Por estos días la primera bailarina Grettel Morejón anda haciendo historia con el Ballett Magdeburg, gracias a las creaciones de su compatriota Gonzalo Galguera, director de la prestigiosa compañía alemana
Por José Luis Estrada Betancourt
Inicialmente fue Drácula, ahora Raymonda: un estreno mundial y una reposición a partir de la versión de ese clásico que estrenara el pasado año Gonzalo Galguera para el Ballett Magdeburg, de Alemania, que justo este cubano dirige desde 2006. Han sido esos dos importantes compromisos internacionales los que mantienen alejada de casa a la increíble Grettel Morejón, primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba.
Es difícil no extrañar la tierra cuando se anda lejos, pero esta vez la Morejón ha sentido «menos» la añoranza, involucrada como ha estado de cuerpo y alma con estos dos ballets que han exigido de ella un trabajo completamente diferente, según aseguró a través de su cuenta personal de Facebook, intentando satisfacer la curiosidad de Juventud Rebelde.
«Vivir un montaje es una experiencia única. Para un coreógrafo es como dibujar en un lienzo en blanco; depende de su creatividad. Le toca al bailarín intentar entender su lenguaje coreográfico para que el proceso fluya. Y es precisamente ese intercambio lo que más disfruto: el reto de hallar dentro de mí otro personaje, de sentir y expresar de otra manera. En los ensayos ya nunca más fui Grettel, sino Mina…
«Me gustan los ballets con historias, Gonzalo monta como si hablara… No le interesa el movimiento bonito, sino que comunique algo en específico. Eso es difícil de comprender para un bailarín clásico, quien siempre está pendiente frente al espejo de su forma perfecta; sin embargo, hay muchas formas de hacer, descubrirlo es lo que hace la diferencia».
Raymonda, por otra parte, ha significado un desafío de otra magnitud. «Es un ballet clásico de tres actos. Demanda de resistencia, de técnica y de un trabajo diario duro. La versión es compleja, pero preciosa. Por lo general, los ballets que más quiero son aquellos que exigen de mí un esfuerzo extra. Estoy encantada del reto y de tener la oportunidad de interpretar una obra de esta envergadura que, lamentablemente, no tenemos en el repertorio del Ballet Nacional de Cuba.
«Soy muy afortunada de poder vivir estas experiencias. Creo que un bailarín avanza cuando excede sus límites del confort y se enfrenta a otras realidades, lo mismo buenas que malas. Conocer otras formas de danzas, exponerte al criterio de los que no te conocen, aprender de maestros de diferentes escuelas… indiscutiblemente todo eso te lleva no solo a crecer en lo artístico y en lo humano, sino que también lo valoras mucho».
En lo adelante, Drácula y Raymonda quedarán marcados dentro de la espléndida carrera de Grettel como la puerta que la condujo hasta este creador convertido en el primero que obtuvo, en 1998, el codiciado premio de la edición que inauguró el Concurso Iberoamericano de Coreografía (CIC), hoy nombrado Alicia Alonso. «Es la primera vez que trabajo con él, conocía sus colaboraciones con el Ballet de Camagüey, que había montado la Segunda Sinfonía de Johannes Brahms para el Ballet Nacional de Cuba el mismo año que entré a la compañía…
«Es muy exigente, reta constantemente a los bailarines en sus creaciones. Posee una habilidad que me resulta fascinante en un coreógrafo: la versatilidad de concebir con la misma creatividad, talento y buen gusto, tanto obras clásicas como contemporáneas. Estoy feliz por haberlo conocido y orgullosa de compartir nuestra cubanía en otros escenarios.
«Me enamoro otra vez de la danza cuando me sorprende el hallazgo de coreógrafos y maestros que consiguen extraer lo mejor de mí como bailarina y artista. Soy afortunada de vivir otras realidades, y eso me permite regresar siempre a casa con una luz diferente».
Ha sido en Alemania donde el camagüeyano Gonzalo Galguera ha desarrollado su carrera artística. Todo comenzó en 1990 cuando comenzó a bailar en la Ópera de Berlín, en la que permaneció hasta el año 2001. Después sería nombrado director del Dessau Ballett, antes de que ocupara idéntica responsabilidad en el Ballett Magdeburg.
«Desde que me inicié como estudiante de ballet, tuve la seguridad de que mi destino sería la coreografía. Recuerdo que estando en L y 19 realicé mi primera pieza en la que participó toda la escuela. Se llamaba Meñique, basada en la versión que escribiera José Martí para La Edad de Oro. ¿Qué crees que sucedió? ¡Se ganó el premio del Concurso Nacional de Coreografía! La experiencia fue muy bonita.
«En la medida en que me desarrollaba como bailarín, iba creando obras. Esa necesidad de expresarme ideando pasos para contar historias, mostrar sentimiento, acompañó mi carrera. Ambos caminos: el de la creación y el del artista en escena han estado siempre muy unidos», respondió al diario que también le hizo llegar un breve cuestionario a través de la popular red social.
«He sido muy privilegiado por haber bailado obras de grandes coreógrafos y haber podido llevar adelante mi carrera en una de las principales compañías de Europa. Hoy el coreógrafo agradece que el bailarín no dejara de bailar ni de aprender».
Galguera es de los que piensa que «un artista es como un árbol: mientras más crece más profundas se tornan las raíces que lo sostienen. A pesar de que mi evolución se ha dado fuera de la Isla, mi formación y mi identidad están, en gran parte, en Cuba y condicionan muchas facetas de mi personalidad, en el cómo interactúo con la sociedad. Por eso día a día me mantengo atento a los acontecimientos artísticos que ocurren en Cuba: en la plástica, en el cine, la literatura, la danza…
«He vivido excelentes y hermosas experiencias tanto con el Ballet de Camagüey, compañía que llevo en mi corazón, como con el Ballet Nacional de Cuba. Me siento honrado de que en el repertorio de ambas haya obras de mi autoría. Resultó genial compartir con sus bailarines todo lo que llevo dentro de mí».
De cómo decidió convocar a Gretell para que asumiera uno de los roles protagónicos en la puesta en escena, por vez primera, de su interpretación de la afamada novela que escribiera Bram Stoker, le respondió a JR: «En nuestra compañía solemos tener artistas invitados y profesores internacionales que permanecen junto a nosotros en diferentes temporadas, y la verdad es que andaba buscando una bailarina versátil y con ganas de emprender un nuevo proyecto.
«Entonces, me recomendaron a Grettel Morejón, a quien había visto bailar, años atrás, en Colombia, y sabía que estaba llevando adelante una formidable carrera. Le escribí y le conté sobre mi intención de montar Drácula y también Raymonda. Le propuse que defendiera los roles principales y su respuesta fue un “sí” lleno de entusiasmo.
«Para ella ha representado un reto tremendo, puesto que mi trabajo está distante del lenguaje coreográfico al que ella está acostumbrada, pero justamente ese reto es el secreto del éxito que ella está viviendo aquí en Alemania: su osadía y deseos de conocer nuevos horizontes artísticos. Para un coreógrafo, esa actitud y esas ganas de descubrir de un bailarín son la garantía mayor de que su obra alcance, emocional y racionalmente, al público, que lo conquiste, y así ha sido: primero con Drácula y luego con Raymonda, que por estos días continuamos representando.
—¿Será que en algún momento podremos ver tu Drácula y tu Raymonda en Cuba?
—Yo siempre estaré abierto a proyectos y propuestas en cualquier compañía. Lo importante es que sienta que hay deseos de conocerse, de intercambiar. De más está decirte que para mí el placer todavía es mayor si esa creación se materializa con una compañía en Cuba.
Tomado de Juventud Rebelde
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