Por Mercedes Borges Bartutis
La quinta edición del Encuentro de Jóvenes Coreógrafos en Guantánamo recibió, en la provincia más oriental de Cuba, a invitados de varias zonas del país que intercambiaron sobre diversos temas de danza, a nivel práctico y teórico.
Con una agenda extremadamente apretada, el Encuentro tuvo conferencias talleres, clases magistrales y funciones en el teatro Guaso, con muestras que incluyeron a coreógrafos sumamente jóvenes y otros más experimentados, que apostaron por el intercambio para ganar en experiencia y modos de hacer la danza en la actualidad.
El Encuentro de Jóvenes Coreógrafos es un proyecto de la Asociación Hermanos Saíz, auspiciado por el Consejo Provincial de las Artes Escénicas en Guantánamo; pero el artífice de su programación y curaduría es el joven director de Danza Libre, Elio Orestes Reina, un creador que ha demostrado poder de convocatoria y efectividad en la organización.
Dedicado al Ballet Folclórico Babul y a la primera bailarina Yaneisi Chibás, de Danza Libre, el Encuentro de Coreógrafos de Guantánamo demuestra ser un punto de fortaleza en la creación joven cubana. Esta plataforma ha insistido en activar un espacio para la reflexión sobre la danza. La edición de 2019 mostró, entre las propuestas de su calendario teórico, la intervención de América Medina, estudiante de cuarto año de Danzología de la Universidad de las Artes, de La Habana, que bajo el título de “Mi cuerpo como espacio de reflexión”, abordó su trayectoria en el ISA, y todo lo que le han aportado a su desarrollo, los conocimientos sobre los estudios teóricos de la danza, y específicamente, el recorrido personal que ha realizado desde el cuerpo como archivo.
Su propuesta abrió un debate rico en opiniones diversas. En esa misma línea, el Encuentro generó un espacio de reflexión donde algunos coreógrafos desmontaron sus procesos, y comentaron sobre sus carencias y necesidades de perfeccionamiento.
El Encuentro de Jóvenes Coreógrafos puede funcionar como un espacio de superación para los creadores más nobeles. Esta edición cubrió varias zonas con laboratorios de creación como el impartido por Ladislao Navarro, director de Danza Fragmentada. Su “Taller de Creación Coreográfica para la Danza Folclórica” tuvo fuerte resonancia en los participantes y se obtuvieron materiales bien interesantes, al final de esa jornada. En otro punto se destacó el taller “Dispositivos Coreográficos”, del profesor chileno, Bernardo Orellana, doctorante del ISA que brindó herramientas tomando como punto de partida temas de identidad para mostrar la poética personal de los jóvenes coreógrafos.
Desde La Habana llegó a Guantánamo una representación del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba con dos jóvenes coreógrafos: Leyván García y Yandro Calderón, son nombres que están revitalizando el repertorio de esa compañía, junto a un grupo de intérpretes nobeles, que los siguen en sus empeños de buscar otros matices para las presentaciones de la emblemática agrupación cubana.
Yandro Calderón mostró Yanza, interesante representación de Changó, donde él asumió el rol protagónico imprimiéndole con su voz un estilo particular a esta deidá en la escena. Por su parte, Leyván García ofreció un hermoso cuadro que, bajo el título Eshirawo, puso sobre el escenario del teatro Guaso a seis fabulosas ejecutantes, que arrancaron la ovación del público. Buen gusto, excelentes diseños, unido a la calidad de las intérpretes, hicieron de este cuadro un de los platos fuertes del Encuentro.
Para Leiván y Yandro estar en Guantánamo fue la oportunidad de dialogar con otros saberes. Los dos, juntos con el resto de los bailarines del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, asistieron a la mayoría de los talleres y conferencias programadas. En su intervención en el espacio de reflexión, ambos creadores expresaron que la teatralización del folclor necesita reactulizarse, y aunque ellos mismo aún no logran esa modernización del todo, son conscientes de lo necesario que es intercambiar con otros creadores, y salir de sus zonas habituales de trabajo.
Otra de las obras que sobresalió en la programación fue Yemayá Lokuolona Okum, de Danza Libre. La pieza, con crédito de Elio Orestes Reina, se suma a esos títulos que miran al folclore desde ángulos distintos, utilizando el vestuario de manera diferente, rompiendo esquemas en la forma en que son presentados los orishas del panteón yoruba, tratando de no caer en las fórmulas eternas de la representación del folclor. Sin embargo, todavía hay muchos elementos por ajustar, a la hora de materializar la idea en la escena.
El Encuentro de Jóvenes Coreógrafos tuvo como invitados especiales a los bailarines Patricia Rivera y Zurisadai González, becarios del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), de México. Patricia Rivera obtuvo la beca del Programa Creadores Escénicos, 2018-2019, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA); mientras que Zurisadai González es integrante del cuarto elenco del Centro de Producción de Danza Contemporánea (CEPRODAC), bajo dirección artística de Marco Antonio Silva. Este es un premio que otorga de conjunto el INBAL y el FONCA.Patricia puso a consideración del público su solo Tres… S/dos para 3, pieza que concentra la fuerza en la economía de recursos sobre la escena, para dejar fluir una hermosa imagen que mezcla luces y movimientos en un pequeño espacio. La segunda obra de los creadores mexicanos, Eco´s… volar diez mil, es un dúo que manifiesta cómo la danza contemporánea puede emplear vocabularios diversos y ser eficaz, poniendo sobre el escenario exclusivamente lo que necesita para expresase.
Los creadores mexicanos ofrecieron, además, el taller “¿Cómo crear en pareja?”, y realizaron el montaje de Eco´s… volar diez mil con bailarinas de Danza Libre. La pieza quedará en el repertorio activo de la compañía guantanamera, en demostración de las potencialidades que se pueden lograr en un verdadero intercambio cultural.
La maestra Liliam Padrón y su compañía Danza Espiral adicionaron un toque de distinción al programa del Encuentro de Jóvenes Coreógrafos con las obras Sin pretensiones y A las en punto, esta última es una hermosa versión del poema “Las siete en punto” de Virgilio Piñera.
La joven Yamilka Delsalles Ortega, integrante de Danza Libre, presentó Plenilunio, su primer trabajo coreográfico. Yamilka es una bailarina con experiencia, que ha transitado por varios colectivos danzarios. Ahora, desde la madurez como intérprete asume el reto de la creación coreográfica, camino en el que le queda mucho por andar, pero donde se observa una posibilidad latente para avanzar con buenos pronósticos.
Otras agrupaciones que intervinieron en las funciones del Encuentro fueron Danza Teatro Retazos de La Habana; Médula, Ballet Folclórico Babul y Danza Fragmentada, de Guantánamo; Yanosky Suárez con su proyecto Ad Libintum de Santiago de Cuba; y Danza Unidos de Artemisa.
Hay que destacar la participación de los estudiantes de la Escuela Profesional de Danza “Alfredo Velázquez Carcacés” en los talleres, conferencias, funciones, en una demostración e interés por superarse. Ellos fueron los más beneficiados con este Encuentro, que tiene como sede principal el teatro Guaso. La instalación necesita con urgencia mejorar su técnica y aforo para dar un adecuado respaldo al evento.
De manera general, el Encuentro de Jóvenes Coreógrafo mostró, como problemática, falta de investigación en las propuestas, muchas adolecen de una actualización en el lenguaje del movimiento, sin una exploración en otras posibilidades que no sean exclusivamente físicas. Algunas obras fueron excesivamente narrativas, con el único pretexto de contar una historia de manera literal.
Como plataforma para la danza joven cubana, el Encuentro ha ido madurando en sus cinco ediciones, ha ganado en organización pero debe atender el equilibro en la calidad de su propuesta artística, también se debe cuidar la disciplina del público en el teatro Guaso, tarea pendiente que no se logrará con acciones de un día o dos, sino con la constancia de poner en práctica las reglas que deben caracterizar a una institución cultural. Aquel eslogan de que “la casa se reserva el derecho de admisión”, deberíamos ponerlo más en práctica en nuestros teatros, cuando de celulares e indisciplinas sociales se trate.