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Clowncrónica, el teatro siempre ¡Sí!

Durante tres jornadas del Festival de Teatro de La Habana, el colectivo Teatro Tuyo presentó Clowncierto, puesta en escena de su líder Ernesto Parra
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Por José Omar Arteaga Echevarría

“…Jiribilla, hociquillo simpático. Simpatía de raíz estoica. Fabulosa resistencia de la familia cubana. Arca de nuestra resistencia en el tiempo, cinta de la luz en el colibrí, que asciende y desciende, a la medida del hombre…”

José Lezama Lima

El miércoles pasado hubo Clowncierto, la última función. También hubo lluvia, cortes eléctricos y otras diatribas cotidianas. Teatro Tuyo entró en el Festival Internacional de Teatro de La Habana durante tres noches a ritmo de bombo y redoblante.

Clowncierto es un pretexto clownsístico para recorrer sonoridades que integran el amplio espectro de ritmos que posee el continente americano. Entre peripecias disparatadas la orquesta se toma muy en serio la ejecución instrumental y el trabajo en conjunto, elemento que engrandece sobremanera el espectáculo. Como un metrónomo marcando el compás de la acción escénica Papote guía a los clownmúsicos que sacan carcajadas ante cada situación. Cada intérprete está en el sitio justo, da la nota justa, desafina o pierde el ritmo justamente a propósito.

Suena mudo un teléfono, la llamada interrumpe, y como cuando se está en medio de una situación importante, de cuajo Papote descuelga y cuelga el manófono. Sigue el show, el paseo comienza en el Mozambique de Pello el Afrokán, pasa por el Hip-Hop hasta el hilarante duelo de reinas de batería al compás de una samba cuya base melódica está marcada por bolsas de nailon repartidas entre el público. La puesta constantemente sobrepasa los límites, provoca al espectador, lo hace partícipe.

¡Timbre de teléfono!, otra vez Papote cuelga, ahora el juego escénico evoca el romance. Un espectador que es llevado al escenario a una cita a ciegas (o a oscuras) es abordado por Chocolina y Bex que intentan la conquista, y como un buen “culebrón” no faltan los boleros y baladas en ese romance que termina en boda de tres y riñas por obtener el ramo que lleva el novio. Los acordes rocanroleros del bajo eléctrico cambian la acción hacia otras peripecias clownsísticas, el teléfono persiste, interrumpe el convite musical.

En un viaje a las raíces se hacen los bandos, palmeo de coplas, guitarra y ademanes flamencos, del otro lado tambor, baile congo. Pedacito intenta seguir el ritmo de ambos lados, inevitablemente ocurre la confusión, se mezclan las melodías y surge el campesino tres, cubanísimo. Al ritmo de ¿Dónde está la ma´ Teodora?, primer son compuesto en Cuba, Teatro Tuyo ha expuesto el proceso de transculturación en minutos, a puro gesto y sonido.

Molesta otra vez el apremiante ¡Ring!, Papote responde, se escuchan los “sí”, “sí” y luego los “no”, “aquí no” “¿aquí no?”, “¡Aquí no!”. Silencio. Algo ocurre, se detiene el clowncierto, los clowndisparates, las clownrisas…la nariz roja baja de la cara como un acto solemne, el clown se retira para descubrir a los actores y actrices que comienzan a entonar a voces Leve resplandor de Freddy Lafitta, como un canto para expiar el dolor. Silencio absoluto en el púlpito.

“¡Aquí sí!”, grita Papote, “¡¿Aquí sí?!” se preguntan los actores, “¡Aquí sí!”. Vuelven los clowns, vuelve la risa, suena la orquesta estridente, entre palmas y coros el teatro de pie, la conga populachera despierta el Ángel de la Jiribilla. Termina la función en aplauso cerrado. Afuera ha cedido la lluvia.

 

Foto: Yuris Nórido