Después de la pandemia… el TEATRO* (III)
En portada: El proyecto Open Channels-Canales Abiertos, para el fortalecimiento de la unidad y el espíritu de teatristas a escala mundial, promovido por el Estudio Teatral Macubá, en Santiago de Cuba. Foto cortesía de Margarita Borges.
Yunior García Aguilera, actor, dramaturgo y director teatral, aporta al foro sus visiones desde el proceso creativo de Trébol Teatro, en La Habana:
Justo una semana antes, habíamos estrenado Hembra, nuestra última producción teatral. Queríamos que el debate sobre lo que significa ser joven y mujer en Cuba escarbara hondo, lidiara con sus contradicciones, sacudiera viejos y nuevos esquemas. Aspirábamos a polemizar sobre esa noción poética y política que nos ha retratado siempre como Isla… ¡Nosotros nos sentimos Archipiélago! Gozábamos cada noche el pulso de los espectadores, su risa cómplice, su ceño fruncido, su aplauso de reconocimiento, su abrazo en los camerinos entre algunas risas y lágrimas. Entonces… llegó el coronavirus.
Los teatros, como es lógico, fueron los primeros en cerrar en casi todo el mundo. En Cuba, los teatristas entendimos de inmediato esa decisión y no solo la aceptamos, sino que nos despedimos de nuestros públicos antes de la fecha pautada. La pandemia era una realidad que superaba cualquier ficción catastrofista. Era urgente quedarnos en casa, aunque eso nos obligara a poner en pausa nuestro arte.
La fiebre del arte no entiende de aislamientos, ni de pausas. De inmediato aparecieron iniciativas domésticas, convocatorias, conciertos online y ciber-festivales. Por las redes circulaban informes de grandes artistas que, en otros tiempos, habían aprovechado su cuarentena para crear obras maestras… y muchos se abocaron a seguir su ejemplo.
Hoy puedo afirmar que mi confinamiento ha sido de todo, menos sabático. A mi correo llegaban varias solicitudes de obras para ser leídas en Instagram. En WhatsApp se aglomeraban mensajes, desde otras geografías, de personas que habían podido ver en YouTube nuestro Jacuzzi o nuestro Pasaporte y deseaban dialogar sobre las obras. Facebook se inundó de fotos de espectáculos que generaban decenas de comentarios. Nos sorprendió observar tantas visitas a la copia disponible en Vimeo del cortometraje Cerdo, a solo unas horas de haberlo compartido públicamente. Un grupo de actores latinos radicados en Nueva York me pedían un nuevo texto para representar. Otros me invitaban a sumarme a proyectos de guiones dramatizados para la televisión en Cuba y en Estados Unidos. Y me avisaban que una producción brasileña de un texto que escribimos entre cinco autores de cinco países, estaría durante un mes en el Museum of Contemporary African Diaspora Arts, en Brooklyn. He dormido menos, en estos días de “cuarentena”, que en aquella mal llamada “normalidad”.
El teatro, aunque encuentra su finalidad sobre la escena, es también literatura. Es cierto que nada sustituye al libro de papel, pero cada día aumenta la lectura de textos digitales. Lo que sí es falso es que el teatro sea de los géneros menos leídos. Cuando decidí abrir en Telegram un canal para ir publicando algunas obras, el número de visitas superó mis expectativas.
Todas estas inquietudes estiraban o encogían mi tiempo por estos días, pero mi hijo de nueve años, a quien no podía visitar, constituía sin dudas mi prioridad. Con Diego hablaba a diario por teléfono, compartiéndonos juegos y problemas matemáticos. Ambos somos aficionados a los juegos de mesa y yo quería sorprenderlo con algo diferente. De modo que decidí transformar el popular Monopolio y ofrecer una versión menos interesada en acumular dinero y propiedades. El nuevo tablero estaba formado por cuarenta casillas relacionadas con la Covid-19. Los jugadores debían evitar las celdas que te ponen en riesgo ante la enfermedad y procurar caer en aquellas que te mantienen a salvo. Ganar mil puntos de salud era el objetivo, inspiración salida de una de nuestras películas favoritas, La vida es bella.
Otra de las reacciones del arte, como anticuerpo, es el activismo social. Por estos días también he dedicado algunas horas a participar en debates sobre temas diversos. Nuestro país entró tarde a la dinámica de las redes sociales; pero, como sociedad aprendemos rápidamente a usar sus herramientas. Por eso aprenderemos a respetar opiniones contrarias; a defender de manera responsable, pero tenaz, nuestra libertad de expresión, a exigir mejores precios y mayor calidad en estos servicios. Aprenderemos a no cansarnos de luchar por transformar para bien nuestra ciudad, nuestro país y el planeta que habitamos.
Poco a poco, el mundo se prepara para salir de esta fase. Y aunque es seguro que nada volverá a ser como antes, el teatro, como siempre, resistirá. Ya volverán a abrirse sus puertas al gran público y los actores regresaremos a las tablas. Allí, a pocos metros del espectador, es donde nuestro arte cobra verdadero sentido. Solo allí… cada frase resulta irrepetible y cada función se vuelve única. Allí quiero invitarte, desde ahora, para seguir construyendo sueños. Al final de la función, hablaremos… y nos daremos al fin, después de mucho tiempo, un abrazo real. ¡Hasta entonces!
El joven dramaturgo y director teatral Juan Edilberto Sosa, líder del grupo La Caja Negra, llega al debate desde su natal Santiago de Cuba:
En el Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra nos acercamos a búsquedas que antes de la crisis sanitaria parecían menos importantes para nuestro trabajo. Ha sido una etapa de tregua fecunda, un período para reinventarnos las maneras de establecer el diálogo con el espectador. Una exploración cognoscitiva, filosófica y esencialmente humana.
Algunas preguntas son el resultado de la necesidad de regeneración ante el punto de quiebre: ¿Es la detención social inmovilidad creativa? ¿Cómo re-dirigir los procesos de creación y socialización de nuestro arte? ¿Puede el teatro sobrevivir al aislamiento? ¿Debemos asumir que han cambiado definitivamente las normas que regulan el diálogo obra-espectador?
Hoy sentimos que nuestro medio y el espectador de la ciudad, han agrandado su cuerpo. Las líneas que delimitaban las fronteras geográficas, comunicacionales, estéticas y simbólicas han sido difuminadas.
Por ellos creamos una estrategia de comunicación para divulgar y compartir nuestra obra. Los materiales fueron colocados en las plataformas digitales (Facebook y YouTube) que identifican al grupo dentro del ciber-espacio. Descubrir cuánto se pueden amplificar nuestros contenidos desde esos sitios, llevó a preguntarnos sobre el alcance real del sistema simbólico utilizado en cada espectáculo.
A partir de ahora nuestro espectador santiaguero, cubano o de cualquier parte del mundo, tendrá acceso a nuestro trabajo sin necesidad de asistir al teatro. La trascendencia de cada obra estará regida por otro modelo de interacción. Para estos sitios también empezamos a producir materiales online como ejercicio creativo del grupo. Una práctica que pudiera subvertir a largo plazo los niveles de teatralidad empleados en la escena, los cuales no debemos ignorar. Sabemos que el teatro se concreta con la presencia del público en la sala. Los valores sinérgicos de cada función son irremplazables, pero hay que estar atento a un espectador cuya presencia en platea sufrirá alteraciones.
Lo tecnovivial marcó una posibilidad para extender y realizar nuestro arte. Así creamos una nueva vía para el diálogo a partir de videos performance, fragmentos de obras por streaming, compilación de material sonoro (monólogos, escenas) al estilo podcast, la realización de video-arte y los primeros trabajos cinematográficos (Bonsái, Elefantes sin manadas y Búnker). Partes de un cuerpo tecnologizado con implicaciones políticas y estéticas en nuestra escena.
Las películas son cortometrajes que no exceden los 30 minutos. Los videos-arte y videos performance son el resultado de la colaboración de artistas de diversas disciplinas con La Caja Negra. Sin importar el formato, cada obra constituye para el espectador una experiencia artística que no sustituye la experiencia teatral. Aunque las películas son versiones de tres montajes del grupo, también son la representación de otro lenguaje y concepto sobre los mismos temas.
La situación actual es un examen a nuestros modelos creativos y modos de vida. Algunas acciones serán imposibles de asumir con el mismo lenguaje que antes de la pandemia. El montaje del acontecimiento tecnovivial para el diálogo artístico, es básico en los grupos que pretendemos acercarnos al público joven. Un sector etario que mantiene una singular relación con la tecnología y los nuevos medios.
Los artistas poseemos la capacidad de reciclar todo cuanto está a nuestro alcance. Filtramos la realidad para re-significar los distintos elementos que rigen la existencia. Tal vez sea este nuestro modo de contribuir a que la humanidad supere su rostro más vulnerable.
También desde la ciudad de Santiago de Cuba, la joven dramaturga y gestora Margarita Borges, comparte las experiencias de cómo Estudio Teatral Macubá puso un machete frente al coronavirus, mediante sus memorias de asesoría online anti-dramática, según sus propias palabras:
Cuando nos sobrevino la parada forzosa ante tan “inesperado” escenario de tragedia, no imaginábamos a nuestro Estudio Teatral Macubá entre tantos hastach y post en redes sociales, con absoluto dominio del campus digital y la fuerza generadora de público o de seguidores.
Para testimoniar nuestro drama en las redes y ser poseídos por esa dimensión otra de realidad, sin traicionar nuestra poética de liberación y resistencia con más de 28 años sobre las tablas y las calles de Santiago de Cuba, partimos de las formas expresivas habituales y los caminos de creación de nuestras santiaguerías. Herencias patrimoniales que integran los conceptos energéticos, sociales, políticos y dramáticos de lo popular; obra de las entidades que han construido el grupo a partir de las religiosidades de sustrato africano.
Con la misma fe proverbial de que “No hay mal que por bien no venga, o que dure cien años”, nos enfrentamos al cambio y a la necesidad de trocar las estrategias discursivas de teatralidad y de convivio real, por las del convivio y el registro virtual. Exploramos herramientas antagónicas al carácter efímero del ritual del teatro, válidas no solo para el área de la creación dramática, sino también para la promoción de la historia y la memoria del colectivo.
El proyecto Open Channels-Canales Abiertos para el fortalecimiento de la unidad y el espíritu de teatristas latinoamericanos y caribeños, con el apoyo de numerosas instituciones nacionales e internacionales http://(http://cubaescena.cult.cu/los-caminos-se-juntaron-estudio-teatral-macuba-open-channels/), surgió como variante posible para la persistencia y la realización del Taller de Teatro Popular Rumbos del Teatro Caribeño, coordinado por nuestra directora Fátima Patterson, durante treinta años en los Festivales del Caribe.
Inclusión, Diversidad, Calidad y Relevancia, serían las consignas del Taller de Teatro Popular. Servirían estas ideas para intercambios futuros con colectivos e instituciones artísticas de impacto internacional, vinculadas a las luchas contra el racismo y la discriminación, a favor de los derechos de la mujer, la defensa de las tradiciones culturales y el teatro popular que defendemos.
La construcción del canal digital para fomentar el intercambio, a través de una plataforma conocida como Jitsi Meet, fue promovida por Mathew Schwarzman, teatrista y profesor estadounidense radicado en New Orleans. Realizarla fue un entrenamiento tecnológico y una forma de trabajar a la que no estábamos acostumbrados.
El 9 de julio -con toda su carga de exorcismo tradicional para la ciudad de Santiago de Cuba, por la simbólica quema del Diablo- fue la fecha escogida para hacer realidad el evento, alrededor de temáticas como: Mujer, negritud y marginalidad, Los jóvenes al rescate del teatro popular, Teatro y ritualidad, Elementos de la cultura popular en el entrenamiento del actor y El lugar del teatro en tiempos de pandemia.
En este período, Macubá ha trabajado en la consolidación e internacionalización de la Jornada de Teatro Joven Repique por Mafifa, identificada como gestión cultural valiosa por el proyecto Mapeo sobre las Artes Vivas en Iberoamérica, desarrollado con el apoyo del GREC de Barcelona, España.
Nos insertamos en la cartelera digital del Consejo Nacional de Artes Escénicas con el espacio Macubá entre nosotros, presentando renovados contenidos audiovisuales. Para el Estudio Teatral Macubá, la cuarentena no fue improductiva. Exploramos curvas y abrimos ventanas, allanamos y sembramos caminos virtuales y reales, construimos sueños, puentes. Rompimos esquemas y muros, con el filo de nuestro machete.
Por estos días retornamos a la “normalidad”. Nuestro Café Teatro vuelve a abrirse tras meses de cuarentena. La energía contenida de las actrices, actores y demás personal artístico y técnico, ahora se desborda de cuerpo y alma presente, aunque todavía estemos con nasobucos.
Marilyn Garbey Oquendo, teatróloga, crítica, asesora teatral y jefa del Departamento de Danzolgía de la Universidad de las Artes, ISA, se suma a nuestro debate:
Cuando llegaban las noticias de Wuhan, no imaginaba la magnitud de la tragedia que se avecinaba, no podía prever la cantidad de vidas que el coronavirus arrebataría. Soñaba que saldríamos pronto del estado de pandemia. Recuerdo la tarde de marzo en que fui a ver Hembra, texto y montaje de Yunior Aguilera. Era la última jornada del Laboratorio Internacional Traspasos Escénicos 2020, que cerró abruptamente porque ya la Covid 19 había llegado a Cuba. Quería entrevistar a Yunior, y a Yerandy Fleites, dramaturgo que también vio interrumpirse la temporada de estreno de su obra Maneras de usar el corazón por fuera. Fue impactante recibir el mandato de quedarse en casa para evitar el contagio, que podía ser mortal. Detener la cotidianidad habitual me permitió concluir una investigación sobre las huellas de las mujeres en la danza cubana. Trabajar me salvó de enloquecer, pero lastimó mi cuerpo, y el dolor en la espalda hasta hoy no cesa.
En mi grupo de teatro, La isla en la maleta, trabajábamos en el montaje con el cual nos presentaríamos en sociedad. Al suspenderse el transporte público fue imposible el encuentro para ensayar. Cada quien se enrumbó hacia otro proyecto creativo. Dos miembros del grupo participaron en el animado Tito reacciona por la Covid, llevando mensajes sanitarios para los niños y recomendando la conducta a seguir para evitar la enfermedad. Por razones diversas, volví a repasar algunos momentos de la Historia del Teatro: los griegos, Moliere. Brecht, Grotowski. En Cuba, el teatro bufo, Virgilio Piñera, Teatro Estudio, Teatro Buendía, la presencia de Wole Soyinka en la Isla. Volvió a conmoverme la decisión de hacer teatro, por duras que fueran las circunstancias, de teatristas que hoy son figuras de referencia para mí. Fueron buenas compañías en estos días terribles.
Durante la cuarentena me ocupé de labores de higiene en mi casa, casi se volvió obsesión. Confraternicé con vecinos a los que habitualmente solo deseaba los buenos días. Mantuve contactos diarios con mi familia y con mis amigos por vía telefónica. Colaboré con Pablo –mi esposo- en la diaria tarea de cocinar. Revisaba la prensa mundial, leí muchos artículos y entrevistas relacionadas con la pandemia, confieso que me generaban más preguntas que respuestas.
Escribí, compartí resultados de investigaciones con amigos y con los estudiantes de Danzología. Entrevisté a los colegas que seguían creando en el encierro. Para el boletín Entretelones, de Artes Escénicas, coordiné un número dedicado a celebrar el día mundial de la danza, en pleno encierro.
La tecnología me abrió la posibilidad de establecer un puente de afectos y de solidaridad con colegas de varios lugares del mundo. Poemas, canciones, comentarios sobre la conducta adecuada para salvar vidas, videos de obras; fotos que recordaban momentos de encuentros, matizaron las jornadas de cuarentena. Ojalá las redes sociales traigan muy pronto las noticias de que podemos abrazarnos.
Dice Boaventura de Souza que el virus es un pedagogo cruel porque “enseña matando”. Afortunadamente, el sistema de salud pública de Cuba ha salvado muchas vidas, en nuestro país y en varios lugares del mundo, adonde llegaron brigadas de médicos solidarios con los más necesitados. Pero la pandemia nos ha sacudido tanto, como a todos los habitantes del planeta Tierra. Y el teatro, arte en permanente diálogo con su entorno social, tendrá que replantearse formas diferentes para reanudar el convivio, porque las redes sociales no son espacios teatrales. También hay que exigir -en casi todos los países- protección estatal para los teatristas, que vivían en situación de precariedad antes de que la Covid 19 interrumpiera el ritmo de la vida. La normalidad anterior está plagada de exclusiones, desigualdades, afanes consumistas, saqueo a la Naturaleza, guerras interminables. Las voces del futuro mejor para todos encontrarán su lugar en el teatro.
Especial significado tienen las palabras de la teatróloga, crítica, investigadora, asesora teatral y profesora del Departamento de Teatrología y Dramaturgia de la Universidad de las Artes, Isabel Cristina López Hamze. En medio de la crisis, Isa ha sido madre por segunda vez. Aquí comparte sus vivencias:
Históricamente el teatro ha sido foro, lugar de encuentros y sitio para juntar los cuerpos. Así era en los tiempos en que 30 mil espectadores se reunían para experimentar la catarsis en el teatro de Atenas, justo entre el viejo templo de Dionisos y la ladera. Así era en los corrales españoles cuando los aguadores llevaban mensajes de amor prohibido de un lado a otro de las gradas. Así era en El Globo a orillas del Támesis en las afueras de la ciudad de Londres. Así fue en todas las épocas, incluso en las creaciones más experimentales donde un intérprete actúa para un solo espectador. El teatro es un arte colectivo. Proceso y resultado dependen de la unión de personas.
Cuando la pandemia se asomó a nuestra Isla no sólo cerraron los teatros, sino que se interrumpieron los procesos de creación y formación. Obras en cartelera, obras en proceso de montaje y el trabajo en las escuelas se suspendieron bruscamente. Cuando la nueva normalidad llegue al teatro cubano, llegarán con ella nuevos temas y nuevas perspectivas para aquellos procesos que quedaron a medias. Quizás algunas obras perderán su sentido y otras serán reinventadas para contar la historia de un aislamiento creativo donde el cuerpo a cuerpo fue interrumpido, pero las ideas y las motivaciones de la gente de teatro siguieron conectándose.
Aunque el aislamiento social ha traído un impase para las artes escénicas, ha llegado también la hora de repensar las historias de los grupos, los caminos del teatro cubano y las relaciones con el espectador. A pesar de todo lo terrible que representa el virus para la humanidad, el confinamiento nos ha regalado tiempo. Muchas veces los teatristas no tienen el tiempo para investigar, para escribir y trazar los planos de nuevos procesos creativos. Estos meses en casa han sido una pausa que los mejores creadores han sabido aprovechar y veremos los resultados en el futuro. Como los músicos cubanos han escrito canciones que reflejan el impacto de la pandemia, ya llegarán los espectáculos sobre este tiempo convulso, incierto, pero también de reunificación familiar y afectos renovados. Y llegarán como registro de una época, pero también como vaticinio de nuevos rumbos para el teatro cubano y la humanidad.
La cuarentena ha traído también la necesidad de reforzar los vínculos, a pesar del aislamiento. Las redes sociales han permitido el acercamiento de los creadores de toda la Isla, una cercanía poco vista, salvo en los festivales nacionales. El teatro se salva a sí mismo y resurge en estos tiempos con un gesto virtual, una especie de guiño a su propia esencia. Y vemos foros digitales para el diálogo entre teatristas y escenas creadas para internet y fotos de los titiriteros haciendo mascarillas y títeres en la misma máquina de coser, y textos que van y vienen por los correos electrónicos y que tal vez pronto veamos en la escena. En medio de esa efervescencia creativa algunos pensamos en que se imponen nuevas formas de relación con el espectador. Nuevas maneras que seguramente influirán en la gestión, la promoción y la circulación de las obras, en los temas y las estéticas, en los procedimientos creativos y por ende en todos los oficios que rodean al teatro. El coronavirus ha cambiado el mundo, algo que el teatro siempre se ha propuesto hacer y no lo ha conseguido. La máscara, símbolo del teatro, es hoy una cuestión sanitaria. Ya estamos viviendo el futuro en que un nuevo teatro seguirá intentando cambiar al mundo, con la herencia ancestral de juntar a la gente, aunque el aislamiento nos haga volver a lo esencial: un actor, un espectador, un conflicto.
La maternidad reciente también fue condición singular para Dania del Pino Más, teatróloga, asesora teatral, crítica, investigadora y docente del Departamento de Teatrología y Dramaturgia de la Universidad de las Artes, ISA. Dania aporta sus ideas al diálogo:
Permanecer en aislamiento, como responsabilidad y deber cívicos, nos ha obligado a pausar procesos sociales, culturales, artísticos. Y como ha sido un acontecimiento excepcional, ha evidenciado muchas de nuestras vulnerabilidades como hacedores y pensadores del teatro. La primera de ellas, es que no estamos preparados para un acontecimiento de esta índole, que contamos con pocas alternativas de creación ante una realidad como esta, que nuestras salas teatrales, salones de ensayos, e incluso espacios docentes, nos han mantenido juntos y con notable cercanía. De ahí que no sabemos responder ante unas disyuntiva y vulnerabilidad mayores: ¿cómo (re)construir un arte/presencia/convivencia desde la distancia/ausencia/soledad?
Frente al dilema, las iniciativas han desbordado los medios de comunicación y se han instalado en las redes sociales como eje esencial para recoger mini-series teatrales, videos de espectáculos, textos teatrales, fotografías, ejercicios de improvisación a modo de series dramatizadas, lecturas de textos y hasta algún que otro “reto” puesto de moda. Sin embargo, cada una de esas acciones, no han hecho más que regresar siempre a la misma verdad: eso no es el teatro, lo cual ha revalidado en muchos de nosotros, la vocación hacia un acontecimiento escénico como experiencia compartida, presencial, (co)rrelacional, vivificadora de sentidos desde el encuentro de cuerpos en un mismo espacio. Pero nos ha permitido, en días de confinamiento, mantener una extraña cercanía que, en muchos casos, ha significado un conocimiento más hondo de nuestros colegas, de nuestros grupos y de quienes conforman la comunidad teatral en Cuba.
El uso de esas otras plataformas ha ampliado nuestros ejes creativos. Ellas, que han demostrado su alcance y capacidad movilizadora, deberían sostener más seriamente en lo adelante, nuestros métodos de gestión, y otras opciones para promocionar y visibilizar procesos de trabajo, espectáculos o biografías de quienes hacen hoy el teatro en Cuba. Incluso, más allá de esos saldos que podríamos cobrarle a la pandemia, ya hay resultados concretos que retoman espacios tradicionales demandados por la población, como Teatro en televisión, con puestas en pantalla que permitirán no solo acercar a artistas y público, sino también, construir un patrimonio audiovisual del teatro mucho más amplio. Hay propuestas de programas televisivos en las que se han insertados grupos como Las Estaciones o Teatro Tuyo, que seguramente renovarán la programación habitual que consumen los niños y la familia.
No puedo ver la pandemia solo como un tiempo de ausencias. El aislamiento social ha sido, en mi caso, una oportunidad para disfrutar de la maternidad y los primeros meses de mi segundo hijo, en compañía de mi familia. Hemos disfrutado esos ecos teatrales desde casa. Al mismo tiempo he visto cómo muchos han reorganizado proyectos, han revisado sus propios recorridos profesionales, han participado en foros y espacios de intercambio virtual, han leído, escrito, entrevistado, o incluso, han dejado reposar sus quehaceres; se han dado un chance para descansar y recuperarse.
La incertidumbre que atraviesa a nuestras sociedades, deja en evidencia que hacer teatro en un futuro cercano, significará también asumir la reducción de recursos que ejercerán el Estado, las instituciones y las organizaciones -gubernamentales o no-, ante la demanda de cubrir otras necesidades vitales. En un país en el que ya los recursos eran pocos, debido a nuestra profunda crisis económica, hacer teatro después de la pandemia significará un verdadero desafío. Pero quisiera pensar que, acaso como sucediera en los noventa con el desarrollo del teatro de títeres en medio del período especial que atravesó la Isla, esta vez también los teatristas encontrarán otras maneras de convertir la crisis en impulso y convite creativo. Tal vez una crisis apacigüe otra y cuando volvamos a llenar los teatros, la calidad de los grupos se impondrá sobre la cantidad de proyectos artísticos, para dar una mayor vitalidad a la escena cubana.
- Este texto fue escrito a solicitud de la revista argentina de crítica teatral Funámbulos, dirigida por Federico Irazábal. La edición original está localizable en https://online.fliphtml5.com/pnxpk/gcuc/ y www.funambulos.com.ar
- A partir de este trabajo conjunto entre varios creadores, críticos y gestores, organicé mi intervención en el Coloquio Catástrofe y Paradoja: Escenas de la pandemia, coordinado por La Red de Estudios de las Artes Escénicas Latinoamericanas (REAL). https://www.youtube.com/watch?v=LoDRU9VGPZw Nota de Eberto García, coordinador de los testimonios publicados.
Contenido Relacionado: