Por Kenny Ortigas Guerrero
Existen muchas controversias acerca de la efectividad del trabajo artístico en las redes sociales. Algunos se muestran escépticos de si realmente tiene el impacto deseado colocar cápsulas de video, galerías fotográficas, reseñas, el mismo tema de las clases a través de las diversas plataformas, etc.
Una atenuante real es que no todos en nuestra Isla, como en otras partes del mundo, cuentan con la posibilidad de tener pleno acceso a la red de redes por cuestiones que ya sabemos: precios de las tarifas, poder adquisitivo para la compra de celulares, computadoras, entre otras causas.
Confieso que cuando escuché “vamos a hacer una programación on line”, me sumé a la categoría de “escépticos”, pero luego de aventurarme descubrí algunos elementos que les someto a consideración y que pueden favorecer una predisposición positiva en el panorama que se impone para las artes.
Primero: queda claro que en esta situación no es admisible el entablar relaciones directas, físicas, con el espectador. Incluso tengo mis reticencias con lo que puede ser correcto o no en ese sentido, pues las líneas que nos separan de rayar con la indisciplina hoy se encuentran un tanto borrosas. Por un lado se hacen llamados por las autoridades al uso del nasobuco, a mantener el distanciamiento, por otro, se nos muestran en diferentes medios iniciativas donde agrupaciones de determinados formatos realizan sus funciones en el mundo digital, sin nasobuco y con distanciamiento “dudoso”. Pero, “a pesar de…”, se nos presenta el universo de lo digital como la herramienta más cercana para llegar y atraer la atención del público.
Segundo: al convertirse este ciberespacio en prácticamente el único que permite socializar a gran escala entre los seres humanos (no voy a meter las colas en este lío), ha permitido establecer nuevas relaciones de todo tipo: personales, profesionales, empresariales, y los que no nos conocíamos, pues ahora nos conocemos y somos tan amigos como si nos estuviéramos viendo face to face.
Tercero: lo que antes, a nivel de promoción y divulgación, podía pasar desapercibido, ahora cobra especial interés y énfasis, ya que una buena parte de las personas confluimos en menor o mayor medida en estas plataformas y el solo hecho de la curiosidad, los mueve a “ver” qué es lo que está pasando. Al no tener otras opciones entramos a visitar publicaciones que en otro momento podían ser intrascendentes.
Cuatro: ha sido propicio el momento para la reflexión. Hay espacio, y tiempo, para repensar la realidad, establecer nuevos puntos de vista, corregir posturas, afianzar pensamientos, buscar alternativas a la comunicación, a las relaciones. De todo esto el arte se apropia y lo usa como material para construir sus obras.
Quinto: han aflorado nuevos talentos y nos hemos apropiado de nuevas técnicas, lo que diversifica y amplía la visión profesional. Así, por ejemplo, apreciamos un sinfín de materiales, audiovisuales sobre todo, con una factura que en algunos casos superan las expectativas, y lo mismo un bailarín, que un literato, un teatrista, un músico, o un artista visual, pueden estar detrás de estas realizaciones.
Sexto: los que a nivel personal o institucional solo nos contentábamos con coquetear con las redes sociales, ahora por necesidad estamos obligados a profundizar en sus mecanismos, sus infinitas posibilidades, y de esa manera establecer novedosos sistemas de trabajo para lograr mejorar todas las estructuras y sistemas de comunicación virtual.
Séptimo: se ha creado un importante patrimonio audiovisual del quehacer de las artes en general que perdurará a través del tiempo y será fuente de estudio y de investigación. Quizás en otra circunstancia esto no hubiera sucedido, o sí, pero en menor grado. Se han proyectado conferencias, clases, talleres, ejercicios sobre metodología artística, se graban espectáculos, se comparte información que antes se desconocía sobre fenómenos de la cultura y que contribuyen a una formación más integral de todos.
Octavo: Me atrevo a asegurar que las no pocas experiencias de esta interacción a través de plataformas y soportes ya contribuyen a la elaboración de proyectos más austeros en el uso de los recursos, teniendo como muestra fehaciente todo lo que en materia de actividades, eventos y jornadas pueden llevarse a cabo en las redes sociales.
Noveno: se ha fortalecido el quehacer intelectual en espacios virtuales, y aunque mucho contenido superfluo y face news se apoderan de diferentes sitios, es innegable el surgimiento de foros, intercambios a distintos niveles que dentro del estado de crisis intentan empoderar al individuo de un pensamiento renovador. Los artistas son fundamentales en este sentido por sus cosmovisiones del mundo, sus maneras de desentrañar y escudriñar en los sucesos más caóticos de las sociedades con una mirada crítica.
Décimo: muchos artistas han pasado de la categoría de “creadores” a una que pudiera llamarle “creadores promotores”, donde se convierten en gestores e impulsores de su propia obra. Claro, siempre ha sucedido, ¿qué artista no se preocupa por ello? Pero lo reitero, en la actual situación todos estos procesos se redimensionan y alcanzan un estatus superior a otros momentos.
¡Ojo!, soy el primer defensor del intercambio en el aquí y ahora, de ese anhelado reencuentro al que todos aspiramos prontamente. Pero, ¿cómo quedaremos después de esto?
La economía no será la misma y la recuperación puede tardar un tiempo prolongado. Por lo tanto, para no dilatar más el asunto, si el coronavirus llegó para quedarse y tenemos que aprender a convivir con él, también trajo consigo la imperiosa obligación de movernos en las nuevas tecnologías de manera atractiva y eficaz, sin atiborrar de contenido las páginas y perfiles, siendo certeros, creativos, motivadores de la nueva forma de diálogo, creando lo que se puede llamar “nuevas condiciones propiciatorias” en un contexto que se figura distópico pero que puede ser transformado para el bien de todos con inteligencia oportuna y pensamiento transgresor.
Ir más allá, en la medida de lo posible, de la zona de confort que conocíamos dentro de las redes sociales y su interacción con personas de disímiles países y regiones, puede ser una manera más de estrechar lazos como seres humanos.
El arte coadyuva decididamente a esto. Si lo vemos desde esa perspectiva, convertiremos el contratiempo, devenido de esta pandemia, en una oportunidad para hallar otros horizontes, y el arte estará ahí para ayudar a develarlos.
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