Por Giselle Bello
“Cumplió tantos años/ el año pasado/ que todas las noches/ se acuesta temprano…” Estos versos sirven de llave dramática al espectáculo que la compañía matancera Teatro de las Estaciones prepara para su preestreno el 21 de marzo, Día Mundial del Títere.
Flores de carolina y ajonjolí es una obra inspirada en el poemario Los payasos de la escritora Dora Alonso (1910-2001) y en la visualidad del caricaturista Arístides Hernández (Ares), quien realizó las ilustraciones para la reedición de este libro en 2005.
Catalogado por sus creadores como “juguete ‘payasititiritesco’ en siete pasos y 12 poemas”, la nueva propuesta escénica aborda el tema de la vejez desde el prisma ecléctico, transdisciplinario y siempre sorprendente de Estaciones.
En la opinión de su director, Rubén Darío Salazar Taquechel, el poema que da paso al espectáculo, Todos cuidan al payaso viejo, sirve como pretexto para hablar del olvido a las personas que construyeron una familia, que lo dieron todo hasta que no quedó nada para entregar.
Una noche, dos payasitos muy jóvenes no pueden dormir porque el abuelo ronca mucho. Al nieto le molestan las cosas del anciano, su obsesión con los horarios, las rutinas, los ejercicios, pero, a la larga, descubre que todo su patrimonio es justamente lo que este le enseñó de niño: a hacer malabares, trucos de magia.
Otra de las singularidades de la puesta es que el diseño de Zenén Calero hace una reinterpretación del estilo personalísimo del humorista gráfico, Ares, para llevarlo a las tres dimensiones de los títeres y el escenario.
Según el propio Rubén Darío, existe un punto de afinidad entre la visualidad del caricaturista habanero y el mundo de Zenén, que nace influenciado por el teatro de figuras proveniente de los países del antiguo bloque socialista como Polonia, Hungría, Checoslovaquia o la Unión Soviética.
No es la primera vez que el creador matancero realiza este tipo de apropiación estética, donde el resultado final tiene tanto del artista citado como de su propia visión plástica. En esta ocasión, respeta los colores y las formas de Ares pero también le pone lo suyo.
Tal como sucede con Pedro y el lobo, en el que se homenajea la obra de Alfredo Sosabravo o en nuestra Caperucita Roja de estilo cubista, no creo que aparezca el autor referenciado al 100 %, sino que está de muchas maneras la mirada de Zenén y él tiene ojos agradecidos.
Flores de carolina y ajonjolí cuenta además con música original de Raúl Valdés, coreografía de Yadiel Durán y las actuaciones de María Laura Germán, Iris Mantilla, Javier de Osaba, Alejandro García y Raúl Álvarez.
Este es un espectáculo de laboratorio —no somos clowns— a caballo entre la Unidad Docente Carucha Camejo y los titiriteros experimentados de la agrupación. Los elencos incluyen a los recién graduados que ya trabajan con nosotros, para que exista ese diálogo entre noveles y consagrados.
Como ya resulta habitual en las propuestas de Estaciones, la obra echa mano de un tópico poco tratado desde el universo de la infancia, pero a la vez se trata de una suerte de retorno a uno de sus pilares fundacionales: los textos de Dora Alonso.
Para nosotros Dora no es una escritora solamente, es la familia. En el estreno de El sueño de Pelusín, en 1999, contamos con su presencia en el teatro. Se inició ahí una relación linda que luego continuó en Pelusín y los pájaros, en el 2001. Para esta última ella no estaba viva pero nos dijo que por algún rinconcito se asomaría y aplaudiría. Por eso tenía que volver a nuestro repertorio.
Colateralmente al preestreno del 21 de marzo, y a su estreno oficial el día 25, la galería El Retablo exhibirá la muestra Los payasos titiriteros de Dora y Ares, con las obras originales realizadas para la reedición del libro de 2005, y acompañadas por fotos del montaje hechas por el artista del lente Sergio Martínez.
Fuente: Periódico Girón
Foto Sergio Martínez