Desde el cálido verano, hierven las evocaciones

image_pdfimage_print

El verano, entre calores y humedades, no puede podrir fechas, noticias y recuerdos, porque faltaríamos a uno de los deberes de este espacio

Por Omar Valiño

El pasado 13 de agosto, Antón Arrufat cumpliría nueve décadas. Él ha sido presencia habitual en esta columna; en vida y desde su fallecimiento hace poco más de dos años. Hombre de la literatura pero también del teatro. No solo por su obra dramática, sino por sus nutricias aproximaciones a la historia de la manifestación entre nosotros y a varias de sus figuras decisivas. Además de por su permanente atención e implicación en los destinos cotidianos del arte teatral en Cuba.

A Armando Morales, por su cumpleaños 85 el mes próximo, se le dedicó el Festival Habana Titiritera que organiza con todo detalle Teatro La Proa. Aunque no estaba en la capital, seguí la merecida repercusión en medios y redes de un encuentro totalmente consolidado y ya insoslayable en la cartografía de nuestros eventos. La evocación de Armando y su magisterio es un acto de justicia y agradecimiento.

Como TeaSur en la Isla de la Juventud o los recorridos de distintas agrupaciones en el país y las temporadas de programación, todas en este periodo, Habana Titiritera sigue la pauta de un amplio abanico de contactos con las comunidades, sean estas alejadas o urbanas. Inmejorables julio y agosto, a pesar de las mil dificultades, para tocar con las artes escénicas a la niñez y la familia.

En apariencia menos propenso para citas de análisis y pensamiento, este verano asumió el desafío. El Consejo Nacional de las Artes Escénicas (CNAE), con su Casa Editorial Tablas-Alarcos y la Facultad de Arte Teatral de la Universidad de las Artes, reunió a autores y editoras, para reflexionar sobre los desafíos del traslado de la escritura dramatúrgica al libro tradicional o en soporte digital, que resultó una prueba magnífica del convivio teatral bajo el cual se convocó, siguiendo el conocido aserto del argentino Jorge Dubatti.

A este se sumó la feria de innovación del propio CNAE como jornada de investigación en diversos ámbitos. Desde las prácticas escénicas, la pedagogía, la gestión, la edición, sumatorias aportadoras todas de nuevos senderos para el desarrollo de la creación.

Mientras, el último día de julio de 2025 murió en Estados Unidos, su país, el gran Robert «Bob» Wilson. Mi generación siguió mucho al director teatral y de ópera, artista visual, autor singularísimo desde la composición escénica, luego parte del universo de lo posdramático. Lo hicimos, en general, sin ver sus espectáculos en las tablas. Lo encontramos en palabras de otros, y en fotos, mediante publicaciones especializadas internacionales. A veces así, en determinados contextos, se mueven las influencias. Años después visitó Cuba invitado por la Fundación Ludwig.

Bob Wilson se convirtió en una marca de grandes escenarios. Sus enormes proyectos se preparaban con mucho tiempo de antelación para las grandes casas teatrales del mundo. Su nombre se volvió insoslayable en el teatro contemporáneo. Gran creador de belleza, integró teatro, danza, ballet, en una arquitectura operática, más allá del género mismo de la ópera.

Entre fechas y hechos, desde el cálido verano tropical, hierven las evocaciones.

Tomado del periódico Granma.

Foto tomada de https://www.escritores.org/