El callejero pensando en Albio y Pancho

image_pdfimage_print

Por Ulises Rodríguez Febles

Matanzas experimentará del 16 al 20 de abril, la Jornada de Teatro Callejero, liderado por Teatro El Mirón Cubano. Cada vez que comienza un callejero pienso en Albio Paz, en lo que pensaría Albio, al que le debemos que se cumplan 30 años de El Mirón Cubano con una estética callejera, a partir del estreno de Pasos callejeros, en la que el creador indagó y experimentó en la teoría y la práctica, lo que posteriormente fue desarrollando en textos y puestas claves como El Quijote, Juan Candela, El gato y la golondrina, entre otros.

Albio, cuando llega a Matanzas en 1985, venía de una praxis de la investigación y una relación particular con el público, como Teatro Escambray y Cubana de Acero. También del trabajo en comunidades rurales y obreras, además de festividades populares, como las parrandas de Zulueta, lugar donde nació en la provincia de Villa Clara, y a la que siguió relacionado hasta su muerte, en La Habana, en el 2006.

Hay varias obras en Teatro El Mirón Cubano, que de la sala tuvieron otra versión en los espacios abiertos, y muchas que se fundamentaron en las investigaciones sobre las características más significativas del teatro callejero.

Entre las primeras, se encuentran, por ejemplo, Pasos callejeros (1993), Tres jockers visten al rey (1998) o El gato y la golondrina (1997). También es importante apuntar, que varias de sus obras tenían fuentes literarias o teatrales, como los pasos del teatro español, la narrativa de Cervantes, Onelio Jorge Cardoso o Jorge Amado.

Cuando Albio decidió, como objetivo principal de su creación, conquistar la calle junto a Teatro El Mirón Cubano, existía muy poca bibliografía sobre el tema.

En el breve tiempo que trabaje con él, unos cinco meses de 1992 – 1993, recuerdo las pesquisas que hicimos y lo poco que encontramos en las bibliotecas. De aquellas búsquedas destacan los textos teóricos, publicados en la revista Conjunto, del colombiano Juan Carlos Moyano, quien un tiempo después actuó e impartió talleres en Matanzas.

Por ese vacío teórico y su compromiso artístico, Albio desarrolla junto con las investigaciones de la puesta, la creación de un cuerpo teórico en el que fue fundamental la relación con un asesor como Pedro Morales, con un agudo, esclarecedor y riguroso trabajo, que puede observarse en los legajos de los archivos de Teatro El Mirón Cubano, y que se mantuvo hasta después de la fecha en que Morales dejó de trabajar en el colectivo matancero.

El diálogo entre ambos, desde mi punto de vista, fue esencial en la sedimentación del pensamiento teórico-práctico de Paz Hernández, y esto también se puede encontrar en el libro Las penas que a mí me matan y otras obras, publicado por Tablas Alarcos. Colaboración a la que después dio continuidad, también como asesora, Maité Hernández Lorenzo.

Investigar el teatro callejero

La estética de teatro callejero, igualmente, fue posible desarrollarla por la existencia en el grupo de actores que la asumieron, en la que fue fundamental, además de Miriam Muñoz, Adán Rodríguez Falcón, Adrián Morales, Mariem Padrón, la presencia de Francisco Rodríguez Cabrera, desde esa fecha de génesis y hasta su muerte. Pancho fue un puntal para esas búsquedas y resultados, no sólo para la agrupación, sino para el teatro callejero en Cuba, por tener una sólida formación académica, una sedimentación de experiencias de trabajo que no abandonó y el dominio de técnicas -entre otras-  del arte del clonw, asumidas en diversos talleres con maestros internacionales.

A Pancho, le debemos algunas de las puestas, de la etapa posterior al fallecimiento de Paz Hernández, como es el caso de Balada del Marino o El viejo y el mar.

Significativo para la visualidad de los espectáculos fue el trabajo de diseño de Adan Rodríguez Falcón, quien se adentró en el teatro callejero precisamente con Pasos… (1993) y desarrolló -influenciado en un primer momento por Rolando Estévez, sobre todo en el uso de materiales- una carrera personal, donde destacan el dominio conceptual y técnico de un diseño escenográfico, caracterizado por las premisas que les son esenciales al teatro callejero. Esto puede admirarse, ahora mismo en la galería Francisco Manzano, de la Uneac matancera, como prueba de su impacto visual, fuerza dramática y monumentalidad, en puestas como El Quijote y el Caribe, Juan Candela, El gato y la golondrina; pero también en otras como Balada del Marino, La palangana vieja, entre otros.

Pancho García en El Quijote. Foto tomada del periódico Girón.

Tampoco se debe obviar la labor musical del maestro Raúl Valdés, que además de trabajar con otros grupos, realizó un encomiable y no bien estudiado aporte de crear atmósferas, fuerza dramática, a las puestas creadas, primero de Paz Hernández y posteriormente, con Rodríguez Cabrera, Rodríguez Falcón (Maternidad) y Rocío Rodríguez Fernández.

El prestigio de Albio y Teatro El Mirón Cubano, durante más de una década, se fue acrecentando, en el ámbito nacional e internacional, en espacios de intercambio en que se afianzó su estética, en festivales, eventos y fiestas, como la de María Pita en Galicia, España.

Pancho y El Mirón 

Francisco (Pancho) Rodríguez Cabrera (Matanzas, 1954-2022) llegó en 1981 al teatro con la puesta en escena La emboscada, dirigida por la maestra Flora Lauten y estuvo hasta el final de su vida en el teatro que se nombró, a partir de 1984, El Mirón Cubano, en homenaje al poeta y dramaturgo José Jacinto Milanés, con sede en la calle Manzano, entre Santa Teresa y  Zaragoza, espacio que ayudaron a levantar aquellos jóvenes recién graduados del entonces Instituto Superior de Arte, impregnados del magisterio de los que lo formaron y les enseñaron un camino.

Definitivamente, Pancho se quedó allí, incluso después que físicamente dejó de desandar los vericuetos del teatro.

Las imagenes de nuestros archivos, lo recuerdan en diversos personajes en obras que van desde El Cruce sobre el Niágara, El gato de Chinchilla o la locura a caballo, El circo de los pasos, Juan Candela hasta El viejo y el mar, inspirada en la novela de Ernest Hemingway, donde cruza las calles de Matanzas, en un bote, aferrado como el viejo Santiago, al pez, a la esperanza, a jamás ser vencido, a pesar de las magulladuras de la vida.

Pancho, que actuó en diversos espacios de Cuba y el mundo, fue durante gran parte de su trayectoria, un defensor del teatro callejero, un experto en esos temas y un experimentado zanquero, para hacer vivir personajes inolvidables, que se mantienen en nuestros recuerdos.

Su imagen en Juan Candela, una de las muchas piezas de Albio Paz, es emblemática de esa etapa, un símbolo de los sueños y la imaginación de los seres humanos.

Pancho, fue también un conocedor de las técnicas del clonw, varios de sus personajes dignifican a el payaso cubano.

Con la gracia que le fue características, asumió sus personajes y su propia vida. Su optimismo, fue una adarga.

De la misma manera que fue el pescador Santiago o el equilibrista Blondin, fue también el Severo de Caliente que te quemas, de Lázaro Rodríguez, estrenada primero por El Mirón Cubano, bajo la dirección de Armando Tomey; luego por Icarón, con la actuación y puesta de Miriam Muñoz.

Gran conversador, sus múltiples anécdotas de la vida y del teatro eran contadas con gracia, apoyadas por sus dotes de actor, su gestualidad, movimientos, y su risa muy particular, como un cierre.

Mezcla de campesino del Valle de Yumurí y de citadino que vivió en Matanzas, estudió en La Habana y visitó múltiples ciudades de Cuba y el mundo. Tenía esos valores, conocimientos y espíritus de las experiencias vividas, en su trayectoria cotidiana y artística.

En lo personal, le agradezco su puesta de Balada del Marino, que le valió un Premio Caricato como director en el 2007; la de Otra historia de la niña Cecilia; y especialmente, la oportunidad de dirigirlo en Buena Muerte, donde demostró su experiencia, humildad y valores humanos, fomentados en una familia de raíz cristiana y campesina.

Es un digno homenaje dedicarles esta nueva edición de la Jornada de Teatro Callejero, al fundador y al continuador. Un digno homenaje a dos seres, que encontraron en la calle una vía de expresión, libertad y sueños.

En portada: Albio Paz. Foto tomada de La Jiribilla.