Por Roberto Pérez León
La Compañía del Cuartel, en formación cerrada y marcial, pone en la Sala Tito Junco del Centro Cultural Bertold Brecht El círculo alrededor del sol del dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig.
La pieza llega a nosotros en una adaptación de Reinaldo Montero, además sin abalorios superfluos ni laberintos con dirección de Sahily Moreda y Arianna Delgado conceptuales.
Desde los años sesenta del siglo anterior han sucedido legiones de aventuras y desventuras en el teatro. Los más viejos y que desde temprana edad tuvimos afición por el teatro hemos disfrutado y hasta sufrido la experiencia de la evolución en la percepción teatral.
La constitución de la espectatorialidad, llegados a la tercera década del tercer milenio, está mediada por una amalgama de propuestas formales y estéticas propiciadoras de metamorfosis y refundaciones en el teatro.
El círculo alrededor del sol ya en su imagen inicial muestra material teatralidad de tensión plástica sorprendente. El montaje desarrolla una práctica sin delirantes estallidos de trasnochos vanguardistas.
En estos tiempos “pos” (con t o sin ella), cuando tanto se puja por “renovar” el teatro, suelo ver que vagabundea el espectro de la atracción por las vanguardias de los inicios del siglo XX en escena.
Se rasgan las vestiduras surrealistas, absurdistas, existencialistas, dadaístas, abstraccionistas, cubistas y todos los engendros posibles e imposibles. Se iza la bandera posmoderna y se declara por decreto creacional esto es teatro posdramático y punto, con agregados de teatro inclusivo, inmersivo en la tragedia de la contemporaneidad que intensifica la expresión de la sensibilidad social y por eso el texto escénico es tan complejo en sus contrastantes operaciones y heterogénea dimensión performativa. Y ya. Así es.
Muy lejos de estas entelequias y ofuscaciones está la puesta de El círculo alrededor del sol que parte de un texto de uno de los dramaturgos más destacados del planeta. La poética de Roland Schimmelpfennig, en su búsqueda de comunicación sensorial desde un componente textural, requiere de montajes sin azares ni ocurrencias y de renovadas perspectivas en la teatralidad.
El circulo alrededor del sol de la Compañía del Cuartel es un tejido donde percibo los pespuntes de escenas latentes que trazan puentes entre el aquí, el ahora y el pasado que provocó la historia que cuenta un grupo de actores moviéndose certeramente por una cartografía escénica muy bien trazada.
La pieza es una caleidoscópica descarga conversacional entre personas que disimulan o no notan que están amenazadas. Se desenvuelven entre ocurrencias, transiciones exaltados, encuentros y memorias casuales. Están en una celebración. Aisladas, se expresan frenéticamente con la histeria propia del atropello de la soledad. Luchan entre todas. Entran en crisis. Se sostienen en medio de una compleja situación social donde la intersubjetividad se hace cortante.
Seis personajes que sin abandonar el escenario avanzan en la problematización de sus existencias. Complejizan armónicamente y de manera transparente. Las relaciones interpretativas en el montaje están quirúrgicamente establecidas por lo que el orden actoral no tiene desperdicios ni fracturas.
Las rupturas y transiciones actorales demuestran causalidad profesional. No vemos huecas gestualidades sino conexiones que definen la lógica establecida por la dirección de los personajes.
El movimiento escénico sucede dentro de una escenografía que enmarca la estrechez necesaria a la trama y que además da cabida a la suficiente y necesaria espacialidad entradas, salidas, saltos, estancias a un ritmo sin discordancias ni manierismos corporales.
Tiene la puesta una banda sonora en vivo que otorga acordes dramatúrgicos de tono emocional. La música en este montaje crea un entorno de planos de perspectiva interior sin que podamos definirla netamente diegética o extradiegética. Me resulta como un comentario dramático en la narrativa con apuntes de un lirismo deteriorado.
La música acciona en el paisaje escénico intervenido certeramente por los diseños de escenografía y luces de Adriana Rigal.
El círculo alrededor del sol tiene una conjunción entre los sistemas significantes (luces, vestuario, escenografía, actuaciones, música) que hacen de la puesta un suceso teatral monolítico donde los intérpretes comparten una trama que incluso desconocen.
El círculo alrededor del sol, en su sintaxis de collages escénicos donde se destaca la biomecánica actoral precisa en el movimiento, tiene una dinámica de cambio indetenible a partir de los recursos enunciativos propios de cada sistema significante.
En la obra vibra la inmanencia de los desajustes de seis personajes que en los inicios de la pandemia del coronavirus se enfrentan, cada cual, con sus correspondientes cruces emocionales, sin tener conciencia de lo que les viene para arriba hasta que sucede la muerte súbita de uno de ellos.
El teatro de Roland Schimmelpfennig es elogiado por su raíz profundamente innovadora y atrevida. Sus retos estéticos y estilísticos precisan de una dirección donde lo performativo transite de lo naturalista a lo desproporcionado. Las obras de este intelectual alemán tienen, o al menos las que conozco, el amargo sabor de los conflictos personales y colectivos de la contemporaneidad. En sus diálogos y monólogos el desamor, las frustraciones son signos donde se descubre y organiza una cábala asfixiante a través de una narrativa atenta, una dramaturgia riesgosa y una vehemente poesía.
El teatro de este dramaturgo inquieta y lo contradictorio es que lo hace de una manera tan vaporosa que parece que entretenga. La pasamos bien con la historia que nos están contando. Sus saltos provocan cambios en la percepción de los espectadores.
El círculo alrededor del sol se hace espectáculo visual, sonoro, corporal de muchos códigos que como las penas se agolpan unos a otros. Pero sin estropear la dramaturgia y mucho menos la acción.
Foto de portada: Sonia Almaguer