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Un diálogo con Paula Alí, laureada con el Premio ACTUAR, por la obra de la vida (I)

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Andrés Dueñas-Torres, ejecutivo comercial de la Agencia Artística de Artes Escénicas ACTUAR conversa con Paula Alí a propósito de ser otorgado  el premio ACTUAR por la obra de la vida como reconocimiento a la trayectoria artística de la polifacética actriz.

ADT: Paula, usted tiene una extensa trayectoria artística, en primer lugar en el teatro y, después, en la televisión y el cine, aunque comenzó, según tengo entendido, como modelo en CMQ Televisión.

PA: En efecto, comencé como modelo ocasional y extra, en 1959, en CMQ Televisión, en varios espacios, uno de ellos Cabaret «Regalías».

ADT: Y, ¿cuándo comenzó su carrera actoral?

PA: Andando la primera mitad de la década del 60, en el Teatro Martí, en una simpática comedia musical, titulada ¡Voy abajo!, en la que se me ofreció un pequeño papel, que acepté de buen grado. Entonces, fui quedándome allí, hasta finales de 1969, cada vez obtenía  personajes de mayor peso, hasta la última obra en la que trabajé con ese colectivo. Un día, supe que la también actriz y directora teatral Berta Martínez, del Grupo Teatro Estudio, pretendía montar La casa de Bernarda Alba y estaba buscando actrices, para encarnar los personajes. ¡Imagínate, Teatro Estudio era un sueño para cualquier actor! Decidí ir a ver a Berta, ella me aceptó y así fue que comencé en Teatro Estudio. Trabajar bajo su dirección fue toda una escuela, porque, además de una excelente actriz y directora, fue una auténtica pedagoga, sobre todo para las actrices. Después, tuve la suerte ─en realidad, he tenido mucha suerte en mi profesión─ de trabajar, junto a excelentes actores y excelentes directores. Cada director aporta algo al acervo intelectual y al oficio de un actor.

Por otra parte, no desdeño ningún género, aunque siento especial predilección por la tragicomedia, esa comedia que, detrás, tiene un tono trágico, como es el caso de La Celestina o La Tragicomedia de Calisto y Melibea, que tuvo una original puesta en escena hace varios años, en la que encarné el rol protagónico, bajo la dirección de Carlos Díaz, uno de nuestros más notables directores de la actualidad.

ADT: De todos los renombrados directores, con los que usted trabajó, hay uno que, según mi humilde apreciación, marcó su carrera: el Maestro Héctor Quintero.

PA: ¡Oh, mi querido Héctor! Nosotros, además de ser muy buenos amigos, teníamos gran empatía, excelente comunicación. Héctor es el único creador, al que nunca le cambié ni una sola letra de sus textos, porque escribía de modo genial. Era una personalidad muy fuerte, pero manteníamos una excelente relación. Tanto nuestra amistad como su labor de director fueron vitales para mí. Creo que, además de lo mucho que aprendí con Berta Martínez en cuanto a contenido, con quien más aprendí acerca de la forma de decir fue con Héctor. Si no hubiese trabajado con Berta y Héctor, jamás habría sido lo que soy hoy.

ADT: Usted ha paseado no solamente por diversos géneros, así como por autores clásicos y contemporáneos, sino, también, por el mundo, interpretando personajes de disímiles nacionalidades. Más que haber tenido suerte, yo diría que ha sido su empeño, su dedicación y su valía como actriz los factores que han condicionado que usted haya podido encarnar todos los roles de su extensa carrera.

PA: De todos modos, te reitero: he tenido mucha suerte. Desde luego, tienes razón: además del talento y de la suerte que una persona pueda tener, el empeño, la dedicación, es esencial. Yo nunca he dicho «no» a nada, sin importar las dimensiones del personaje, pues siempre se aprende, y, además, en verdad, he tenido mucha suerte con los directores. Si me percato de que no voy a tener buena comunicación con un director, me alejo, porque resulta muy difícil trabajar si no existe eso. Enseguida me doy cuenta de si podré o no trabajar con esa persona, porque el actor no es un muñeco manejado por un ventrílocuo. Antes que todo, debe tener una cadena de pensamiento, que va llevándolo al personaje, porque no puede montarse directamente en el sentimiento, ni en el gesto, ni en la palabra; eso es producto del pensamiento, pues hasta que no conoce bien lo que va a hacer, hasta el último detalle, no puede darse cuenta y cambiar.

Continuará…

Tomado de la página de Facebook de la Agencia  ACTUAR