Por Yanetsy León González
CAMAGÜEY.- Detrás de un estudiante de ballet hay una familia con la aspiración de que el niño logre ser un bailarín profesional. Cumplir ese sueño es trabajoso. Hasta ahora, Cuba ha dado una lección al mundo con escuela propia y un método de enseñanza. De ahí han salido figuras reconocidísimas como Carlos Acosta, Viengsay Valdés y Yolanda Correa. Los continuadores hoy de esa tradición pedagógica tampoco cierran las puertas a la evolución de un arte nacido para vivir en movimiento.
En seis provincias se imparte el nivel elemental: La Habana, Matanzas, Villa Clara, Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba. Solo en dos, el nivel medio: La Habana y Camagüey, de ahí su condición de sedes de los encuentros metodológicos regionales.
“Este año recibimos 55 estudiantes de séptimo y noveno grado, y 17 profesores. Todo ha fluido por el apoyo de la familia hasta para las meriendas; y de nuestro colectivo de Artes Visuales y Actuación al coincidir con la Jornada Villanueva”, comentó Carlos Peña, jefe del departamento de Ballet de la “Vicentina”.
El programa colateral evidenció la colaboración de instituciones culturales como el Consejo de las Artes Escénicas porque los participantes disfrutaron del Circo Areíto, el Teatro Cubano de la Magia y el Ballet Contemporáneo de Camagüey. El Centro Provincial del Cine brindó una tanda con película en 3D.
“Todos los años se hacía pero no con los dos grados en la misma fecha. Esa es la novedad. Hemos hecho una gran familia de la Cultura. Por eso ha sido más fácil sacar adelante un encuentro con tantas personas que pudimos alimentar gracias al aporte de la Escuela Vocacional de Arte Luis Casas Romero”, insistió Carlos Peña.
Los maestros
Despejada la variable del aseguramiento, Adelante asoma la mirada a los salones y sale al encuentro de los maestros en el intento de comprender por qué un país con tantas carencias materiales se da el gusto de enseñar ballet.
Fuera de clase conversamos con dos profesores egresados de la “Vicentina”: la santiaguera Zuria Salmon Álvarez y el holguinero Pablo Frank González. Ambos lideran el departamento de Ballet en las escuelas de sus provincias. Ella con 37 años de experiencia como profesora además dirige la compañía Ballet Santiago de Cuba. Él egresó de profesor en el 2006.
Ambos coinciden en la utilidad del encuentro, pospuesto durante la pandemia, pero necesario para unificar criterios de medios de la enseñanza, cómo rescatar características de pasos, de metodología de las clases. Consideran un baluarte lo enseñado por Ramona de Saá y Fernando Alonso, luego por sus continuadores, entre ellos Lourdes Arnau. Sienten la responsabilidad de preservar y transmitir el buen hacer del ballet como conquista de la Revolución.
—¿Qué es lo más difícil hoy para los maestros a la hora de las captaciones?
Zuria: Antes se te llenaba la escuela con más de 500 niños. Ahora está muy difícil encontrar alguien con el somatotipo, aunque eso nunca ha sido fácil porque aspiramos a bailarines europeos con características de antillanos o caribeños. ¿Por qué los niños ya no tienen los empeines bonitos? Pienso que los calzados actuales están deformando los pies. Sumemos el uso excesivo de mochilas, una comida no adecuada… Debemos investigar eso, hacer más científico el ballet, para irle buscando el porqué al ancho de muslos, al aumento de peso antes de tiempo, a cómo puede girar mejor o lograr más equilibrio… aplicar más la física, la bioquímica, la biomecánica, la neurociencia.
—¿Es posible en Cuba la formación de un bailarín versátil?
Pablo: Así es en el mundo entero. Lo que existe como manifestación es la danza. En Cuba el ballet es un perfil separado por estrategia y ha tenido sus logros, con virtudes y defectos. Acosta Danza es la principal compañía que está trabajando en función de la versatilidad. Carlos Acosta parte de nuestra escuela clásica, de maestros impresionantes como Ramona de Saá. No podemos negar el desarrollo. Debemos adaptarnos a las nuevas exigencias del público sin perder el carácter educativo y formador para la sociedad.
Los preparadores físicos
El encuentro metodológico también hizo confluir a otros profesores importantes para los bailarines. Mientras los maestros de danza disponen de una carrera para su formación, los preparadores físicos, no; por tanto, llegan en desventaja con las herramientas para atletas, a gestionarse nociones de ballet.
“Un bailarín tiene un mayor gasto energético que un deportista”, precisa Néstor Olazábal Texidor, quien suma unos 15 cursos en la “Vicentina”. Durante todo ese tiempo su objetivo no ha cambiado: “lo nuestro es trabajar la salud del niño, que pueda bailar. Usted se hace un esguince solamente de bajarse de la cama. Un bailarín desde que se levanta lleva calentamiento. Una lesión puede significar el fin de su carrera”.
El colega Eugenio Vega Pérez atendía a los alumnos de Actuación, pero lleva un año con Ballet. Relaciona la doble carga docente como causa de estrés en ellos, de ahí la importancia de motivar su capacidad física con las técnicas del juego. “Previo a la función les damos el calentamiento, los estiramos, les hacemos ejercicios de flexibilidad, y somos los que brindamos los primeros auxilios. La carrera del bailarín es muy limitada y nuestro trabajo muy bonito, aunque a veces hasta incomprendido”.
Néstor y Eugenio ven como algo positivo que el bailarín santiaguero Carlos Alberto Quesada Sotomayor, reoriente sus competencias a ese otro campo. “Ricardo Olazábal fue mi preparador cuando estudié en la “Vicentina”. Todavía cumplo el servicio social en el Ballet Santiago y desde hace dos meses me introduzco en la preparación física. Lo veo como una meta”.
La Escuela Nacional
María Mercedes García asume la vicedirección de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, pero hasta el otro día lideró la “Vicentina”, por tanto, volver a Camagüey y recorrer la Academia significa estar en casa. Sin chovinismo destaca el sedimento del territorio por el magisterio de María Eugenia Reyes, Acela Piña, Ramón González, Regina Balaguer, Rafael Saladrigas y las personas del Ballet de Camagüey con una experiencia docente y como jurado: “Eso es una fortaleza, por lo tanto, irradia metodológicamente esta región”.
La vicedirectora destaca el interés de ver el tercer año y el quinto con el objetivo en común del paso de nivel. A los de tercero les falta. Los de quinto pasarán esa prueba en mayo. Del encuentro salen con el diagnóstico de los expertos, entre ellos, de Lourdes Arnau.
“Tenemos como prioridad el trabajo con los jóvenes, por eso nos acompaña Amanda Armiñaque, graduada en junio con título de oro, seria, responsable, con ganas de aprender pero en los primeros pasos como maestra. Es una política enamorarlos de la actividad por la cual se graduaron porque los necesitamos en el aula, en el repertorio, en el ensayo”, explicó.
María Mercedes se refirió al reciente nombramiento de un nuevo director para la Escuela Nacional, el primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba Dani Miguel Hernández Acosta, reconocido como “el último príncipe de Fernando” y de su intención de visitar Camagüey: “Hay equipos trabajando. A pesar de las dificultades se levantan las personas y resolvemos las zapatillas, el espacio escénico, el maestro… y aquí en Camagüey se siente ese espíritu”.
— Usted conoció a Fernando Alonso aquí y sigue acompañándolo allá. De todas sus lecciones, ¿cuál aplica más?
—Fernando irradiaba respeto, profesión, amor, y las anécdotas son muchísimas. Es amado en la escuela y en Camagüey porque le dedicaba tiempo, venía a tomar ensayo, a dar clases aquí. Alguien le preguntó un día, “profesor, ¿cómo usted se siente trabajando?”. Era muy simpático y dijo: “¿Trabajando? Yo no he trabajado nunca. Yo disfruto lo que hago”. Esa frase me marcó. Estoy disfrutando también con los maestros, con los artistas, la formación de estos niños y jóvenes.
Fuente: Periódico Adelante Digital
Foto de portada: Página oficial en Facebook del CNEART