Texto/ Foto Yuris Nórido
Si hubiera que escoger una obra, solo una obra, para representar a la danza moderna en este país; si se hiciera una encuesta entre bailarines, coreógrafos, maestros y públicos para definir la más emblemática de las coreografías concebidas para la compañía que fundó Ramiro Guerra, hoy Danza Contemporánea de Cuba… muy probablemente la mayoría coincidiría en una pieza, que es símbolo indiscutible de la cultura cubana: Súlkary, de Eduardo Rivero.
Danza Contemporánea de Cuba repone nuevamente esta coreografía fundamental, interpretada por jóvenes bailarines del elenco. El entonces Conjunto Nacional de Danza Moderna la estrenó en la noche del 13 de mayo de 1971 en un programa combinado. Isidro Rolando, uno de los seis bailarines encargados de defender la obra de Rivero lo recuerda: «Nosotros quizás no éramos conscientes de la trascendencia de lo que estábamos bailando, pero sí puedo asegurar que el público sintió que era obra fuera de lo común. La gente la recibió con un entusiasmo inusual. Fue una ovación tremenda. Fue muy emocionante».
Luz María Collazo, otra de las bailarinas del estreno, se dio cuenta enseguida de que iba a ser un clásico. «No puedo explicar por qué lo sabía, pero lo sabía. Esa coreografía tenía alma, tenía poesía, tenía una fuerza interna. Tenía una verdad. Yo supe que iba a ser una obra para toda la vida».
Ha pasado más de medio siglo y Súlkary no ha envejecido. Es evidente su monumentalidad, la iconicidad de su proyección plástica, la esencialidad del movimiento. Y la contundencia del planteamiento. Es que Rivero había trascendido lo anecdótico para terminar recreando un sentido de la existencia, su poética. Un espíritu. Había redondeado la metáfora. El africano que había puesto sobre la escena no era el esclavo sometido en Cuba, era el africano rey, dueño de su destino. Era, si se quiere, una reivindicación. La reafirmación de una cultura.
Danza Contemporánea de Cuba la trae de nuevo a escena en una temporada que se inscribe en las celebraciones por los 65 años de la agrupación. Y la pone a dialogar con la obra de los actuales coreógrafos residentes: de George Céspedes se presenta Identidad (-1), y de Julio César Iglesias, El cristal. Este es un programa de confluencias, que ha sido, en buena medida la apuesta permanente de esta compañía.
Tomado de la página oficial en Facebook de Danza Contemporánea de Cuba