Por Roberto Pérez León
Quien razona correctamente es capaz de inventar y
quien quiere inventar, debe saber razonar.
Sólo quienes son incapaces de ambas cosas,
creen poder separar una de otra.
Lessing
El teatro no se libra del oleaje de lo conceptual. Ese oleaje que parte desde aquellas vanguardias de los inicios del siglo XX cuando el arte acude a categorías de recepción que tienen en cuenta la idea, el concepto inmanente en la obra, incluso antes que la misma obra.
Principia el protagonismo de la experiencia creativa como suceso documental: las hegemonías clásicas se fracturan o distienden y queda la obra soportada no solo por los componentes materiales de sus sistemas significantes sino por sus efectos, por sus giros semióticos.
Entre las contingencias propias de la creación y sus develaciones subyace la fortaleza de las ideas y los conceptos que tributan a la proposición de tesis de una obra.
Las ideas y los conceptos son nutrientes autógenos de la esencia del arte contemporáneo que exige del espectador una indómita atención conformadora de particulares experiencias estéticas.
En el ámbito del teatro existe una periferia ideo-conceptual. En la discursividad de lo metateatral, como recurso reflexivo y expresivo, destaca la autorreferencialidad y sus diferentes niveles de manifestación.
Tiene la autorreferencialidad una liminalidad que la hace compleja como procedimiento en el proceso creativo; crea, como proyección intelectual teórica de significación socio-estética, un espacio/tiempo “otro”.
La autorreferencialidad como recursión, como posibilidad de definirse por sí misma. Cuando el creador declara su poiesis, sin desarrollar un delirio de ensimismamiento hermético, se le brindan al receptor herramientas para su dramaturgia.
“Dramaturgia del receptor”: pertrechos que a manera de secretas didascalias podrán agregar a la topología del hecho teatral una enunciación fuera de la escena.
Lo que preexiste a la puesta en el orden ideológico y conceptual puede ser de gran valor en el proceso de concretización que hará el receptor: del simple significado a la generación de nuevos signos con nuevos significados y sentidos.
La puesta en escena implica una lectura donde intervienen la escenificación como significante, el Contexto Social y el significado con sus efectos de sentido inmediatos o dinámicos.
El papel de los medios ante una puesta en escena más allá de promover y divulgar debe consistir en contribuir a la detonación del proceso de lectura que el espectador haga de la escenificación.
En esta detonación sin duda interviene la sincronía de los sistemas escénicos como sistemas significantes en interacción. Pero el proceso de ideación del hecho teatral, como acontecimiento teórico y objeto epistemológico, tiene relevancia comunicacional, contribuye a la ponderación y concretización de la puesta.
Antes de la orquestación sensorial que articulan los sistemas significantes del trabajo escénico tenemos la idea, su semiología que podrá ser confrontada con la semiología de los sistemas significantes.
La exposición del proceso de ideación, su sintáctica y semántica-pragmática concita al receptor.
La idea, el concepto, como partes de la teatralidad invisible, contienen una potencialidad que si es develada en el proceso de comunicación que todo evento escénico genera puede sustanciar la producción de sentido. El teatro es un medio polifónico donde la perspectiva de la creación es uno de los niveles de la comunicación teatral.
La prefiguración teórica de la escenificación es medular en la experiencia estética del receptor: los programas de mano, las declaraciones de los productores artísticos se convierten en discursos que hacen referencia al suceder escénico y forman parte del mismo.
Recientemente, acá en Cubaescena, hemos tenido un ejemplo de este recurso que amplifica y declara una obra y sus fundamentos desde el punto de vista del creador. Me refiero a las reflexiones en torno al espectáculo Ofelia, del Grupo de Experimentación La Caja Negra.
Desde ámbitos no escénicos puede el público adentrarse en la ontología de la escenificación. En ocasiones ese constructo teórico adquiere valor de obra por su accionar fecundo, aunque su ocurrir no sea escénico.
En portada: Imagen de la obra Yellow drink, Teatro El Público. Foto Buby Bode.