Por Frank Padrón
La pieza Asesinato en la mansión Haversham, de Nave Oficio de Isla, no detiene su provechosa andadura tras recorrer el país y obtener más de un reconocimiento importante: ahora «aterrizó» en la nave 3 de Fábrica de Arte (FAC) donde permanecerá el resto del mes, los domingos a las 9:00 pm.
La nueva puesta de La obra que no sale bien, como también se le conoce, implica la adaptación de un espacio múltiple y amplio como la sede de la compañía productora (Almacenes San José en la Avenida del Puerto), a un escenario mucho más reducido como el que ahora ocupa en el Centro Cultural de marras.
Sin embargo, nada ha perdido de sus valores, incluso, ya puestos, habría hasta que encomiar la concentración y fuerza que implica su indetenible y alocada cadena de acciones en este marco.
Asesinato… es una pieza original de Henry Lewis, Jonathan Sayer y Henry Shields de Mischief Theatre, compañía británica fundada en 2008 por un grupo de egresados de la London Academy of Music and Damatic Art, y que fuera adaptada y dirigida entre nosotros por Ledier Alonso Cabrera, en lo que constituye su ópera prima dentro de la dirección, para lo cual contó con la asesoría de Eberto García Abreu, José Antonio García Caballero y Osvaldo Doimeadiós, este último como se sabe, líder de Oficio de Isla.
El relato de suspense e intriga a que alude el título con aires de Ágatha Christie y donde lógicamente se trata de indagar y descubrir el autor del crimen, pasa a un segundo plano y llega a perder importancia ante lo que realmente es la razón de ser de un montaje al que también hace referencia la otra parte de su nombre.
La obra que no sale bien es justamente eso: la apología del disparate, un sólido ejercicio metateatral que desde su extrema fisicalidad parodia las improvisaciones y los fiascos en la representación dentro del mundo escénico pero que, sátira al fin, nos llega in extremis.
Desde los inicios, la exageración, inexpresividad o falta de rigor deliberadas de los actores, en la asunción de sus roles -frecuentemente distanciados o ausentes de estos- involucra al público, les advierte a quienes lo ignoran sobre el tipo de obra que verán, algo que contamina el movimiento escenográfico, la correlación de actantes con objetos esenciales en la trama (donde un bolígrafo o unas llaves pueden confundirse con un florero o una agenda, mientras un licor sería realmente un líquido inflamable) y el desmontaje paulatino de todo el andamiaje, pues lo ocurrido «tras el escenario» forma parte del relato tanto como lo que se mueve sobre aquel.
En vez de un «work in progress», asistimos justamente a lo contrario: una obra en plena (de)construcción, donde el asesinato resulta doble pues actores y directores pretenden arruinar desde los diálogos de la escritura -muchas veces visible- hasta las peripecias del discurso dramático, el cual va tornándose otro, superpuesto al «original» y terminando por imponerse, devorándolo.
Pero tan calculado proceso de desdramatización, de autofagia, que entroniza el caos y el absurdo hasta el infinito, no puede darse el lujo, sin embargo, de regir la puesta.
Muy por el contrario, esta debe tener detrás una sólida mano directriz y un engarce de relojería entre sus partes. Y es ahí donde hay que aplaudir más el trabajo de Ledier, junto con imprescindibles colaboradores como los diseñadores lumínicos y sonoros, los productores o los responsables del vestuario y el maquillaje, rubros de peso en la consecución del magma lúdico y metateatral que significa el montaje, características que signan, dicho sea de paso, la compañía británica de donde procede el texto, tan bien entendidas -y plasmadas- por nuestros coterráneos.
Qué decir de los actores, teniendo que vérselas con ese «doble play» que implica entrar y salir de sus (varios) caracteres, hiperbolizar o reducir constantemente sus perfiles, desdoblarse entre frecuentes -y fuertes- (inter) acciones físicas y una perenne actitud dialógica con sí mismos y sus colegas.
Aplausos entonces para María Karla Fornaris (Annie, jefa de escena de la Sociedad), Carlos del Toro Migueles (Chris, su director y el Inspector Carter), Adrián Bello Suárez (Jonathan/ Charles Haversham), Robert Daniel Luciano, quien alternará con Rolando Rodríguez ( como Robert y Thomas Colleymoore), Johann Ramos (asumiendo a Dennis / Perkins), Ariel Zamora (Max desdoblado en Cecil Haversham) y Geyla Neyra (como Sandra que a la vez encarna a Florencia Colleymoore), más José Antonio García Caballero (sonidista, que es a su vez Trevor).
Y otros aplausos también para FAC, por la oportunidad que siempre brinda de entrar en contacto con la vanguardia del arte todo más allá de los confines insulares, aunque esta vez sea con mucho «Oficio de Isla».
Foto Cortesía de Nave Oficio de Isla