Por Roberto Pérez León / Fotos Indiana Caballero
En el arte, dice Max Linder: “no hay secretos, sino mérito inaudito, y ese don que la imitación no dará jamás”
PIB 2018 nos “teatra” invadidos por la necedad de un reguetón vulgar.
¡Qué fuerte! Demasiado fuerte me resultó la última puesta en escena de El Ciervo Encantado, el colectivo teatral que dirige Nelda Castilo. Cuando terminó la representación me quedé patitieso. Hasta mi butaca llegó también la basura. Me sacudí porque no puedo dejar que me inunde la basura.
Cierto reguetón nos ha atestado de mugre sin darnos cuenta o dándonos cuenta pero descuidándonos: vulgaridad, simplezas, gritería, estupidez, insolencia, insulto, abuso, ordinariez… Puedo seguir y seguir: incivilidad, atropello, ignorancia, descaro, grosería, indignidad, fanfarronería, pornografía, indecencia, desparpajo, ofensas, escándalo, violencia…; la retahíla de mugres es ensordecedora y abruma ver que se pasea inmune en cualquier guagua a cualquier hora, cualquier día o cualquier noche, anda la retahíla por cualquier acera, por el malecón ostentando una cultura espuria, transportada en el ánima de muchos, muchísimos hombres, mujeres, niños y niñas, jóvenes con uniformes o disfrazados con atuendos espirituales ajenos a la Nación.PIB 2018 tiene en escena todo el tiempo solo a Yindra Regüeifero, una joven actriz, hermosa, casi en una desnudez embadurnada de luces y tintes, con el pelo que le explota y con una corporalidad que declara que es un cuerpo absolutamente profesional en escena. Esta actriz crea un espacio gestual espeluznante, absorbente, siempre desde el piso. Toda la representación se la pasa tirada en el suelo entre sacudidas, espasmos sin erguirse, tejiendo una coreografía con manos, piernas, torso, rostro, lengua, saliva, enfurruñamientos y torceduras musculares. Se escucha que silabea, pero está balbuceando o tartamudeando, arrastra palabras, articula y estropajea frases ininteligibles y soeces. Y entonces se produce un entramado de diversas combinaciones y variaciones entre los actos del habla y los actos gestuales.
Yindra Regüeifero, en su performance actoral, alcanza niveles que pueden desesperar hasta el rechazo; su áspera y destemplada manifestación corporal junto a los afónicos y estridentes registros vocales consigue conformar un acto sémico de sorprendente señales de advertencia social y cultural.
El acto sémico es una señal producida para que sirva de indicio. Un acto sémico como el que se produce específicamente en PIB 2018 es una señal para que sirva de indicio y no nos quedemos indiferentes ante un consumo y una propaganda que nos está minando los valores éticos. Dónde quedó aquello que veíamos en vallas y pancartas y hasta en las jabitas de las tiendas: “Lo mío primero”. Sí, lo mío. Está más que probado que tenemos mucho.Yindra Regüeifero cumple actoralmente con el rol, con el papel actancial abstracto de ser todos los que no queremos más vulgaridad ni indisciplina callejera; ella es la estetización de la vulgaridad y de las olas de indisciplina callejera; como actante y como actriz adquiere valor de significante, de significado, sustancia de la expresión del contenido y a la vez forma de contenido; en escena es el signo, el representante que nos advierte sobre lo representado.
Por otra parte, tenemos la concepción plástica del montaje. Nelda Castillo compone con plena organicidad; quiero decir, en esta puesta las luces, la banda sonora, la utilización de proyecciones tienen una lógica interna propia, particular y en consonancia con la performance actoral. ¡Admirablemente terrible!
Tenemos un video que manipula el espacio, se mueve por el escenario, sube al techo y lo pasea; y, para colmo, cuando termina la representación ese video entra en el área del público y nos recorre completamente hasta que sabemos que también no solo somos espectadores sino participantes de ese producto interno bruto que hemos engendrado bajo la pulsión irracional de cierto “perreo estructural”. Sí, estructural. Tenemos que desestructurar, desarmar, expulsar ese “perreo” con acciones concretas.
Una cosa es la vulgaridad cuando decora o es solo una figura sin llegar a cuajar como signo y se queda en aderezo; y, otra, muy distinta, es cuando se convierte en sustancia del contenido y de la expresión de una representación para formar parte de su médula. En PIB 2018 lo vulgar es una vertebralidad sintagmática y paradigmática paralizante: funciona, designa y denota, acusa sin tapujos a ese reguetón que día a día y sin pausa nos acompaña.Las atrocidades típicas de algunos textos reguetoneros no son privilegiadas en esta puesta; el funcionamiento textual queda supeditado a una composición escénica, a mi pesar, hermosa; las luces, la actuación, el sonido, el diseño visual, la espacialización, como sistemas significantes, establecen un encadenamiento generador de un sentido; entendamos sentido como la producción de un efecto, quiero decir, de lo que nos hace sentir, pensar, entender a través de la articulación enunciativa, en este caso tan contundente como es el trabajo, que esta vez, nos entrega El Ciervo Encantado.
¿Y qué me hizo sentir PIB 2018? Rabia y más pasión y coraje para defender lo mío. Tenemos que espantar la indiferencia ante la vulgaridad y la incivilidad callejera. ¿Por qué si este país ha desalojado epidemias, calumnias, desamparos no vamos a poder hacer que florezca el danzón, el bolero, el filin que corresponde a estos tiempos? Desde la certeza de que lo bueno no pasa; nos corresponde hacer que así sea desde la Cultura.
PIB 2018 es una articulación de principios ideológicos en incrementum a través del desarrollo dramatúrgico. Se advierte un funcionamiento estético que plantea una realidad escénica polifónica en consonancia con la poética del colectivo teatral.
La enunciación global de PIB 2018 denota un amor lanzado, una atenta sensibilidad y un patriotismo sin anestesia.