenes Julio César Iglesias y Norge Cedeño.
La compañía, dirigida por Miguel Iglesias desde mitad de los años 80, se caracteriza por mantener obras de creadores cubanos y extranjeros. En sus 57 años de trabajo, los jóvenes siempre han sido una parte importante del desarrollo artístico de esta formación.
Hoy, cuando los salones de Danza Contemporánea de Cuba se mantienen en un constante ir y venir de bailarines, Cubaescena conversó con Norge Cedeño, quien tiene a su cargo una de las piezas que se estrenarán. Este joven desempeña su carrera como primer bailarín de la compañía y muestra de nuevo sus perspectivas en la composición, con un trabajo, aún sin título, donde mezcla las emociones de los ejecutantes en historias que son cercanas a sus realidades y vivencias.
¿De qué trata exactamente tu nueva propuesta?
El trabajo nace como una necesidad de mostrar la parte sensible y al descubierto de los bailarines, que las personas los conocen como grandes intérpretes pero muchos cuestionan que no muestran la verdadera emocionalidad, la interpretación del nivel de emocionalidad. Es poner al descubierto sus vidas sobre los ejes de las despedidas, el crucigrama como elemento en las relaciones humanas cambiantes y otro como la sensación de derretirse y perder el rumbo desde el punto de vista de este universo. Yo lo veo un poco como agujeros negros entrando y saliendo de realidades paralelas.
¿Las historias que se narran dentro de la coreografía son propias de cada intérprete?
Sí, la macroidea era aterrizar a mostrar esa emocionalidad de mi búsqueda a sus vivencias, que equilibraba el proceso y le daba la posibilidad de defenderlo desde una postura más cercana y personal.
¿Cómo relacionas este trabajo con los que has hecho anteriormente?
Lo que más me gusta de mis trabajos es que va uno en oposición del otro. La última obra que realicé con Danza Contemporánea de Cuba, Transire – Aún con ganas de mirar atrás, desde el punto de vista de composición coreográfica, estructura, música, está en oposición radical a esta pieza que estoy montando. Creo que es una manera diferente por las formas de construcción. Además, se introducen elementos nuevos como el trabajo de sombra chinesca y proyección audiovisual sobre los cuerpos de los bailarines, para generar universos con vidas diferentes, que permiten ver la puesta en escena desde otra óptica.
¿Cómo incorporas la participación de los bailarines en tus procesos de montaje?
Soy del criterio que un coreógrafo del siglo XXI que obvie la perspectiva y la emocionalidad de los bailarines no es coreógrafo. Si quieres defender un presupuesto o una “idea equis”, desde la forma o estructura de lo que quieres conseguir, necesitas delegar en tus bailarines porque al final ellos son dentro del proceso los traductores de tu idea, responsables de defender y reproducir ante los ojos del público.
También con esta obra me faltó el factor tiempo. La pieza que estaba programada para estrenar era la de Julio César Iglesias, y como teníamos un periodo neutro de 15 días, le mostré a Miguel Iglesias una maqueta y en solo 15 días construí la obra. No es todo lo que quisiera, pero creo que las cosas no se pueden descontextualizar, por lo que obliga que la idea se soporte al trabajo por la correspondencia creativa de todos. Siempre en los pies de programa de mis coreografías se escribe mi nombre y la colaboración de los bailarines como muestra de agradecimiento. Para mi es una falta de respeto no tener consideración con esas personas, que forman parte de la creación de los montajes.
Julio César Iglesia está a cargo del otro estreno de la compañía, al que ha incorporado alumnos que se encuentran realizando su práctica pre-profesional, a parte del elenco estable de la compañía. A ritmo de reggae, con música creada por el propio coreógrafo, que también se desempeña como Dj fuera del país, los bailarines se adueñan de la escena con movimientos enrarecidos, si lo comparamos con el estilo habitual de Danza Contemporánea de Cuba. Sin embargo, la pieza promete ser un punto diferente en las propuestas más recientes de la danza cubana.
Estas funciones podrán ser disfrutadas nuevamente en el mes de septiembre, en la propia sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.