CITA CON ROSITA FORNÉS

image_pdfimage_print

Confesiones de una de las artistas con una reconocida y extensa trayectoria en la cultura cubana.

Por Marilyn Garbey

En octubre de 2008, cuando Rosita Fornés celebraba 70 años de su debut artístico, tuve la suerte de conversar con ella.  Respondió el cuestionario a la hora pactada, mientras el peluquero alistaba sus cabellos, pues esa noche recibiría los aplausos del público que la admira.  Por vía telefónica, la Rosa de Cuba se reveló con toda su generosidad. Esa mujer, dotada de belleza y talento en idénticas y enormes proporciones, celebra ahora   sus 93 años y sigue siendo una referencia de la escena cubana.

Puro teatro

Muchos cuestionaron la entrega del Premio Nacional de Teatro a la Fornés. Lo recibió en 2001 junto a otra gran dama de la escena, María de los Ángeles Santana, antecedidas solo por Raquel y Vicente, por Berta y Roberto. Fue Armando Suárez del Villar, tan libre de prejuicios y tan conocedor de las esencias del teatro, quien rompió lanzas en su defensa. Recordó a muchos desmemoriados, y develó a los más jóvenes, la presencia de Rosa, sostenida y brillante, en escenarios de Cuba y del resto del mundo.

Rosita fue protagonista de un espacio televisivo que compartió con los espectadores lo más relevante de la literatura dramática. El dulce pájaro de la juventud, de Tennesse Williams; o Deseo bajo los olmos, de Eugene Oneill, son tan solo dos ejemplos, junto a Nenúfares en el techo del mundo, de Nicolás Dorr. En las tablas interpretó grandes personajes como la Nora, de Casa de muñecas o la doña Inés, del Don Juan de Zorrilla. Con el maestro  Roberto Blanco  Canción de Rachel. José Milián la dirigió  en Para matar a Carmen.  Su interpretación del personaje de Violeta en Confesión en el barrio chino, de Nicolás y Nelson Dorr, le valió el Premio de Actuación Femenina en el Festival de Teatro de La Habana de 1984.

Rosa es una de las fundadoras del grupo Teatro Lírico Nacional, con el que debutó en el Teatro García Lorca con Luisa Fernanda el 17 de mayo de 1963. Luego protagonizaría La viuda alegre, María La O, La verbena de la Paloma, Las Leandras y Cecilia Valdés, entre muchas otras. El cabaret Tropicana la tuvo entre sus estrellas y el teatro musical fue otro espacio para el lucimiento de su talento, se le recuerda especialmente en Hello Dolly y Vivir en Santa Fe, en un Teatro Karl Marx que se repletó para aplaudirla.

– ¿Cuáles son los directores que más aportaron a su carrera artística?

Esa es una pregunta bien difícil de responder. A lo largo de mi carrera me dirigieron personas que, desgraciadamente, ya no están entre nosotros. En teatro hice largas temporadas en el teatro lírico, lo cultivé durante muchos años. Allí tuve la dirección de Antonio Palacios, es mi padre artístico, con él debuté en la obra La sombra de Damasco. También aprendí mucho con Miguel de Grandy. Eran dos directores muy buenos. Yo estudié en la Escuela de Arte Dramático, con una maestra increíble como Enriqueta Sierra, ella formó a muchas figuras, Raquel Revuelta entre ellas. Yo amé mi carrera desde el principio, todo lo que hice lo hice con mucho amor, me entregué en cuerpo y alma a los personajes que tenía que representar. En el teatro dramático trabajé mucho con Mario Martínez Casado, familia que tiene una gran historia en el teatro cubano, fue un director que me ayudó mucho. En la televisión tuve como director al gran Roberto Garriga, con él hice teatro dramático y comedias. Con todos trabajé muy duro porque nunca pensé que me las sabía todas, tuve la suerte de trabajar intensamente, estudiaba y trabajaba, y eso me daba seguridad, me daba un bagaje para saber que podía sacar los personajes. Me gustaba que me dijeran: esto quedó bien, aquello hazlo de otra manera, nunca creí que todo lo hacía bien. Esos tres directores aportaron mucho a mi carrera, fue una suerte trabajar con ellos.

Cita con Rosita en la tele y en el cine

Desde la década del 50, la televisión fue la casa de Rosita Fornés. En ese medio se multiplicó su popularidad, a través de programas que protagonizó interpretando dramas, revistas musicales, operetas, zarzuelas, comedias y un amplio repertorio de canciones. También se le vio en las telenovelas Las honradas y en Violetas de agua. Cita con Rosita se convirtió en un espacio estelar. Tan intenso fue su bregar en este medio que, en el 2003, recibió el Premio Nacional de Televisión.

La década de oro del cine mexicano la tuvo entre sus protagonistas. Pero no corrió igual suerte en la cinematografía cubana, aunque creó dos personajes que han quedado entre los más grandes.

– Usted ha dejado dos grandes personajes para el cine cubano…

En el cine yo no he hecho grandes cosas. Dejé el cine a un lado porque tenía mucho trabajo en el teatro y en la televisión, en la tele tuve programas fijos, hice lo habido y lo por haber. También hice mucho radio. Por todo eso dejé el cine a un lado, nunca hice en cine algo que me permitiera decir: qué película tan buena hice, en el cine no me lucí como hubiera querido lucirme, no hice una obra maestra.

– No diga eso, que en Se permuta y en Papeles secundarios estuvo genial.

Con el personaje de Gloria me identifiqué y tuve muchísimo éxito. El cine tiene algo con lo que yo siempre estuve en contra, se va filmando por escena y a la hora de la edición cortan por aquí y por allá. En Papeles secundarios me cortan escenas que le restaron categoría al personaje, pero salí airosa.

Luego Rosita volvería a apareceré en filmes como Quiéreme y verás, de Daniel Díaz Torres (1994), en Las noches de Constantinopla, otra vez con Orlando Rojas (2001), en Al atardecer, de Tomás Piard (2001) y en Mejilla con mejilla, de Delso Aquino (2011).

 – ¿Cuál es el secreto para mantenerse en escena durante 70 años con tanto éxito?

Nunca creí que iba llegar a los 70 años de carrera artística haciendo todo lo que hago hoy, de verdad. Entre tantos premios, trofeos, reconocimientos, lo más grande ha sido el calor que me ha dado el pueblo. A veces salgo al escenario con un poco de duda y me reciben, espontáneamente, de una forma tan cariñosa, eso hace que olvide el tiempo que llevo trabajando. Es el pueblo el que me estimula en una forma muy bonita, eso me ha hecho mantenerme con el mismo ímpetu de los inicios, eso reafirma mi decisión de seguir trabajando, si trabajo es porque me lo piden. Yo estoy jubilada hace tiempo, pero acepto propuestas de trabajo, por eso sigo sobre los escenarios. Yo estoy ubicada en tiempo y espacio, y no hago lo que no debo hacer. Cultivé muchos géneros a través de mi larga carrera y hay algunas cosas que para hacerles debía ser más joven, hay cosas que todavía puedo hacer y el público las recibe muy bien, y por eso me colma de aplausos. Hay cosas que hacía 50 años atrás, que ya no hago.

Rosa Fornés es artista emérita de la UNEAC y recibió La Giraldilla, símbolo de La Habana. El Estado cubano le otorgó la Orden Félix Varela y, en 2005, el Ministerio de Cultura le entregó el Premio Nacional de la Música.

– ¿Qué le gustaría hacer ahora que arriba a sus 70 años de trabajo?

Me gustaría volver al teatro y hacer un personaje de categoría, hice obras de autores famosos y quisiera hacer una obra que me permitiera decir: esta es mi obra maestra. No puedo decirte cuál es la obra porque he hecho tantas que no puedo pedir más. Estoy algo limitada para trabajar en el teatro porque estoy operada de la cadera, y en el teatro hay que desplazarse por el escenario. Ojalá que lo que pueda hacer en el futuro sea del gusto del pueblo que tanto me quiere.

Rosa Fornés compartió escenarios con figuras como Jorge Negrete y Pedro Infante. Interpretó temas de Ernesto Lecuona y Adolfo Guzmán. Rita Montaner y Benny Moré, Esther Borja y Bola de Nieve fueron sus compañeros de viaje. Cada aparición suya se convierte en suceso, porque ya es una leyenda del arte cubano.