Search
Close this search box.

En La Habana: humor, teatro y salas de cine

image_pdfimage_print

Por Frank Padrón

Además de espacios «fijos» como los teatros Astral y el Karl Marx, los humoristas no pueden quejarse porque disponen de varias salas de cine en ciertos días de la semana. Concretamente el viernes, el Yara promueve La esquina de Mariconchi, y sábado el Riviera anuncia El Humorazo, con una programación variada. Ambas propuestas tienen lugar a las 9:00 pm.

Y qué bien que así sea, pues es sabido que a nuestro pueblo le gusta reír, y aun con precios muy superiores a la taquilla de las funciones cinematográficas, las salas se llenan cuando de esos espectáculos se trata.

Por otra parte, son los laboriosos artistas del Centro Promotor del Humor quienes mantienen activa, al menos los fines de semana, la deprimida vida nocturna de la capital, si tenemos en cuenta no solo la ausencia de opciones los primeros días de aquella sino que prácticamente todo (cine, teatro, conciertos) se concentra a las incómodas horas de cinco de la tarde y, en menor medida, siente de la noche, en únicas tandas que limitan poder asistir a todo y eliminando segundas opciones para a quienes les es imposible hacerlo en tal horario.

Se sabe de las dificultades del transporte, la energía eléctrica, etc., pero los llenos en las aludidas programaciones humorísticas o en las muy contadas que mantienen los antiguos horarios (8:30 pm y 9:00 pm) como las del Ballet Nacional de Cuba o excepcionales galas y presentaciones especiales, demuestran que gran parte  del público sigue apostando por tales funciones, sobre todo teniendo en cuenta la densidad poblacional del municipio Plaza de la Revolución y de otros aledaños que van a pie a muchos de los teatros.

Pero volviendo al humor, reafirmo mi satisfacción con el trabajo de sus gestores, así como, en el caso del Proyecto 23 del Icaic, la disposición a contratar varios de sus espacios para tales actividades.

Solo que, por una parte, habría que ser un tanto más selectivo y, por otra, no limitar a esta manifestación escénica las salas de cine fuera de su primaria función de exhibiciones fílmicas.

La esquina de Mariconchi, que durante años se mantuvo los jueves en el teatro América, se trasladó como decía al Centro Cultural Yara, un día después.

Hay que mencionar la labor de su anfitrión, Orlando Manrufo pues, aunque debe renovar su repertorio pues tiende a repetir scketchs y chistes, mantiene no solo una decorosa conducción desde su indudable carisma, sino un guion bien pensado y mejor dirigido por Ricardo Isidrón, en el que sobresalen varias secciones como las competencias o los audiovisuales con las gustadas cámaras ocultas o el aplaudible homenaje a veteranos del humor en Cuba.

Tampoco se aprecia el mismo nivel en los grupos o solistas invitados pero la variedad y el sentido del espectáculo están garantizados.

No puede escribirse lo mismo respecto a la sección homóloga en el cine Riviera un día después, donde cultores de la Stand Up Comedy y algunos colectivos exponen, frecuentemente, programas de dudoso gusto, con reprochables contenidos, vulgares y, a veces, hasta homofóbicos o misóginos, algo que la débil recepción del público confirma.

No deseo perjudicar económicamente a quienes realizan estos espectáculos y son contratados, pero sí exigir ciertos filtros (por ejemplo, asistir a ensayos por parte de expertos que evalúen la calidad de las propuestas) y, sobre todo, proponer que las salas de cine se presten también a otras manifestaciones y extiendan sus radios de acción.

Se conoce, ante el cierre de no pocos teatros, que a muchas compañías de esta especialidad o de danza, se les dificulta ofrecer temporadas y hasta estrenos. ¿Por qué, entonces, no establecer convenios con el Consejo Nacional de las Artes Escénicas y poner a disposición de los grupos que carecen de sede, las generalmente subutilizadas salas de cine?

Otro tanto pudiera hacerse con el Instituto Cubano de la Música y programar conciertos, tanto de artistas cultores de lo popular como de lo clásico, tal como ocurrió también décadas atrás.

Todo eso sin olvidar las tandas cinematográficas nocturnas que, al menos uno o dos días a la semana pudieran ofrecer otras opciones, tanto en programaciones especializadas (como se hallaban en los cines de ensayo Rampa y el inexistente Rialto o la Cinemateca de Cuba), como más comerciales.

Fuimos siempre un país de rica vida cultural, sobre todo nocturna. Seguimos siendo una potencia en tal aspecto, pero todo concentrado en las tardes.

Viajo con frecuencia a provincia y, aun con las actuales condiciones, variados espectáculos culturales se mantienen de noche. En la capital, el complejo Fábrica de Arte Cubano sigue siendo un ejemplo de ello, y ni aun la carestía de la taquilla y las dificultades para llegar, limitan la afluencia de público, no solo foráneo.

Permitamos hacer de toda la capital la gigantesca y múltiple «fábrica de arte(s)» que siempre fue, y que nuestras solidarias salas de cine se pongan más aun en función de esto.

Del cine, sí, del (mejor) humor y de todo lo demás que siga enalteciendo la espiritualidad y difundiendo cultura, a todas horas…, noches incluidas.