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Confluencias del jazz: entre Broadway y el ballet

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Por Frank Padrón

El Festival Internacional de Jazz Plaza, cuya edición 39 acaba de concluir, demostró entre otros asertos, algo que viene patentizando desde sus encuentros iniciales: el género cuya sede inicial fue plantada en Estados Unidos hasta hacerse mundial, abarca cada vez más territorios no solo físicos sino genéricos , colindantes con otras expresiones musicales y artísticas en general, tales la pintura y la danza.

Las intersecciones , préstamos e intercambios con parcelas afines como la trova, el son, la rumba y otros complejos de la música popular y  bailable,  el filin, los patrimonios brasileño y africano, etc, se hicieron presentes en varios conciertos a lo largo del evento.

Quiero referirme aquí a dos de las funciones finales: El evangelio según Broadway y el Homenaje al Ballet Nacional de Cuba en su 75 Aniversario , que constituyó la Gala de clausura del festival.

En el caso del primero, acaecido en el Teatro de Variedades América , significó un encuentro cultural que trasciende incluso las márgenes del evento per se, como quiera que recibimos una nutrida embajada artística de Estados Unidos que, tal reza el título, entronizó ese templo del musical que es Broadway,  en la Habana.

Extraordinarias voces, solas o en combinaciones de dúos, tríos y coros, homenajearon la expresión de ascendencia afro que derivó en géneros como el soul, el blues, el góspel, y no pocas líneas del rock, el pop, la disco music y por supuesto el jazz (más cercano a lo clásico o a las corrientes contemporáneas, “puro”, hasta donde es posible, o hibridado con esos y otros ritmos).

El espectáculo, que en su primera media hora mostró cierto marasmo al comenzar por canciones casi siempre lentas o de corte más grave (al estilo de Deep River y otros spirituals afroamericanos) se elevó poco después hasta el final con el dinamismo y la energía que portaron los homenajes a figuras más contemporáneas de la música negra norteamericana como Bessi Smith, Otis Reding, Tina Turner, Donna Summers, Stevie Wonder o Whitney Houston, en donde se mezclaron  el baile y el sólido respaldo vocal  que servían de soporte a las maravillosas cuerdas de soprano, mezzo, contralto, barítono, tenor y bajo, que poblaron la escena del teatro centrohabanero, el cual, a propósito, urge de perfeccionar su deficiente sistema de audio, que dificulta con frecuencia los programas allí sucedidos, como ocurrió en varias noches del festival, si bien en esta que reseñamos se mantuvo bastante correcto.

El policromático y alegre vestuario, y un diseño lumínico eficaz resultaron otros méritos de esta biblia broadwayana que nos trasladó realmente a sus coliseos en Manhattan.

La gala final, donde se reverenció a nuestra gran compañía danzaria en su 75 aniversario, contó con un recital de quien fungiera como director artístico del festival, Roberto Fonseca desde su expresivo piano su banda y virtuosos  músicos invitados, que demostraron otros puntos de confluencia del jazz con ritmos tan criollos como el son, el mambo y el bolero.

La participación del Ballet Nacional de Cuba ofreció primeramente el estreno mundial de Apparatus, acompañado por Fonseca y sus colegas, partiendo de la exquisita pieza Contradanza del espíritu, de la autoría del primero, que funde ese baile de salón con células contemporáneas en logrado maridaje; el joven coreógrafo Raúl Reinoso ideó una creativa coreografía para veintiún bailarines donde la coordinación de pasos y movimientos se encamina a una armonía y una coherencia escénicas que festejan el espíritu de la danza y viene como anillo al dedo al jubileo por las más de siete décadas de nuestra principal institución danzaria.

Después, la primera bailarina y directora general de esta, Viengsay Valdés y Ányelo Montero, protagonizaron el tercer movimiento del ballet Love Fear Loss, que firma el brasileño Ricardo Amarante con música de Charles Dumont, en solo de piano del concertista.

Acordes iniciales de La vie en Rose y corpus de la pieza Mon Dieu (que integraran en su momento el repertorio de la irrepetible Edith Piaff) permitieron el lucimiento de nuestra consagrada ballerina y su joven partenaire, en perfecto complemento y un verdadero derroche de sensibilidad y dramatismo.

En puridad, esos momentos debieron ser la culminación de la gala, pues al continuar los músicos el concierto ello devino anti-clímax que atentó contra el ritmo interno del concierto, de por sí extenso, a pesar de lo cual pudo disfrutarse a plenitud con los altos quilates de la música y la danza que allí sonaron, culminando un festival donde, aun con ciertas desigualdades y falencias, fue esa la nota dominante.

 

Foto de portada: Frank D. Domínguez. Página oficial en Facebook del BNC