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“El Casting de Tin Ido”, donde se aplaude el riesgo

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Por Kenny Ortigas Guerrero

En Camagüey se acaba de estrenar el espectáculo El Casting de Tin Ido, que narra la historia de cinco payasos isleños que se juntan para realizar una película que los llevaría hasta Argentina para su estreno.

La propuesta nace al calor de la elaboración conjunta por varios artistas del clown que, bajo el liderazgo de Adiel Morales, “el Payaso Cebollita”, decidieron unirse en esta aventura.

Tras la premier comienzan a emerger criterios disímiles respecto a si realmente se ha dado en el centro de la diana o si se trata de un cuerpo sin pies ni cabeza que deambula por la escena. En base a estas ideas construidas al calor de la batalla, creo oportuno señalar algunos aspectos.

En primer lugar, estamos frente a un grupo de artistas que han decidido salirse de las zonas comunes que circundan el tan llevado y traído arte del payaso, donde su práctica cotidiana se reduce en un gran porciento –y con esto no intento opacar las experiencias positivas- a la repetición de canciones y jueguitos para los cumpleaños, sin ninguna pretensión estética de alta envergadura. Por lo tanto, respeto y celebro esta iniciativa que puja por transgredir lo meramente banal y comercial.

En segundo lugar, de este elenco de cinco Payasos solo dos poseen formación actoral, los otros tres –aunque avalados profesionalmente- son de formación empírica, y han dedicado su vida profesional exclusivamente al arte de las payasadas, lo que también complejiza el dominio de los diversos recursos técnicos expresivos para la escena.

Como tercer elemento puedo añadir que, al no tener bagaje o experticia en cuestiones de dramaturgia de puesta en escena y dirección, las posibilidades de ser eficaces en el resultado final se reducirían al mínimo, pero entonces me pregunto ¿El no poseer ese conocimiento, significa que no se tiene el derecho a experimentar, a indagar, a equivocarse y seguir? ¿A caso todos los grandes directores de teatro llegaron a serlo porque nacieron del vientre de academias de arte, o muchos se forjaron al calor del ensayo y error, aprendiendo sobre la marcha?

En una cuarta posición me atrevo a decir que la persona que asista a la función con la expectativa de ver una obra de teatro dentro de los estándares habituales e identificarse con un conflicto que le lleve a la purgación de sus pasiones, sufrirá una terrible decepción, pues este es un espectáculo de payasos que juegan a divertir al público sin importar la edad. Solo que lo hacen acercándose a la estructura de una dramaturgia que cuenta una historia, la cual en mi opinión es muy simpática.

Llego a una quinta conclusión, en el contexto actual, donde el acomodamiento y el regodeo en zonas insípidas de la creación consumen a muchos colectivos artísticos, es meritorio que estos cinco personajes: Florecita, Cebollita, Cartucho, Tin Ido y Chocolatiqui, se hayan atrevido a tan ambiciosa empresa, restando de su tiempo a la comercialización y al incremento de ingresos personales. Lo que evidencia una necesidad de superación, de crear algo nuevo, de estremecer el campo de las variedades circenses y seducir a un espectador agotado, eso sí, de ver los mismos gags y sketch trillados, a los que el tiempo les ha ido cobrando factura.

En ese sentido Adiel Morales, el líder artístico, es un ser incansable e inquieto con alma de niño, que siempre escudriña en las formas y posibilidades de cautivar al público con sus inventos formidables.

Como sexta noción, invito a pensar en cuánto lo disfrutaron los espectadores, en las travesuras que se generaron, en los niños que -de pie- se divirtieron durante la hora que dura la puesta en escena. ¿A caso eso no tiene valor? Creo profundamente que con el Casting de Tin Ido, el arte del clown en Camagüey puede tomar un rumbo con más sentido de la escena, acogiéndola como un espacio que aporta valores estéticos e intelectuales y con puntos de vista más enriquecidos a nivel conceptual, que requieren de un asesoramiento más cercano y previsor del Consejo Técnico Artístico de las Artes Escénicas al interior de los procesos de trabajo y no como evaluadores de un producto terminado.

Aun –como en toda obra que nace- hay que perfeccionar muchos detalles de los que solo daré una breve pincelada. La correcta proyección de la voz es esencial, como también lo es evitar el atropello de los textos y trabajar los matices en función de las caracterizaciones, los tonos y la atmósfera de cada momento. Se percibe exceso en el empleo de citas, referencias sonoras y audiovisuales que no todo el público, sobre todo los niños, puede asimilar ni conectar, que van desde el animado Matojo, donde se requiere “un nadador” hasta representaciones lúdicas de la Guerra de las Galaxias.

Como hilo conductor está el deseo de viajar al extranjero, elemento que gravita durante toda la acción, y aunque se trata desde el doble sentido y la comicidad, no deja de ser un tema duro y neurálgico en nuestra sociedad actual, que al entablar un diálogo con los niños debe hilvanarse con extremo cuidado. De ahí se deriva algo muy puntual y es que el director debe definir a qué público realmente quiere llegar y si la respuesta es “a toda la familia”, pues deben replantearse algunos códigos muy específicos.

Cuando se decide emprender una puesta en escena como esta, donde se evitan lugares comunes, pues tiene que ser de principio a fin, donde no se tomen demasiadas licencias que perjudiquen la integridad de la obra, tal es el ejemplo de un tema de reggaetón que, aunque sirve como pretexto a un juego de participación dentro del proceso del casting, desvirtúa y desentona un tanto ese momento, restando valor a la concepción global del montaje. Por otra parte, el uso de algún que otro apodo o mote dirigido a los niños que interactúan en las dinámicas de las escenas, son absolutamente innecesarios.

Como ya mencioné en renglones anteriores, El Casting de Tin Ido es una obra perfectible pero que hace derroche de creatividad –la propuesta audiovisual es muy interesantes- y marca una nueva visión para la los hacedores del clown. No tengo en Camagüey alguna referencia histórica en este particular. A los integrantes de esta propuesta, los felicito y les exhorto a partir de ahora a continuar estudiando las vías para que el espectáculo alcance la madurez que todos deseamos pues este no es el final, para nada, este constituye el punto de inicio de una nueva etapa que sin dejar lugar a dudas será de expansión y crecimiento no solo para ustedes, sino para el público que los sigue y los admira.

Foto de portada: Alejandro Rodríguez