Por Maya Quiroga
Los artistas del Teatro Lírico Nacional de Cuba (TLNC) no han pasado por alto el aniversario 260 del natalicio Wolfgang Amadeus Mozart (1756-2016) y por eso despidieron este año con la puesta en escena de Don Giovanni. Al decir de Roberto Chorens, director general del TLNC, esta ópera “es la espiritualidad hecha música y posee un mensaje de optimismo muy grande”.
A las funciones, que tuvieron lugar los días 17 y 18 de diciembre en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, acudió un público amante del bel canto en la Isla, en especial aquellos seguidores de la poética del llamado Genio de Salzburgo.
Don Giovanni es una ópera bufa, en dos actos, con música de Mozart y libreto en italiano de Lorenzo Da Ponte, basado en la obra de Antonio Zamora. Tuvo su estreno en el Teatro Estatal de Praga, el 29 de noviembre de 1787. Es una de las óperas más representadas en el mundo y la tercera de Mozart, después de La flauta mágica y Las bodas de Fígaro.
Según información ofrecida por María Dolores Álvarez, relaciones públicas del TLNC, los cubanos tuvieron la oportunidad de disfrutarla por vez primera el 3 de noviembre de 1818, en el Teatro Provisional de Extramuros de La Habana.
Esta nueva puesta en escena generó grandes expectativas –entre los fieles que aún conserva en la Mayor de las Antillas el TLNC– al contar con la dirección artística del italiano Paolo Coletta. A todo lo anterior se sumó la actuación en la ópera de dos figuras de talla internacional: los jóvenes mexicanos Jorge Alberto Martínez (barítono), en el rol titular y el también barítono Gerson Milán, como Leporello, su criado.
Menos la soprano Johana Simón, quien ya había tenido la posibilidad de interpretar el personaje de Doña Ana, el resto de los solistas de la compañía debutaron en la puesta en escena. Ellos son: las sopranos Ivette Betancourt y Dayana Lorente, en el rol de Doña Elvira; el tenor Roger Quintana, como el joven aristócrata Don Octavio.
Por su parte, el consagrado bajo Marcos Lima, dio vida al Comendador, padre de Doña Ana. La Orquesta Sinfónica del Gran Teatro estuvo esta vez bajo la batuta de la directora francesa Nathalie Marin, mientras el coro del TLNC contó con la sapiencia de la joven Denisse Falcón en la dirección coral.
Uno de los grandes atractivos de la puesta resultó ser la escenografía de Luigi Ferrigno (Venecia, 1935), integrada por tres paredes con las cuales se construyeron distintas locaciones como la casa del noble o el fondo de un bosque oscuro. En tanto el vestuario correspondió a Jorge Arzuaga y las luces, a Julia Rodríguez, quien supo integrarlas de manera orgánica a la puesta en escena.
Sobre esta ópera mozartiana comentó Paolo: “Don Giovanni es la producción más importante en el período de transición del Barroco al Romanticismo. Es una ópera misteriosa, no trágica. Con una música elevada, sagrada, en contraproducción con el texto. Yo lo veo como un Geovanni decididamente teatral, poco psicológico, contado desde el punto de vista de las mujeres: Ana, quien representa el presente; Elvira, el pasado y Zerlina, el futuro trágico.
“Cada generación vive su propio holocausto personal y privado, producto del machismo. En la puesta las tres mujeres son las protagonistas y están unidas por el dolor, como resultado del engaño de un hombre que se cree el mejor, el más inteligente, alguien que puede cometer cualquier delito contra los más débiles. Contrario a lo que se pueda pensar, Mozart estaba en contra del engaño a las mujeres”.
Paolo quiso dedicar esta puesta a la memoria del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz por su “profunda honestidad y amor por la cultura”.
Esperamos que para el 2017 el TLNC comience a dar pasos certeros en aras de lograr que la asistencia a la Sala García Lorca no solo sea gracias al ballet y la danza sino también debido a la calidad de puestas en escena representativas del mejor arte lírico de todos los tiempos, con puestas sólidas, atractivas y novedosas.