Por Jorge Alberto Piñero (JAPE)
Luego del merecido paréntesis dedicado al grupo La Seña del Humor de Matanzas, retomamos la historia de la escena humorística de los años ochenta del pasado siglo para hablar del Conjunto Nacional de Espectáculos. Como anteriormente dije, el Conjunto ya existía desde años atrás, como una compañía de danza y espectáculos teatrales con una reconocida trayectoria.
Al pasar Alejandro García (Virulo) como director de dicho elenco, el joven trovador redimensiona la proyección artística del mismo. Su profundo conocimiento del humor le permite condicionar su trabajo en este género, pero buscando nuevos derroteros. Tras la casi desaparición del Teatro Musical de La Habana, como compañía y como propuesta teatral de grandes musicales, la escena cubana adolecía del verdadero espectáculo. Solo algunos cabarets, de fama mundial, mantenía en su cartelera este tipo de obra más cercana al show internacional.
Virulo se propone entonces rescatar este tipo de propuesta que llevaba mucho del vernáculo cubano, pero con una visión más contemporánea. Reajusta la plantilla del Conjunto. Algunos de los anteriores miembros se mantienen y nuevos integrantes redondean un elenco donde todos (algunos con más posibilidades) bailaban, cantaban, actuaban, haciendo derroche de histrionismo… ¡«Se hacía todo lo que fuera necesario en el escenario»! según aseguró Carmita Ruiz en entrevista realizada hace unos años.
El primer espectáculo reconocido con la nueva conformación del Conjunto se llamó Échale dedeté, en colaboración con la reconocida publicación DDT, que por entonces marcaba la vanguardia del humor gráfico cubano. El dibujante Alberto Ajubel, motor impulsor del colectivo de caricaturistas, se encargó del diseño de todo el espectáculo. Fue un buen comienzo que sirvió como termómetro para saber qué quería el público cubano que acudía a los teatros. Al este espectáculo le siguieron muchos otros: Géneis según Virulo, Échael salsita, Welcome Colón, El bateus de Amadeus, Ya estamos en el aire, La esclava contra el árabe, este último rompió con todos los récords de taquilla existentes hasta esa fecha, en el teatro Karl Marx.
Se me hace imposible hacer una mención cronológica de estas obras, pero puedo asegurar que todas fueron muy bien acogidas por un público ávido de ese tipo de humor. Los guiones y la música, por lo general, corría a cargo de Virulo, de Jorge Guerra… pero es difícil asegurar a quién pertenecía cada libreto, cada diálogo, cada chiste, pues el Conjunto funcionaba como un gran taller de creación. Carlos Ruiz de la Tejera, Jesús del Valle (Tatica), Ana Lidia Jiménez, Carmen Ruiz, Zulema Cruz, Olga Lidia Alfonso, Eduardo Rómulo, entre otros, fueron nombres que brillaron junto a otras luminarias de la música y la escena al estilo de Sara González, Natalia Herrera, Rafael de la Torre…
La receta era compleja por la profunda elaboración y puesta en escena, pero a la vez era simple pues se basaba principalmente en parodiar la novela, película, hecho cultural que marcaba la pauta de la vida y la realidad cubana de esos tiempos. El Conjunto Nacional marcó un antes y un después en la forma de hacer humor, en todos los formatos, particularmente en la escena cubana.
Muchos de los que lean estas líneas apuntarán que faltan muchas cosas por decir, muchos nombres por mencionar y estoy de acuerdo. Viví parte de esa historia y como diría Les Luthier, en una de sus rutinas, «¡Es inenarrable: algo que no se puede decir con palabra!». Imposible de plasmar en varios párrafos, pero me complace este toque «epidérmico» a la leyenda que ya es el humor cubano. Un breve homenaje a estos pioneros. Muchos de aquellos actores que conformaron el Conjunto Nacional de Espectáculos, como Carlos Ruiz de la Tejera, Jesús del Valle, Jorge Guerra, Carmita Ruiz… merecen un acercamiento individual a su obra posterior, que fue inmensa. ¡Quién sabe! Quizás lo intente en el próximo encuentro.
Fotos del autor y su archivo personal