Aunque la extensión de temporada del espectáculo Brutal, de Nelson Reguera con la Compañía Rosario Cárdenas, en la sala Tito Junco fue suspendida por problemas con la corriente eléctrica en esa institución. La obra continuará en cartelera todos los viernes de octubre (7, 14, 21 y 28) en Fábrica de Arte Cubano (FAC), a las 9:00 pm.
Por Andrés D. Abreu / Fotos Ricardo Rodríguez Gómez
Un foso oscuro al centro de una plataforma blanca. Emergen cuerpos, torsos desnudos, entes. Se reconocen antes del apareo. Intercambian forzosamente. Una pausa, un acomodo y el solo de un ente hembra se desprende y cambia todo mientras se escucha “Someone someone” por Brian Poole & The Tremeloes, canción de amor que termina sentenciando: “Ahí es cuando comienza tu vida”. Black out, apagón teatral.
Así he intentado resumir ese primer momento de Brutal, la coreografía de Nelson Reguera que acaba de estrenar la Compañía Rosario Cárdenas en el Centro Cultural Bertolt Brecht. Tercer espectáculo que crea este bailarín y coreógrafo cubano residente en Francia, bajo la dirección general de su maestra Rosario Cárdenas.
“Resulta incontrovertible que cuando alguien baila instaura,
inmediatamente, un aura de sexualidad alrededor de su persona,
enmarcada antes que nada en los rasgos físicos de su vehículo expresivo,
que es el cuerpo humano, instrumento inalienable de la danza.”
Ramiro Guerra en Eros baila danza y sexualidad
Se ilumina nuevamente la escena. Nelson puede haber parecido muy brutal en esos primeros minutos que buscan de un zarpazo engrampar a los cuerpos expectantes de las gradas y tirar de sus almas contra el foso y la plataforma para que se sientan implicados también en el ruedo convulso de aquellos cuerpos semidesnudos que ya les presentó de manera espectacular. Da un respiro a ciegas y cuando la obra continua o recomienza ya todo el cuerpo presente está entrampado en ese espacio y esa batalla de la que no hay facilidades de un como escapar, solo queda subir o bajar del foso oscuro a la plataforma blanca como límites extremos entre la vida y sus goces…y la (in)evitable muerte.
Dice el creador que la obra está inspirada en el caos que generó la pandemia. Sabemos que la pandemia fue un caos dentro del caos, un caos que no termina y que es brutal porque parece eterno. Y Brutal como coreografía se acerca en su imaginario sintético del fenómeno a lo perpetuo del agónico sobrevivir para intentar vivir.
Hay una fluida concatenación de los accionares corpóreos. Un amasijo. Una concentración de la dependencia violenta. Una impresionante habilidad para manejar la fragmentación del movimiento entre el cuerpo que escapa, que intenta rehacerse solo, y el que permanece preso del otro, necesitado del otro, atrapado por el otro, obligado a estar junto al otro y correr incluso su misma suerte en el ruedo, el ruedo y el ruedo, una y otra vez.
Tras tres piezas creadas Nelson parece estar, como coreógrafo, más cerca que nunca de lo que representa como sistema la danza combinatoria que ha estructurado Rosario, y se ha encontrado con seis bailarines que han crecido subiendo y bajando del foso sin luz a la plataforma estrellada tras el ejercicio de prestarle su cuerpo entrenado a esos rompimientos para y con la academia de lo moderno-contemporáneo.
Por momentos la obra busca una pacificación de los contactos corporales, se acomodan los entes, como que se aplaca el sufrir expresado de esas criaturas, pero incluso en esa dable calma no se sostienen por mucho las poses bellas, suedoclásicas, forzadas también como manera de ser o aparentar ser, desarmables por incoherentes con el salvajismo que determina el real transitar del fondo del foso a la superficie de la plataforma para estar arriba, más arriba, de pie, esbelto, iluminado y feliz.
La música que David Martínez creó para la obra es eficiente, generadora de atmósferas en general y por instantes también más brutal, más dueña ella misma del estrado, aportando fuerza a ciertas líneas de tensión que van sosteniendo los entretejidos combates de los entes, cuerpos torso desnudos.
«Allí, bailarines, profesionales y no profesionales, artistas plásticos, músicos, actores,
se dedicaron a experimentar incansablemente sobre los conceptos de la danza,
hasta agotar los límites de su imaginación,
pretendiendo ubicarse dentro de los rubros del postmodernismo.
Sin embargo, en poco tiempo se pudo apreciar que se mantenían
dentro de los patrones de la más acendrada, aunque ya pasada de moda, modernidad,
inmersos en las normas de experimentación, vanguardia y ruptura de los moldes de sus maestros…»
Ramiro Guerra en Develando la danza
De pronto otra pacificación aparente del batallar introduce la poesía sonora del artista interdisciplinar francés Fabrice Planquette y cuatro de los entes cuerpo torso desnudo asumen la performance de nadar en seco, tendidos sobre la superficie de la plataforma blanca…Un absurdo. Otro momento surrealista de transición. Y en la incertidumbre aún de un por qué nadar ahora, irrumpe una “discomusic”, lo brutal se colorea, parece una noche efímera de final pandémico pues llega con una euforia circunstancial, finita. La pandemia postmoderna tampoco termina, subyace.
El vestuario de la obra, diseñado con acierto por Nelson, al igual que la escenografía, tiene como base unos kimonos de judo que en su parte superior fueron pintados a mano por la maestra Rosario Cárdenas, pieza sobre los torsos que se luce en su totalidad solo en estos instantes dónde se coquetea paródicamente con el mundo del glamour y la pasarela.
Mientras la música disco suena sobre la plataforma, la dramaturgia aligera la tensión entre los cuerpos, las improvisaciones se tropiezan entre sí en un manejo de la espacialidad que por festinado y aún en su aire de intermezzo rasgan la coherencia sostenida entre las atmósferas de partida y llegada de este impactante Brutal. Luego hay un descenso, caídas al foso, un desarroparse otra vez para revertir nuevamente los cuerpos torso desnudos sobre la plataforma, un retorno que encausa mutaciones, los entes ya no se mueven igual, hay menos fragmentación brusca de lo físico y el contacto de apareo es más sensual y hasta se abre un espacio para mostrar en mayor libertad la individualidad de los entes, el posible ego enjaulado y endémico.
Nelson explota ahora las posibilidades de cada uno de los cinco ejecutantes varones, si en el preludio de la obra fue Dayana Montalvo quién se demarcó privilegiadamente con su impresionante ejecución dentro del foso, en este momento de la pieza son Yariel y Yaddiel Espinosa, Ernesto Gonzales, Luis Salazar y Dayler Álvarez quienes desempaquetan una diversidad que antes debió lidiar en mayor grado con una inclusión dominada en lo grupal. De manera particular uno de los Espinosa se luce en su manejo de los asaltos y caídas hacia y desde la plataforma, mientras Dayler Álvarez se presenta como un ente criatura especial de alto vuelo expresivo durante su dominio de toda la dimensión del singular escenario blanco.
Brutal muta otra vez hacia un final, se torna metálico el vestuario, más fashion y techno, se siente la vecindad una escena necesaria para aplacar esos entes generadores de constantes imágenes en abrazadas -algo que tanto deseó tanta humanidad un tiempo no muy lejano aún. Se va yendo Brutal, hay una calma rondando, expandiéndose sobre la plataforma blanca y colándose en el foso oscuro. Nelson nos previene, pero andamos sugestionados y con la respiración dominada, se avine un desnudo total para que los entes torso desnudo se nos devuelvan naturales, frágiles en su resistencia, seres al fin.