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Espectacular Camagua

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Por Marilyn Garbey Oquendo

La temporada de la Compañía Folclórica Camagua en el Teatro Nacional fue un éxito. Subieron dos programas al escenario de la sala Covarrubias, y despertaron las ovaciones del numeroso público que desafió las carencias del transporte urbano para asistir a las funciones de la agrupación liderada por el maestro Fernando Medrano, Premio Nacional Olga Alonso 2021.

Son muy diversas las inquietudes creativas de Camagua, por eso sus espectáculos recorren expresiones músico-danzarias de gran arraigo en el centro y el oriente del país, tradiciones populares que siguen vivas, para convertirlas en representaciones escénicas, propiciando el goce estético del público.

El primer programa comenzaba por Congos trinitarios, exponente de la antiquísima tradición de los congos reales, asentada en Trinidad. Cubanísimo es una suerte de mosaico de los bailes de salón de Cuba, donde se recuerda a uno de los soneros que puso a gozar a todo el país, Adalberto Álvarez. El cuadro cierra con La Chancleta, donde se subrayó la gracia y la destreza del cuerpo de baile. Homenaje es una reverencia a Caidije, grupo descendiente de haitianos, portadores de una cultura que se empeñan en preservar contra viento y marea.

El segundo programa incluyó Awan, obra de la Dra. Bárbara Balbuena, una de las grandes estudiosas del folclor músico-danzario de Cuba. Es la única coreografía presentada que tiene fundamentos religiosos, pues se trata de un acto de invocación a las divinidades para lograr la sanación de una mujer. Por eso se anuncia como “proyección escénica de una de las ceremonias rituales de mayor importancia en la Regla Arará de Cuba”. Balbuena teatraliza la leyenda en la que Asojano es uno de los protagonistas, pero desplaza la atención hacia el personaje de la mujer. Vestidos todos de blanco, cantan, bailan y rezan hasta alcanzar el objetivo.

Asesorado por el profesor Ángel Morán, en Clave, guateque y son, Camagua expone las rivalidades de los Bandos de Majagua, fiesta enraizada en ese pueblo del centro del país. Rumbeando es otro fruto de la colaboración entre Balbuena y Medrano, que exalta las llamadas rumbas miméticas.

Caribe soy se detiene en las prácticas culturales que llegaron a Cuba desde otra isla caribeña, Jamaica, y a partir de una investigación en Baraguá, comunidad situada en Ciego de Ávila en la que viven descendientes de inmigrantes jamaicanos, se llevan a escena la riqueza de bailes y canciones, que son resortes espirituales de nuestro país.

Somos un pueblo que nació en el archipiélago más cromático del continente. El negro cubano se define por el color de la piel como el blanco y el asiático, pero todos mezclados en eso que definió Nicolás Guillén como “color cubano”. (…) Somos un pueblo con una marca definitoria, la de la cubanía, que no deja de ser un enigma de variadas luces y sombras[i].

Estas palabras de Miguel Barnet podrían servir como prólogo a las presentaciones de Camagua, porque ese cromatismo al que alude el novelista se refleja en la obra de la compañía camagüeyana. Ese viaje a las raíces que conforman nuestra nacionalidad -africanos, españoles, haitianos, jamaicanos- a través de la música y la danza, es uno de los grandes valores de lo que vimos en el Teatro Nacional, el pasado fin de semana.

Otro aspecto a resaltar es la manera en que Medrano construye el espectáculo, lo hace de manera tal que el ritmo de la presentación no decae, que va de sorpresa en sorpresa. Escenas como las de Mamá buena, la del muñeco manipulado por el titiritero en zanco, el cierre del baile de La Chancleta, la de las muñecas interpretadas por bailarinas, la del papalote, quedan en la memoria de quien las vio.

Para las coreografías se aprovecha todo el escenario, los bailarines se desplazan por las diagonales, se mueven en grupos, el solista contrapuntea con el coro, las parejas se mueven en armonía, los intérpretes disfrutan cada paso. La sencillez del vestuario, hermoso y funcional, apegado a lo tradicional, con mucho colorido, contribuye al realce del espectáculo. La escenografía acude a los grandes telones, con imágenes de sitios emblemáticos de Camagüey; para el futuro pudieran pensar en proyecciones que permitan visualizar la vida cotidiana  de la ciudad de los tinajones.

Vayan los aplausos para la Orquesta de Camagua. Dirigida por Julio Puig Triana, interpretan con virtuosismo todos los temas del programa, que transita por diferentes variantes musicales: conga, haitiana, campesina, jamaicana, popular cubana. Las voces femeninas llegan como intermedio entre una escena y otra, para cantar clásicos de nuestra música, entre ellas sobresale María de los A López. Un momento climático ocurre cuando el director musical convoca al público a cantar.

El repertorio de Camagua se sustenta en rigurosas indagaciones de campo, que permiten llegar a las esencias de la cultura tradicional, la convivencia en el poblado de Caidije y en el de Majagua fueron parte fundamental del estudio para realizar los montajes; también el diálogo con investigadores, o las lecturas de textos referenciales. A eso se suma la exploración con el lenguaje escénico, imprescindible para confrontar con el público que asiste a la sala teatral.  Para tales fines, el maestro Medrano cuenta con un equipo creativo en el que se distinguen los bailarines Martha E Heastie, Andy Torres y Leonard Pérez, y el regisseur Pablo Sarduy Fernández.

Atravesamos tiempos difíciles. Tras el duro golpe de la Covid 19, las redes sociales imponen patrones de vida excluyentes para la inmensa mayoría de la Humanidad, las guerras desangran la economía mundial, el planeta se deteriora aceleradamente.  En ese contexto, la danza es un lenguaje que puede contribuir al diálogo y a la concordia, a reconocer las diferencias, a trazar caminos por el bien de los seres humanos. Lo acontecido durante la temporada de la Compañía Folclórica Camagua en el Teatro Nacional, es una prueba valedera.

[i] Barnet, Miguel: “El pueblo cubano hoy”. Tomado de La Jiribilla, 31-10-2022.

Fotos cortesía Compañía Camagua