Por Noel Bonilla-Chongo
Junio de 2023, la compañía Danza Libre está cumpliendo treinta y tres años de existencia. Y hoy, tras el paso del tiempo y al repasar ausencias, fugas, mutaciones, advertimos cómo la danza continúa aferrada a muchas de sus historias, búsquedas y encuentros que no dejan de ser instancias de libertades. Justamente, ahí estaba el motivo que sedujera a la bailarina, maestra y coreógrafa norteamericana Elfriede Mahler para escapar de la bulliciosa Habana, desafiando distancias, espacios, maneras de pensar e instalarse en Guantánamo y concretar su empeño de fundar Danza Libre en 1990.
Mahler, quien llegara a Cuba en los primeros años de la década del sesenta con referentes de la más actualizada danza moderna norteamericana, se vincula a la naciente Escuela Nacional de Arte (ENA) y muestra sus saberes alrededor de la danza educativa como una realidad creativa en construcción. Maestra por excelencia, logra urdir la tradición del legado músico-danzario cubano con los aportes más noveles alrededor de la composición coreográfica y las posibilidades expresivas del bailarín. Hubo de tributar mucho a las metodologías de enseñanza de la danza. Varios de sus discípulos, hoy artistas y pedagogos, son representantes diligentes en el panorama de la danza cubana.
Danza Libre sigue en su Guantánamo, “la ciudad entre ríos”, y aun cuando el hacer fundacional Elfriede y su más leal colaborador Alfredo Velázquez forman parte de una historia pasada, amable se impone la memoria de sus legados para repasar treinta y tres años, tiempo estimable en reivindicación de sus aportes de nobles maestros.
Uno de los grandes méritos que celebrará siempre el desarrollo del arte cubano, es la fortaleza en la enseñanza artística. Fruto de experiencias sostenidas en la convergencia de estilos, géneros y tendencias tan diversas como aportadoras de una plataforma identitaria de lo cubano. La amplitud de vocabularios y modos de facturación de nuestro arte se centran en una búsqueda perenne en raíces ancestrales que dan cuerpo a la memoria y herencia de los grandes maestros que nos han configurado. Desde esta franja, los aportes iniciales de Elfriede ensancharon las nacientes concepciones sobre la pedagogía de la danza a la relación con el bailarín, con el espectador y con los discípulos; cómo los aspectos pedagógicos de la creación coreográfica (y especialmente en la relación pedagógica entre el coreógrafo/a-director/a, y la compañía de bailarines/as –intérpretes) llegan al concepto de una pedagogía del espectador/a que debería educarse para la lectura y disfrute de los espectáculos; recordemos “los viernes de la Danza” que ella instituyera como proceso de formación de la apreciación artística comunitaria, que continuaron durante muchos años en la sede de Máximo Gómez entre Donato Mármol y Varona, parte del día a día de Danza Libre.
A partir de la voluntad reivindicadora de la figura del maestro y como remembranza a Elfriede y a Alfredo, quienes fueran líderes en la formación de especialistas en el ámbito de la danza; Danza Libre, la compañía que ella creara y él hiciera permanecer, resguardan sus aportes como tributo franco a la memoria. Hoy, la compañía exhibe un elenco muy joven, para quienes Elfriede y Alfredo son solo referentes. Entonces, bajo la batuta de Elio Orestes Reina Figueredo, quien estuviera cerca del Alfredo creador, director y maestro, la transferencia de una aproximación pedagógica, también transita en las relaciones cooperativas entre la enseñanza artística, la creación y producción de obras. Asimismo, algunos músicos y cantantes que fueran formados dentro de los procesos de investigaciones en torno a de la savia de la cultura popular tradicional que, en los años iniciales de la agrupación, tanto Elfriede como Alfredo y otros colaboradores (Isaías Rojas o Tomás Guilarte, por solo citar dos artistas muy activos hoy en día), asumieran como suerte de didáctica concreta y singular para que cada combinación resultante de la interacción entre los distintos agentes pedagógicos fuera importante en la oportuna transformación.
Danza Libre durante estos primeros treinta y tres años de existencia, conserva la particularidad de ser una compañía con repertorio dentro de la danza contemporánea y en la danza folklórica (fundamentalmente la raíz franco-haitiana. Obras como Oratorio que coreografiara el mexicano Federico Castro o la mítica pieza de Ramiro Guerra Suite yoruba, forman parte del repertorio activo de la agrupación gerenciando una suerte de metáfora cómplice, de puente relacional entre la tradición y la modernidad.
Recordar hoy la firmeza de Elfriede, la constancia y respeto de Alfredo hacia su maestra, la voluntad multiplicadora de aquellos que insisten en el puerto de afluencias que ha sido Danza Libre durante sus años de vida, nos lleva irremediablemente a los caminos iniciales de la danza moderna en Cuba. Es retornar a los aportes de la tríada que juntara a Ramiro Guerra-Lorna Burdsall- Elfriede Mahler, en la proyección de una danza abierta al canje, la combinación, el tránsito y la apuesta.
De la misma manera, gratificante sería hacia el futuro más próximo seguir repasando no solo el camino andado, sino esas rutas que van tramándose prospectivamente. Libre podrá ser la danza en la medida que no renuncie al reacomodo de sus conquistas y el reinvento de sus formas. Si bien el Encuentro de Maestros que cada mes de noviembre saluda el modo de juntarnos en torno a un pensamiento actualizado y movible para hacer de la danza cubana un sitio de libertad, sus anfitriones –tal como lo hiciera Elfriede en los inicios de la ENA- deben insistir en el desarrollismo hacia otros horizontes menos explorados.
Hoy, cuando seguimos en el perfeccionamiento de los programas y planes de estudios para la formación de los profesionales de la danza en Cuba, cuando se hace necesario despertar el interés por nuevas búsquedas y el ensanche de vocabularios dentro de la danza toda, es estimable que maestros y discípulos dialoguen en legítima paridad e intercambio. La conveniencia de reflexionar, sistematizar e implantar una ética profesional de la relación entre coreógrafas y coreógrafos con las compañías, entre maestras y maestros con sus discípulos, sobre las bases de una pedagogía de la creación coreográfica, es más que oportuna. Asimismo, asumir el estudio, la sistematización y la concreción formativa de diferentes modalidades y gradación de cursos que contribuyan a una pedagogía del lector-espectador, que lo acerque a un mayor conocimiento de la cultura coreográfica que le permita disfrutar en mayor medida de los espectáculos, se hace necesaria. El conocimiento de los distintos agentes sociales, educativos y artísticos de cada una de las comunidades y en distintos contextos, proporciona herramientas para la combinación de los mismos, y para su concreción en distintos proyectos educativos y sociales basados en la danza.
Es el magisterio de la danza un agente transformador de cuerpos y mentes, porque es la danza manera sublime de generar comunidad. Porque hoy, tras el paso del tiempo y en homenaje a Elfriede y Alfredo, hay que seguir acortando las distancias y hacer de Guantánamo y Danza Libre, un sitio cercano para que la pedagogía de la danza, se “deje definir” fuera de corsés y limitaciones. Porque ellos -Elfriede y Alfredo-, también gravitan en el hacer de otros líderes creativos en el extremo oriente cubano, allí donde Danza Fragmentada o el Ballet Folklórico Babul, se ensamblan con la apuesta emergente del joven Felipe Adriano y su danzar en Kamerino; todos siempre próximos al llamado perseverante, o sea, al cuerpo que se torna remolino, espiral, creación para reivindicar la memoria y nobleza del maestro.
En portada: A flor de piel, Danza Libre. Foto Carlos Rafael