Sus obras no buscan ser complacientes, Codanza es una compañía que ha asumido los riesgos como parte de su concepción fundacional
Por Erian Peña Pupo
Este 25 de septiembre, la Compañía de Danza Contemporánea Codanza cumple 28 años. Y este 2020 –como viene haciéndolo desde hace varios ediciones–realizaría una jornada de celebración en los días del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov, que, en su VI edición, quedó pospuesto para similar fecha de 2021, dada la situación de excepcionalidad epidemiológica causada por la Covid-19 en el país.
Aun así, sin llenar, como acostumbran sus estrenos, las salas del Complejo Teatral Eddy Suñol, o las calles y parques de Holguín, Codanza celebra cada día la fuerza, vitalidad y destreza que la ha caracterizado –como reza su lema– en el escenario de la danza insular.
La compañía –escribe Ana Lourdes Estrada Fernández en su libro Codanza. Espíritu vivo del fuego, publicado por Ediciones Holguín en 2010– es la precursora del movimiento danzario profesional en el territorio, “pues con la excepción del cuerpo de baile del Teatro Lírico, cuyo trabajo –como es de suponer– no se dedicaba solamente a la danza, la provincia no contaba con ninguna compañía profesional de ballet, danza o folklore”. Fundada por un grupo de jóvenes bailarines graduados de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y liderados por la bailarina, maestra y coreógrafa Maricel Godoy, se lanzaron a la creación escénica a propósito de la edición XIII del Festival Internacional de Ballet de La Habana, pues Holguín sería nuevamente subsede del evento. La pieza fundacional fue Tridireccional y estuvo interpretada por Rosario Arencibia, Gilberto Pérez, Rosario Hernández y Wilber Pérez. Aunque la obra no llegó a presentarse en el Festival, fue la primera coreografía de un grupo de jóvenes que fueron, para bien, el embrión de Codanza.
Con el apoyo del Consejo Provincial de las Artes Escénicas (CPAE) y la Asociación Hermanos Saíz (AHS), Codanza surgía con el objetivo de la “aprehensión e interpretación contemporánea de las aspiraciones más sublimes y nobles de cuanto mueve y concierne al ser humano a través de la danza, utilizando la validez de la actuación ya en la expresión, la palabra o la acción física”, añade Ana Lourdes, quien subraya que cuando es aprobada por el CPAE en 1994 ya tenían unas quince obras creadas.
Ese fue el origen del “mito Codanza”, un colectivo que es considerado por la crítica especializada como una de las mejores compañías escénicas del país y que ha realizado múltiples giras internacionales en España, México, Venezuela, Alemania, Suiza y Austria.
Importantes premios de interpretación y coreografía avalan también el trabajo de Codanza, entre ellos el Premio de la Ciudad de Holguín en varias ocasiones; en el Concurso Nacional de Coreografía e Interpretación Danzandos, en Matanzas; el Concurso Nacional Solamente Solos; el Festival Internacional “Un Desierto para la Danza”, en México; y el Encuentro Internacional de Danza en Paisajes Urbanos, en La Habana.
La compañía es anfitriona, además, del Concurso de Danza del Atlántico Norte Codanza y Grand Prix Vladimir Malakhov, surgido en septiembre de 2014 con el objetivo de estimular el trabajo de los jóvenes bailarines cubanos y de varias partes del mundo.
En 2013, Vladimir Malakhov viajó a Holguín y obsequió su “Regalo de Malakhov para Cuba”. Desde entonces, el evento es auspiciado por el célebre bailarín ucraniano, considerado por la revista Dance Magazine como el mejor bailarín del mundo en cinco ocasiones, y reúne a coreógrafos, intérpretes, investigadores, críticos y especialistas, quienes ofrecen talleres, conferencias, clases magistrales, con el deseo –subraya Maricel– que cada certamen convierta a Holguín en la capital cubana de la danza, plataforma para el intercambio y el desarrollo escénico, para el crecimiento y la creación.
Ninguna de sus obras –herederas del estilo cubano de danza moderna, unido a conceptos proporcionados por Pina Bausch, Merce Cunningham, el body contact, enriquecidos mediante lo que le aporta el trabajo con creadores de compañías nacionales y extranjeras, y entre las que podemos mencionar las siguientes: Ritual, Año cero, Pasajera la lluvia, Muerte prevista en el guion, El banco que murió de amor, La fuente de agua salá, Memoria fragmentada, Casita, Árbol de fuego, Tráiler, El segundo sexo y Ofrenda de Toro– busca ser complaciente, ni con el público ni con la crítica, ni mucho menos con una compañía que ha asumido los riesgos como parte de su concepción fundacional. Solo lo difícil, aseguraba el escritor José Lezama Lima, resulta estimulante. Y uno de sus principales logros es la osadía conceptual en la que articulan sus discursos. En la mezcla de múltiples significados y aleaciones culturales propios de la danza contemporánea, encontramos uno de sus principales atractivos: la complejidad con que asumen la belleza para entregárnosla palpable en cada una de las piezas.