Por Noel Bonilla-Chongo
Un cuerpo es largo, ancho, alto y profundo:
todo eso en más o menos gran tamaño.
Un cuerpo es extenso.
Toca de cada lado a otros cuerpos.
Un cuerpo es corpulento, incluso cuando es flaco.
Jean-Luc Nancy. No. 4, de
58 Indicios sobre el cuerpo
Imaginémonos en coro ejecutando una danza, situados al centro de la orcheisthai, justo allí, en la parte más antigua del edificio teatral, procuramos atraer la atención de quienes, desde el koilon, nos siguen. Sí, pensar en el desafío que implica “poner el cuerpo” hoy, en este presente de post confinamientos, de distancias persistentes, de quietudes inquietas, de idas y venidas que nos sitúan en suspenso dentro del panorama de las “artes del cuerpo”, del teatro y la danza como prácticas preferentes de lo escénico. Obvio, reducir el teatro y la danza al terreno de lo escénico no deja de ser castración del poder del cuerpo en tanto signos, territorio de rebeldía, campo de acción y sensaciones multiplicadas; terreno multivocal desde donde expresar las expansiones de “la construcción y enunciación corporal”. De ahí que nuestras interrogantes también van y vienen en la pluralidad de respuestas. Entre ciencia y arte, entre artistas que tienen el cuerpo como eje productor de significaciones y científicos que entienden el cuerpo como terreno específico de sanación, invención, mejora.
Hoy traemos dos miradas, la de Andrés D. Abreu (periodista, crítico y curador de arte, crítico de danza, profesor, director proyecto Tecnologías que Danzan) y la de Jeydel Abull Jáuregui (estomatólogo, especialista maxilofacial, profesor auxiliar, investigador agregado, máster en urgencias estomatológicas), aun con ocupaciones profesionales distintas, para ellos, el cuerpo sigue siendo una construcción cultural.
¿Qué es el cuerpo para ti?
¿Crees que la danza y el teatro hablan en suficiencia del cuerpo como reservorio de sus experiencias multivocales?
¿Crees en “otros escenarios” posibles para la expansión del cuerpo que “danza” (cambia, modela, se transforma)?
Andrés D. Abreu
El cuerpo para mí es una envoltura y no lo es…
Para definir la existencia de un cuerpo se hace imprescindible determinar sus límites espaciales y las dimensiones de su extensión material, de lo contrario no hay cuerpo, lo que nos conlleva a precisar la corporalidad a partir de esas fronteras que demarcan su superficie, su envoltura.
Esa elemental definición física de un cuerpo lo presupone como un ente material encerrado. Incluso ese cuerpo en su versión humana de ente vivo capaz de crecer y desarrollarse, de transformarse y adaptarse, de envejecer y morir, no deja de ser material envuelto bajo una piel. Diferenciada y deferenciada, esa materia viva está dotada de potencialidades que ponen en crisis esos límites básicos de la física corporal.
Moverse como cuerpo, contraerse y expandirse en sí y desde sí, trasladar de posición y lugar esas dimensiones superficiales son posibilidades primarias que lo habilitan para el desafío de sobrepasar la existencia prevista desde el envoltorio mesurado.
Sentir desde el cuerpo y más allá del cuerpo de(s)limita otro alcance de lo corpóreo y lo expande de ese mero territorio ortodoxo que reviste su envoltura.
Pensar desde y como cuerpo en su existencia y en el existir todo, es la posibilidad mayor que dota al humano cuerpo de un desafiar impredecible a esas fronteras suyas de la corporalidad físicamente pura.
Creo que muchas veces le mal utilizan como envoltura manejable, diseñable, visible, y no tanto como se merece esa materia dialogante, incansable generadora de sinergias de comunicación.
Es que justo para que ese cuerpo decida expandirse y superar sus superficialidades necesita tener expresiones latentes, saberes a decir y un nivel de interrogantes prestas a recepcionar la expresión del otro cuerpo. Todo sin atarse a la facilidad del más capaz de sus órganos, ampliándose como generador consiente de lenguajes y de posibilidades del decir y del escuchar. Desbordándose como cuerpo capaz de alcanzar otra dimensión desde sus energías, que no por emitidas más allá de la piel, de la envoltura, dejan de ser parte extensiva de esa corporalidad, su porción no encerrable, más infinita y universal.
Ese cuerpo humano desenvuelto y pensante nos sorprende constantemente en su obsesiva búsqueda de una otra posibilidad, de un más allá como un otro instante de la felicidad. Ese cuerpo con el tiempo aprendió a vivir y soportar como cuerpo el peso inmensurable de las emociones que trasmiten y reciben sus energías circundantes.
En ese mundo espacio intangible transformable de emisiones cuánticas donde fluyen entre otras sus emociones, allí también el humano ha intentado ser ente distinguido y en su afán de singularizarse se ha recreado un cuerpo simbólico que ha categorizado como virtual, pero que no es más que una imagen perceptiva posible e identificable de su existencia real deslimitada como cuerpo expandido. Para ese otro cuerpo incalculable también se han diseñado otros escenarios interactivos, unos más imitativos, miméticos, otros más creativos desde lo imaginario. En ese universo en red, aumentado, con sus 3D y su visualidad de 360 grados, donde también hay mitos y ritmos, también tiene que haber ritos y danzas y cuerpos que los ejecuten.
Jeydel Abull Jáuregui
El cuerpo es la materialización física de todos los órganos que estructuran a su vez un organismo y se evidencia en el entorno vívido donde nos desarrollamos, es la expresión subjetiva de nuestros sentimientos, de nuestra forma de actuar ante la vida, de nuestra felicidad, de nuestra tristeza, de nuestra espiritualidad. Es la vida en movimiento.
La Danza y el teatro son la máxima expresión a través del cuerpo del reservorio espiritual que engendra el arte en el ser humano, es una divinidad que nos hace sentir al espectador en lo más profundo de nuestro ser, llegando por la transmisión audiovisual intrínsecamente a nuestras almas.
Todo aquel espacio, virtual o real que permita el intercambio expresivo de la danza es posible para la expansión del cuerpo, de la mente, de la espiritualidad que se transmite a través del tiempo, del alma y del ser en sí mismo.
Continuará…
Fuentes referidas:
Nancy, Jean-Luc: 58 Indicios sobre el cuerpo, extensión del alma. Buenos Aires: Ediciones La Cebra, 2007
Koilon: en el teatro griego, era el conjunto de gradas donde se sentaban los espectadores. También llamada theatron (“lugar desde el que se mira”).
Orcheisthai: su significado más antiguo era “lugar para danzar/bailar”. Espacio donde se situaba el coro, situado entre la cávea (parte ocupada por las gradas) y la skené.
Stasimon: Oda cantada por el coro desde la orquesta, entre dos episodios de una tragedia griega.
En portada: Mil años después, Acosta Danza. Foto Buby Bode.